Diario Córdoba

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REPORTAJE

Refugiados de Ucrania en Córdoba: De vivir sola a ser familia numerosa

Inmaculada vivía sola en su piso hasta que decidió acoger a tres personas refugiadas y a su perro / Los gastos se han multiplicado pero pesa más el deseo de ayudar

Hannah, Artem, Inmaculada y Katerina se han convertido en familia.

Inmaculada B. es una mujer cordobesa, empleada de banca, que vivía sola hasta hace apenas una semana. Según relata, tiene una amiga ucraniana que le hizo ver cómo todas esas imágenes que vemos por la tele sobre la guerra estaban pasando a personas muy cercanas y entendió «lo que podía venir aquí». Así que cuando Agricultores por Ucrania le ofreció la posibilidad de acoger a una familia, no lo dudó. «Yo vivo sola en un piso de tres habitaciones, pensaba acoger a una persona o dos, como mucho, pero luego me dijeron que estaba esta familia, una madre de 42 años, su hija de 26 y el niño de 8 años, que venían con su perrito Chiki, y decidí hacerlo».

"No hablan español y muy poco inglés», comenta, «y como el traductor de Google a veces dice muchas tonterías, hemos acabado entendiéndonos por signos, necesitan desahogarse tanto que a veces ni lo pongo, solo digo que sí y sonrío». Kateryna, Hanna y Artem proceden de una ciudad a 100 kilómetros de Kiev donde hay tres centrales nucleares. Según lo que han contado a Inma, el marido de Kateryna no ha sido reclutado, pero no puede moverse de casa por si bombardean la zona y lo necesitan. La madre era cajera en un supermercado, la hija esteticien y el marido trabaja en una industria de la zona. «Tenían una casa muy bonita, me enseñan muchas fotos de su vida anterior y lo guapas que estaban, en este tiempo han perdido 6 kilos», comenta Inmaculada, «salieron con muy poca cosa y estuvieron en un colegio con otros 100 refugiados hasta que les ofrecieron viajar a España». Fue un viaje muy largo, de tres días y llegaron agotadas y muy asustadas. «Al día siguiente, hablaron entre ellas y me dijeron que se iban, que se volvían a Ucrania», comenta, «vivir en casa de alguien desconocido en un país extranjero, con un idioma extraño después de lo que han pasado y aceptar sus normas no debe ser nada fácil». 

Inmaculada logró tranquilizarlas y poco a poco las cosas han mejorado. «Yo trabajo fuera de casa, así que se apañan solas, van a comprar y cuando llego han hecho la comida», señala, «están deseando contactar con otras personas ucranianas para ayudar». Lo que ocurre en Ucrania lo tienen muy presente, no dejan de recibir mensajes y llamadas desde allí, muchas noches se las pasan en vela, llorando, les cuesta dormir.

Los gastos en casa se han multiplicado. «Yo vivía sola y ahora somos cuatro, además ellas vienen con mucho frío y tengo que poner la calefacción y radiadores para que estén bien», explica, «afortunadamente, otras familias me están ayudando con ropa y otras cosas y, de momento, vamos tirando con mis ahorros, no quiero pensar en la factura de la luz», bromea. Ya tienen los NIE, pronto escolarizarán al menor y empezarán a ir a clases de español. De inicio, Inmaculada ha firmado un compromiso de acogida de tres meses, «pero yo estoy feliz, son ya como de la familia, el niño da mucha alegría y mientras pueda, no tengo problema en que se queden».

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