El biólogo e investigador natural de Priego de Córdoba Jorge Carrillo dirige el Grupo de Inmunología de IrsiCaixa, compuesto por investigadores postdoctorales y predoctorales, cuya principal línea de investigación es la caracterización de la respuesta inmune a las enfermedades infecciosas, el cáncer y la autoinmunidad. Trabaja en la actualidad en el desarrollo de vacunas contra patógenos complejos (como el VIH, el Treponema y el SARS-CoV-2), anticuerpos terapéuticos y nuevos instrumentos de diagnóstico.

Cuando a finales de 2019 comenzaron a llegar las primeras noticias de lo que estaba ocurriendo en Wuhan, ¿qué se comentaba en la comunidad científica?.

Que aquello no quedaría en China, que era algo con una posibilidad muy elevada de que cruzara fronteras, y que nos teníamos que poner a trabajar rápido.

La vacuna contra el covid-19 parece que surgió por arte de magia, pero detrás de ella hay años y años de investigación.

Efectivamente. Tenemos que partir de la premisa de que la investigación es de lo más rentable que podemos hacer en nuestra sociedad, y aunque no se vean esos frutos porque muchas veces son muy técnicos, están ahí. Eso es lo que hace que cuando tienes retos nuevos puedes echar mano de toda esa investigación de calidad que se ha hecho en el pasado y poder acelerar el proceso. En el caso del covid-19, investigadores chinos hicieron pública en enero de 2020 la secuencia de su material genérico, y a primeros de febrero un grupo de investigación americano vio cómo se podía estabilizar la proteína Spike, presente en la superficie del virus que causa el covid-19, algo que no fue por arte de magia, sino que ellos previamente habían estado trabajando con el SARS Covid-1 que surgió en China en 2002 y también con el MERS, síndrome respiratorio provocado por un coronavirus detectado en 2012. La estrategia de estabilizar esa proteína es la que han utilizado en sus vacunas Pfizer, Janssen o Moderna, que en el caso de esta última registró a finales de febrero su ensayo clínico y el 15 de marzo inyectó su vacuna a los primeros pacientes.

En este caso se ha puesto de manifiesto que invertir en investigación es rentable, y los países que así lo han hecho han liderado esta batalla contra el covid-19.

Aquellos países que tienen un sistema de investigación más fuerte, basado en investigación de calidad pública y, obviamente, en investigación privada, y donde tienen su sede estas compañías que tienen capacidad para hacer estos productos, son los que claramente han podido disponer de las vacunas de una manera más rápida y hacer frente a la pandemia más eficazmente.

¿Qué supone para un investigador vivir estos momentos?.

Ha sido una situación apasionante, emocionante y hasta excitante desde el punto de vista científico, pero también de mucho desgaste físico y psíquico, e igualmente frustrante durante los primeros meses, cuando veías el drama personal que había detrás de la pandemia y que tu contribución a lo que podías hacer tenía poco impacto inmediato, porque aunque sabías que estabas haciendo la vacuna y que podría funcionar, no se podría obtener hasta dentro de unos meses.

¿Qué otros retos ha planteado a la comunidad científica la situación generada por la pandemia?.

Por ejemplo, logísticos. Cuando Estados Unidos detuvo las exportaciones de material sensible de laboratorio, lo que hace que te plantees la enorme necesidad externa que tienes para todo este tipo de reactivos, algo que en el día a día no eres consciente.

¿Es partidario de la tercera dosis de la vacuna, un debate ahora abierto?

Con los datos que hoy manejamos, la tercera dosis sería planteable solo en ciertos grupos como mayores, personas con procesos tumorales, VIH. y con un sistema inmunológico delicado.