Montilla atesora un rico patrimonio artesanal que, sin duda, forma parte de la singularidad de la Campiña Sur cordobesa. Como ciudad del vino por antonomasia, el municipio ha contado, además, con una de las mayores concentraciones de talleres de tonelería de todo el país, una peculiaridad propiciada por su centenaria tradición vitivinícola.

En la actualidad, las tonelerías montillanas siguen realizando barriles que albergan los vinos de las principales zonas vitivinícolas del mundo. Y, para ello, emplean madera de roble americano, importada de Francia o Canadá.

El tonelero Manuel Cabello Márquez, premio Artesano del Año en 2016. Córdoba

Tal es el prestigio que ha alcanzado la tonelería de Montilla que la mayor parte de su producción se exporta a terceros países. A esta larga tradición tonelera hay que sumar otros sectores artesanos con arraigo, como el curtido de pieles, la zapatería, la marroquinería, la alfarería, la carpintería, la guarnicionería, la herrería, la hojalatería o la cestería. Oficios que han generado una rica artesanía tradicional aunque, por desgracia, no todos han superado el paso del tiempo.

En el caso de las tenerías, la competencia de otras empresas ubicadas en regiones más industrializadas dio al traste con una producción netamente artesanal. Pero a primeros del siglo pasado, Montilla era referente en el curtido de pieles. De hecho, toda una zona de la ciudad, el popular barrio de Tenerías, albergaba diversas industrias que daban trabajo a una buena parte de la población. En estos talleres se curtían las pieles al cromo o con tratamientos vegetales, a base de cortezas de eucalipto, para propiciar diferentes usos como talabartería o guarniciones para el ejército. Además, este uso del cuero propició la fabricación de calzado a medida en las numerosas zapaterías diseminadas por todos los barrios de la ciudad. Y de ese periodo proceden las guarnicionerías que se mantienen hoy día.

El imaginero Francisco Solano Salido Jiménez, fallecido en 2018. Córdoba

Paralelo a este tiempo sobresalían las alfarerías montillanas, que realizaban piezas para uso cotidiano como botijos, cántaros, lebrillos o macetas. Para ello se abastecían de la materia prima de los barreros que existían en Montilla. Esta maestría en el oficio propició que el alfarero Rafael Gallegos Jiménez recibiera el Premio Nacional de Alfarería en la Feria de Industria y Artesanía de 1957.

Otro gremio importante que se ha mantenido hasta hoy es el de la transformación de la madera: carpinteros, ebanistas, charolistas o tallistas que aprendían el oficio de chiquillos, entrando a trabajar como jóvenes aprendices.

Todo este completo recorrido es el que ha convertido Montilla en una de las Zonas de Interés Artesanal de la provincia. Porque hablar de artesanía es hacerlo de tejido productivo y de patrimonio cultural. De Montilla, en definitiva. Porque la localidad cuenta en la actualidad con doce empresas inscritas en el Registro de Empresas Artesanas de Andalucía y con nueve profesionales con Carta de Artesano e inscritos en el Registro de Artesanos de Andalucía.

El artesano montillano Francisco Melero es un reconocido especialista en pirograbado. Córdoba

Un colectivo cultural que defiende la artesanía

La Asociación de Artesanos Solano Salido surgió en el año 2013 consciente de la importancia del significado que el sector artesanal debe representar para Montilla. Durante todo el año, el colectivo impulsa acciones como talleres, muestras y exposiciones para prestigiar la calidad de la artesanía local dentro y fuera de la comarca.

Gracias a su incansable labor, la Junta de Andalucía reconoció Montilla como Zona de Interés Artesanal , lo que supone un fuerte impulso de las instituciones al sector y a la propia economía local, al propiciar que la artesanía se convierta en una apuesta socioeconómica que viene a complementar otros atractivos del municipio como el turismo monumental, rural o gastronómico, sin olvidar su centenaria tradición vitivinícola.