OBITUARIO

Fallece a los 81 años el empresario cordobés Fernando Berdud Rueda

Comerciante textil, ostentó durante más de tres décadas un establecimiento de ropa de señora y caballero, denominado Suanfer, en la plaza de Las Tendillas

Fernando Berdud Rueda.

Fernando Berdud Rueda. / Casavi

Ha fallecido a los 81 años de edad Fernando Berdud Rueda, comerciante cordobés que ostentó durante muchos años un establecimiento en el número 5 de la plaza de Las Tendillas, denominado Suanfer. En este local, abierto en 1975 y que dirigió durante más de tres décadas, vendía ropa de señora y de caballero.

Era hijo de Fernando Berdud Horrillo, que era dueño de Tejidos Fernando, que tenía un almacén de ropa de niño, mujer y caballero, cortinas, ropa de hogar y otras telas en la plaza de La Compañía. Fue allí donde Fernando aprendió de primera mano el mundo del comercio textil.

Estaba casado con Paquita Bernabéu Galisteo, con la que tuvo cuatro hijos (Ana, Susana, Fernando y Curro). De hecho, a Fernando le encantaba disfrutar de su familia y sus amigos; su alto en el camino era siempre tomarse su copita de vino con sus grandes amigos, como Luis Muñoz, Rafael Sastre, Miguel Molina, y todos los comerciantes de la época. Lo hacía en Pepe El Pisto y Chico Medina, Círculo Taurino, Círculo de la Amistad, Taberna Góngora, así como en las tabernas que había alrededor de Las Tendillas.

Fernando es el tercer miembro que falta de los Amigos del Cuadro. Concretamente, en un emotivo texto enviado por este colectivo, se recoge que «Fernando representó el papel de Hefesto, el dios griego del fuego, el que hacía brillar (con sus bromas y dichos) las sonrisas y carcajadas de los integrantes del grupo». También recoge el escrito que «Fernando nos dio testimonio y ejemplo de su cristianismo por su amor a los niños y su entrega en el trabajo con la selección y ‘saneamiento’ en el ropero de Cáritas Parroquial para los más necesitados, sin prejuicios y sin acepción de personas. Y cuando, entre amigos fraternos, esta amistad pudiera conocer tormentas, truenos y relámpagos, siempre renacía sin cesar porque sobrepasaba la media común de la amistad humana; y no conoce las barreras que separaba a los hombres».