ENTREVISTA | María Sánchez Veterinaria y escritora ganadora de una Medalla de Andalucía 2023

«La medalla es para los hombres y mujeres del campo, que sin haber ido a la escuela son catedráticos»

“La pandemia ha traído momentos de lucidez y el redescubrimiento del mundo rural”, asegura

María Sánchez, veterinaria y escritora, recibirá la Medalla de Andalucía.

María Sánchez, veterinaria y escritora, recibirá la Medalla de Andalucía. / JOSÉ GONZÁLEZ

Araceli R. Arjona

Araceli R. Arjona

María Sánchez, la veterinaria cordobesa que recibirá este martes la Medalla de Andalucía, vive a caballo entre el norte y el sur de España. Su trabajo con las asociaciones de razas autóctonas en peligro de extinción la lleva a recorrer a menudo la península de punta a punta, alternando el trabajo de oficina con las salidas al campo. La noticia del premio le llegó estando en Galicia, donde pasa largas temporadas. 

Usted es veterinaria como su padre y su abuelo, pero tiene además un apego al campo que llama la atención en una joven que se ha criado en una ciudad. ¿Cómo se cultiva ese amor a lo rural desde una capital?

Bueno, yo nací en Córdoba porque mi padre se fue allí a trabajar y con él mi madre, pero toda mi familia es de la Sierra Norte de Sevilla, de las Navas de la Concepción, y es allí donde he pasado muchos fines de semana, todas las vacaciones, todos los festivos y donde está el campo de mi familia. La familia de mi padre tenía un rebaño de cabras de leche, hacíamos queso fresco y ese vínculo ha estado siempre ahí, también por mi familia materna, que cultivaba su propio huerto, hacían la campaña de la aceituna... Eso se lleva en la sangre. Yo siempre tuve muy claro que quería ser veterinaria, pero un tipo muy concreto, trabajando en algo relacionado con el campo, ayudando a la ganadería extensiva, a las ganaderas, a los pastores. Al final, cuando eres mayor, vuelves a esa niñez. Yo no sería ni la veterinaria ni la escritora que soy sin esa infancia que tuve.

Defiende a capa y espada la ganadería extensiva. ¿Qué es lo que no sabemos y deberíamos saber para entender la importancia para el futuro del planeta?

Gran parte de las razas autóctonas están en peligro de extinción y, en Andalucía, la mayoría están ligadas a espacios naturales protegidos como son los parques naturales y los parques nacionales. Sin esas razas, no sería posible ese paisaje que tanto nos gusta y tanto queremos. Esas razas, como no son rentables para el sistema, están en peligro de extinción, pero en la situación de emergencia climática en que nos encontramos son las mejores porque conservan el territorio, la biodiversidad, son las mejores aliadas para prevenir los incendios forestales, que cada vez son más peligrosos y más frecuentes, producen alimentos de alto valor ambiental y de calidad. Ahora que tanto vemos que los alimentos procesados de las grandes industrias nos enferman, contaminan, producen enfermedades... deberíamos tener esto en cuenta. Además, fijan población, generan empleo y son el ejemplo perfecto del vínculo de una persona, el territorio, el animal o una semilla. 

¿Ha notado que después de la pandemia ese discurso cale más? ¿La gente está más receptiva a escuchar esos mensajes?

A mí me gusta mucho una cosa que dice una activista boliviana, Silvia Rivera Cusicanqui. Ella habla del pachakuti y viene a decir que cuando la tierra sufre por muchas circunstancias, peligros, conflictos, se generan grietas y ella habla de que, en esas grietas, se forman nuevos espacios y hay como segundos de luz y de lucidez. Esos segundos de lucidez que nos ha traído la pandemia han hecho que mucha gente que vive en la ciudad se haya dado cuenta de lo necesario que es para ellos ver un pájaro o un árbol. Yo he visto a muchas amigas que nunca se habían preocupado por los pájaros que ahora los miran y los reconocen, me preguntan, se preocupan por lo que comemos... Ha habido un redescubrimiento del mundo rural y una conciencia que, por fin, está ayudando a redignificar los oficios y saberes de los hombres y mujeres del campo. Necesitamos que eso vaya a más, pero sí, yo diría que hay una conciencia, que la gente se está dando cuenta. A mí no me gusta culpar a los consumidores porque mucha gente desconoce las razas autóctonas, no sabe lo que generan en un territorio. Por eso es muy importante tener acceso al conocimiento con cosas tan sencillas como que en un colegio los niños tengan un huerto o, como se hace en Francia, que los padres y madres vayan a conocer a los productores para elaborar el menú escolar. Si conocemos eso, cambian las cosas. Para valorar algo, hay que conocerlo primero. 

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Cuando trabaja en zonas distintas de España, ¿nota que haya sensibilidades distintas en estos temas según el territorio?

En Galicia, el componente rural está más cercano, más presente, porque el sistema es totalmente diferente al andaluz. En el pueblo donde estoy, hay una máquina de leche de un ganadero que está a 10 kilómetros y puedes ir con tu botella de cristal a recoger la leche de la ganadería que está al lado. Los pueblos son muy diferentes. Hay una cosa que me sorprendió mucho y es que todos los días a la hora de comer anuncian por la radio los nombres de los muertos. Y eso se debe a que en estas aldeas, las casas están muy dispersas. En Andalucía, cuando muere alguien se tocan las campanas, sales, te enteras, pero aquí no porque las familias viven muy aisladas unas de otras. Esas diferencias chocan mucho porque muestran que hay otra forma de habitar en la tierra, aquí todo el mundo tiene un prado, un huerto, animales... Dentro de Andalucía, hay también diferencias brutales. Por eso hay que romper con el relato simple cuando hablamos del campo. Por eso me gusta hablar de medios rurales porque hay muchas circunstancias distintas, mucha historia y cada territorio es diferente. No podemos hablar de un modelo de pueblo ni pensar que las necesidades son las mismas para todos.

¿De dónde cree que puede venir el relevo generacional que necesita el medio rural?

Tenemos un problema muy grande que es el acceso a la tierra. Hay muchos jóvenes que van a la escuela de pastores de Andalucía porque tienen ganas de emprender, de tener una pequeña ganadería de cabras, de ovejas y se encuentran que no tienen recursos para comprar una tierra o para montar las instalaciones necesarias para la ganadería. Y eso es fundamental. Necesitamos facilitar el acceso a la tierra y a una vivienda digna. Si se pusieran esas facilidades nos sorprendería la cantidad de gente joven que quiere incorporarse o simplemente quiere dar relevo generacional a su familia o de algún vecino conocido. En uno de los proyectos con los que trabajo con la Universidad de Córdoba, estamos analizando esto, entrevistando a ganaderos y a pastores, entre ellos, a jóvenes emprendedores, y es muy curioso que todos tienen los mismos problemas, los mismos impedimentos, todos piden lo mismo cuando les preguntas cómo podríamos incentivar que la gente se dedicara a esto. 

«Necesitamos facilitar a los jóvenes el acceso a la tierra y a una vivienda digna»

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¿Sería una solución para la España vaciada?

Podría ser una de las soluciones. Obviamente, no todo el que vive en un pueblo tiene que ser ganadero o pastor, no podemos olvidar que el sector primario ocupa mucho peso en el mundo rural. Hablamos mucho de teletrabajo, pero ¿qué pasa con el tierratrabajo? También hay que reivindicarlo, cuidarlo y que haya unas condiciones dignas de trabajo para que los jóvenes puedan emprender. Para esa España vaciada, es muy importante también el acceso a la vivienda digna, insisto.

El caso es que hay muchas casas vacías en los pueblos.

Sí, pero yo me encuentro con muchos conocidos a los que les gustaría tener una casa en un pueblo y las casas que encuentran o están que se caen o cuestan un dineral. El sueldo que tenemos hoy en día los jóvenes lo pone muy complicado. Yo llevo tres años buscando casa en Galicia. Aquí hay miles de casas vacías, pero vemos que hay mucha gente que tiene una casa que se está cayendo, pero tiene un vínculo emocional con ella y aunque no va, prefiere que se caiga, antes que venderla. O gente cuyos hijos están fuera, pero creen que van a volver algún día... Y esas casas están ahí muertas de risa. Sería muy importante dar ayudas para impulsar la compra o el alquiler social. Recuerdo un encuentro en un pueblito de Teruel en el que los mayores nos recriminaban a los jóvenes que no queríamos vivir en el pueblo y les poníamos ejemplos de precios de casas. También hay esa idea de que a la gente joven le encanta vivir en las ciudades, pero tú hablas con jóvenes que viven en ciudades como Madrid, compartiendo piso con más de 40 años, el tiempo que pasan en el cercanías, el ritmo de vida... Hay mucha gente a la que no le gusta eso. Si de verdad se facilitara, muchos se irían de la ciudad. Con el confinamiento se hablaba de gente que se iba al pueblo, pero era gente con privilegios, con dinero, podían permitírselo, pero no se habla de quienes se quieren quedar en su pueblo y no pueden, los que se van a la ciudad para poder trabajar y tener algo. Hay que cambiar el relato y para eso hay que cambiar la mirada. 

"Hay esa idea de que a la gente joven le encanta vivir en las ciudades, pero tú hablas con jóvenes que viven en ciudades como Madrid, compartiendo piso con más de 40 años, el ritmo de vida... Hay mucha gente a la que no le gusta eso"

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También hay mucha gente que ha vivido siempre en la ciudad y no tiene un referente rural para poder elegir lo que más le gusta.

Por eso siempre digo que me considero una privilegiada por haber tenido mi pueblo. Yo creo que todo el mundo debería conocer este modo de vida. Cuando salió el libro Tierra de mujeres fue muy bonito porque mucha gente me escribió y me contó que se ha puesto a indagar y aunque pensaban que no tenían pueblo, habían descubierto que su bisabuelo era de un pueblo, habían hecho esa geneaología y habían ido a conocerlo. Me pareció precioso.

¿El paisaje rural actual está más poblado por mujeres?

No sé los porcentajes, pero por lo que yo veo, las mujeres están liderando los proyectos más innovadores, más chulos, más interesantes en los medios rurales. Por ejemplo, las secretarias de las asociaciones de razas autóctonas en peligro de extinción son mujeres, las que están haciendo los proyectos de soberanía alimentaria, las iniciativas para acercar el productor al consumidor, el impulso de la red local, la agroecología, las que están luchando contra las macrogranjas también son mujeres. Están ahí trabajando por un medio rural vivo. 

¿A quién le gustaría dedicar la Medalla de Andalucía?

Pienso mucho en mi familia, pero también en todas esas mujeres y hombres del campo que no han ido nunca a la escuela y que son catedráticos porque en sus manos tienen saberes y buenos haceres que no se aprenden en la Universidad. Ese saber del territorio, de los tiempos del campo, ese vínculo brutal con el campo uno lo tiene que vivir. Ahora se está redignificando su labor y sus saberes, pero hasta hace muy poco, lo hemos despreciado y no hemos reparado en ellos. Me gustaría que esa medalla fuera para esos custodios del territorio que hacen posible esos paisajes que tanto nos gustan.

Me gustaría que esa medalla fuera para esos custodios del territorio que hacen posible esos paisajes que tanto nos gustan"

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En su faceta literaria, tiene un proyecto entre manos que se llama Almáciga. Un vivero de palabras del medio rural. ¿Cuáles son los términos más curiosos con los que se ha topado últimamente?

Hay muchas, pero diría una palabra que me pareció muy bonita y que me regaló una amiga de mi madre de Córdoba, Manola, que falleció hace poco. Ella y su hermano me regalaron un pendrive lleno de palabras que habían recopilado y, entre ellas, había una preciosa que es Seher. Yo pensé que se la había inventado, pero no. Es el nombre que se da «al viento de la mañana que crees que ayuda a las plantas del huerto a crecer», un viento bueno. Esa palabra me pareció poesía pura. Almáciga está muy vinculada a Manola y siempre me gusta traer esa palabra en recuerdo a ella porque era una mujer muy inteligente y muy buena.

Ahora están de moda los alimentos kilómetro 0. ¿Cree que será algo pasajero?

Lo bueno de las modas es que traen al debate cosas que necesitamos hablar y que se vean. Más allá de la demanda, hay gente que se está preocupa. Todo lo que sea conocer y debatir me parece maravilloso. Con los libros sobre despoblación pasa igual, son una moda que ha puesto sobre la mesa muchas cosas. Y mucha gente a través de estos libros ha sentido que su historia y su pueblo merecían la pena. Se han quitado eso que había antes cuando ser de pueblo estaba mal visto. De un tiempo a esta parte, decir que eres de pueblo es lo mejor del mundo. Antes nos avergonzábamos, el que se quedaba en el pueblo no servía para nada, quedarse era sinónimo de fracaso y con esto ha habido una valorización y, de nuevo, de redignificación.

¿Cuál es su sueño en este momento de su vida?

Seguir dedicándome a lo que me dedico, trabajar en lo que me gusta es para mí todo un privilegio. Me gustaría tener salud y que la gente a la que quiero esté bien.

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