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Bellido y Albás, en ‘Raíces’, en el Alcázar.Chencho Martínez

CRÓNICA POLÍTICA

Ni se baila ni se canta

El Alcázar ilumina la noche de Córdoba de las ‘Raíces’ a las mismas puntas | El Ayuntamiento alquila con opción de compra la Farmacia Militar después de jugar al cuento de ‘La lechera’

El Alcázar acoge desde el jueves un nuevo espectáculo de luz (mucha y de colorines), sonido (flamenco) y agua (de los estanques) que enciende desde las Raíces a las puntas la noche cordobesa e incrementa la oferta de ocio nocturno de una ciudad ávida de pernoctaciones. Dirá usted, y con razón, que habrá que alimentar de turistas los tropecientos hoteles que estamos construyendo en la ciudad. 

La primera teniente de alcalde y delegada de Turismo, Isabel Albás, estaba exultante la noche del estreno, después de haber logrado culminar el Tourmalet de esta licitación y sortear un tortuoso eslalon sembrado de dudas administrativas, jurídicas y políticas. De hecho, la oposición y más de un compañero de gobierno dudaron hasta el último momento de que llegaría el día del estreno. Pero el día del estreno llegó y fue un escándalo raphaeliano. Sea dicho que la primera experiencia de quienes asistimos al evento fue no tanto inmersiva (es así como la empresa responsable se refiere a su espectáculo) como experiencia de rebaño lanar, ya que al grito de «¡primero las autoridades!», los 400 invitados (se flexibilizó mucho el término autoridad, la verdad) siguieron al creador del espectáculo, como el que sigue al flautista de Hamelín. Lo demás fue un rodar por los cinco espacios que plantea el montaje, aturdidos por las sensaciones y las led, embriagados con las fragancias de la noche y castigados por la presbicia y la niebla que, sinceramente, desconozco si era real o artificial pero parecía muy auténtica. La fortaleza que acogió un día a la reina Isabel, aquella que mandó parar la noria de la Albolafia molesta por su ruido y parió ahí mismo a toda una infanta (María de Aragón), se dragqueeniza para ofrecer una nueva perspectiva del patrimonio, arriesgada, distinta y casi lisérgica, más acorde al turismo de la época. 

Hay quien dijo que se iba de allí más enamorado, más extasiado, más obnubilado que nunca; y quien juró no repetir por miedo a caerse al pilón y tener que emerger de las aguas como Venus Afrodita pero en plan cutre. Cuestión de gustos que solo despejarán acudiendo al espectáculo del Alcázar, en el que ni se baila, ni se canta, pero que no se pueden perder. Dicho queda.  

Esta semana, además, el Ayuntamiento ha rubricado con el Ministerio de Defensa un acuerdo (uno más y van tres este año) para alquilar por 50.000 euros anuales la antigua Farmacia Militar de Lepanto. A partir del 1 de diciembre, el Consistorio tendrá las llaves para hacer allí un centro de participación activa, ampliar la sala de estudio de la colindante Biblioteca Central y trasladar parte de los fondos documentales del Archivo y de la Gerencia de Urbanismo.  

Después de una década en la que hasta dos equipos de gobierno han estado jugando al cuento de La lechera con este equipamiento militar (en sus planes fue mercado de abastos, mercado gourmet...), el alcalde, José María Bellido, le pone el cascabel al gato proponiendo una solución: alquilarlo con derecho a compra para que el inmueble pase tarde o temprano al inventario municipal. El próximo Gobierno local tendrá que rematar la faena dándole contenido al continente y convirtiendo 4.600 metros cuadrados de salas vacías en equipamientos para uso y disfrute de la ciudadanía. Aunque eso será ya cantar de otra Corporación.

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