365 DE LA INVASIÓN DE UCRANIA

Córdoba, un año como refugio para los que huyeron del horror

El 38% de los ucranianos atendidos en la provincia por Accem se han ido | La mayoría de las mujeres que se han quedado tienen empleo y vivienda

Araceli R. Arjona

Araceli R. Arjona

"Ucrania sufre un nuevo ciberataque contra el Gobierno y el Parlamento y se prepara para un ataque ruso». Este fue el titular del día 23 de febrero del 2022. Al día siguiente, se confirmaba el peor escenario: «Putin desafía a Occidente y lanza la guerra total contra Ucrania». Empezaba así un conflicto bélico al que todos querían ver un final a corto plazo, pero que se ha ido alargando hasta cumplir este viernes un año activo. Desde entonces, más de 168.000 ciudadanos ucranianos, la gran mayoría mujeres y niños, han cruzado Europa por sus propios medios o en los autobuses que fueron en su busca gracias a las oenegés y a los particulares que salieron de forma espontánea hasta llegar a España en busca de asilo. Más de 700, según fuentes del Ministerio del Interior, han solicitado en este año la protección temporal en la provincia de Córdoba, donde aún permanecen en torno al 60% de los que llegaron.

No hay cifras exactas. Según los datos nacionales, un 52% de los acogidos en España siguen aquí y de ellos, casi un 20% (hay que tener en cuenta que muchos son menores) está trabajando. Según Accem, organización encargada de la primera acogida en la provincia, en los últimos 12 meses han recibido a 193 ucranianos que huían de la guerra, casi un 30% del total, de los cuales en torno al 40% no se han quedado. «Se han marchado por distintos motivos, el regreso a Ucrania o el traslado a otros estados de la Unión Europea entre otros», explican.

Alex y Alexia con sus hijos, que han sido acogidos por Chari y su marido en Cabra.

Alex y Alexia con sus hijos, que han sido acogidos por Chari y su marido en Cabra. / CÓRDOBA

179 menores ucranianos escolarizados en Córdoba este curso

Gran parte de los refugiados expulsados de su país por la guerra eran menores, lo que se refleja en las aulas de los países receptores. Solo en la provincia de Córdoba, según fuentes de la Delegación de Educación, el curso pasado fueron escolarizados en las distintas etapas educativas 150 menores que conforme fueron empadronándose en los municipios de llegada y estabilizando su situación, se incorporaron a las aulas con las clases ya en marcha, entre marzo y junio. En septiembre, con el inicio del nuevo curso, la cifra se elevó a 179.

Córdoba Acoge, una de las entidades encargadas de las siguientes fases de atención a los refugiados, ha atendido a 9 familias, de las cuales cinco han vuelto a su país y de las que quedan, dos están viviendo ya por su cuenta y las otras dos, mujeres solteras con varios niños y cargas familiares, están en los alojamientos transitorios con que cuenta la organización para estos casos. «En este año, las mujeres y los niños han necesitado mucha atención psicológica para intentar superar el estrés postraumático y los altibajos emocionales asociados a lo que han vivido», explica Helena del Vando, responsable del programa de familias de Protección Internacional de Córdoba Acoge, «tenemos una madre con cuatro hijos menores y otra mujer que llegó a Córdoba con su hermana y su hija». El compromiso de integración les obliga a aprender el idioma aunque muchas aún no saben si se quedarán o volverán. «Viven con ese dilema de querer recuperar sus vidas en su país, reencontrarse con sus familiares... mientras ven que con el paso del tiempo sus hijos van poco a poco echando raíces, haciendo amigos...». Se embarcaron solas con sus hijos en un viaje de horror que esperaban sería de ida y vuelta y viven pendientes de las noticias sobre Ucrania y de los movimientos de Putin.

Actividades de Córdoba Acoge con familias ucranianas.

Actividades de Córdoba Acoge con familias ucranianas. / CÓRDOBA

Doctora en Ciencias trabajando en el CSIC en Córdoba

Yuliia Kobyrenko es una de las madres que huyeron de la guerra. Doctora en Ciencias por la Universidad de Lviv e investigadora del Instituto de Agricultura de la región de los Cárpatos, con dos hijos, cuando estalló la guerra se vio obligada a huir a Polonia para poner a salvo a los niños. Su ciudad, un núcleo industrial, fue sido bombardeado desde el inicio del conflicto. «Mi hija tenía 4 años y mi hijo, un año y ocho meses», explica. Se fueron de Ucrania «con la esperanza de que volveríamos pronto, pero entonces los rusos empezaron a matar brutalmente y raptar a los menores y decidí que regresar era demasiado peligroso». Recibió entonces una oferta para trabajar cuatro meses en Polonia y más tarde para colaborar en un proyecto de dos años en Córdoba en el Instituto de Agricultura Sostenible del CSIC, donde trabaja desde septiembre pasado. Según relata, aunque aquí hay paz y seguridad, vive preocupada por lo que ocurre en Ucrania. «Mi corazón sigue allí, donde los rusos están matando a mi gente», afirma, «pero confío en que los ucranianos protegerán nuestra tierra porque somos un pueblo fuerte». 

Córdoba refugio de los ucranianos que huyeron del horror de la guerra

Actividad de Córdoba Acoge con familias ucranianas.

Ana Perevoznyk tiene 41 años y llegó a España el 7 de febrero, días antes de que empezara el conflicto. «Mi padre vive en Córdoba y hacía tiempo que se hablaba de que algo así podía pasar aunque el Gobierno intentaba que no cundiera el pánico, así que me pidió que viniera con él», explica en un español muy fluido. En ese momento, teletrabajaba en márketing digital para una empresa. Atrás dejó su piso, en el que ahora vive una amiga que lo perdió todo y que no ha querido salir de Ucrania. «Mi ciudad es Dnipro, el aeropuerto fue bombardeado el primer día y el 14 de enero fue noticia por una de las mayores tragedias de civiles con 45 muertos», explica. Muchas de las amigas de Ana que huyeron hace meses han decidido volver. «Yo no tengo marido o familia allí, pero ellas sí y no quieren estar lejos de los suyos», comenta. Sobre la acogida en España, Ana asegura que no hay queja posible. «Los españoles y los cordobeses en particular se han volcado, estamos muy agradecidos, ha habido una ola de solidaridad para repartir alimentos, ropa, todo lo necesario». En este momento, Ana está estudiando un curso para poder trabajar en marketing digital en España a través de un proyecto de la UE para personas desempleadas. «No sé qué pasará en el futuro, pero ahora mismo no quiero volver».

Tampoco se plantean volver Alexis y Alexia, el matrimonio acogido por Chari y su marido en Cabra. Padres de tres niños, un año después de la tragedia se han convertido en parte indisoluble de la familia de acogida. Como este periódico relató en su día, Alexis es un joven huérfano que de niño viajó a Córdoba varios años para pasar los veranos con Chari y su familia, creando un vínculo de cariño que ha dado sus frutos ahora. «Cuando me llamaron para decirme que estaban en peligro y que si podían venir, no lo dudamos», recuerda Chari, «él era como un hijo más en la distancia». El 19 de marzo del año pasado, se volvían a encontrar y desde entonces, «solo podemos contar cosas bonitas». Toda la familia ucraniana, desde el primero al último de los niños, que tiene dos años, habla español perfectamente en un ejemplo de integración. «Alexis está trabajando en el montaje de ferias durante la temporada y ahora arreglando las luces, los coches... él tenía claro que iba a trabajar en lo que saliera», explica su madre egabrense, «estuvieron con nosotros siete meses y después buscaron un piso de alquiler y ahora viven independientes, pero en contacto diario con nosotros». El matrimonio, sin referentes familiares en su país, no quiere volver, ya que ha encontrado unos padres en Córdoba mientras Chari y su marido, que tienen a sus hijos viviendo fuera, están felices de haber ganado 2 hijos y 3 nietos inesperados.

En la zona norte de la provincia, también se han forjado vínculos entre los refugiados y la gente local en el último año. La Fundación Cinco Caballeros ha sido una de las artífices de ese milagro. De las 68 personas ucranianas a las que han recibido desde que empezó la guerra, permanecen en Los Pedroches 16, el resto regresó a Ucrania o enfiló su camino hacia República Checa y Noruega. Entre los que permanecen, uno de los casos más paradigmáticos de integración es el de Alek, de 17 años, y su familia. Ella llegó con su abuela en agosto del año pasado y poco después se sumaron su madre, su hermano y la hija pequeña de una amiga a la que han convertido en familia. Ninguna hablaba español, pero ahora todos se comunican con fluidez. La madre de Alek ha encontrado trabajo y ella está estudiando un ciclo formativo de cocina. Además, por carambolas del destino, ha encontrado aquí el amor en un joven ucraniano que llevaba años en Pozoblanco y que ahora es su pareja. Lástima que la felicidad nunca sea completa, sobre todo, cuando hay una guerra de por medio. Además de la preocupación constante por lo que ocurre en su país, el padre de Alek sigue atrapado en Ucrania, donde no puede ir al frente ni tampoco salir. Su esperanza es que pronto se reúna con ellas.

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