Contar lo que le pasó aún le cuesta trabajo. Han pasado ya nueve meses y Francisco Poyato aún recuerda perfectamente la sensación que sintió el 5 de junio del año pasado, cuando se despertó en casa sin fuerzas para levantarse de la cama. «No sabía lo que me pasaba, pero no podía mover las piernas». Profesor de Educación Física prejubilado, aficionado al ciclismo y deportista nato, sin motivos aparentes, aquella mañana sufrió un episodio severo del síndrome Guillain Barré, que provoca parálisis en todas las articulaciones y puede afectar a la respiración y la deglución. 

Aunque él no lo recuerda porque en cuestión de horas entró en coma, su médico, el neurólogo del hospital Cruz Roja, Roberto Valverde, indica que la afectación que sufrió fue tan brusca y repentina que no solo perdió la fuerza de las cuatro extremidades sino que la parálisis subió al aparato respiratorio, limitando la capacidad deglutoria, lo que obligó a entubarlo para que no se ahogara. Según Valverde, «le puede pasar a cualquier persona, no hay una condición especial para sufrir este síndrome» que en el caso de Francisco Poyato pasó en muy poco tiempo del hormigueo a la pérdida total de fuerza y la tetraplejia. «Es una enfermedad rara e infrecuente cuya causa se desconoce, pero se produce porque el sistema inmunológico del individuo ataca a los nervios del cuerpo». Lo importante para garantizar una recuperación total del paciente con la medicación adecuada es «actuar rápido».

Afortunadamente, la reacción del enfermo fue rápido y acudió al hospital Cruz Roja de inmediato, donde el equipo del Instituto de Neurociencias, ante la sospecha de un cuadro de Guillain Barré realizaron una punción lumbar, un análisis del líquido cefaloraquídeo y un estudio de neurofisiología que permitió diagnosticarlo. Pese a todo, Francisco Poyato, pasó varias semanas en coma y cuatro meses y medio hospitalizado hasta que en octubre, tras una breve recaída, recibió el alta definitiva. Mes y medio después, volvía a pasear solo y a coger la bicicleta.

«Recuerdo que cuando salí del coma moví un dedo y una enfermera avisó a los médicos», explica, «a partir de ahí, he tenido que aprender a andar de nuevo y recuperar el movimiento a base de mucha rehabilitación». No ha sido tarea fácil. «Perdí 30 kilos», comenta afectado, «hay cosas que no recuerdo y no quiero revivir porque me resultan dolorosas, pero estoy muy agradecido con el trato que he recibido, sé que he estado en manos de un equipo fantástico». Tras la última sesión de inmunoglobulina, no toma ningún tratamiento más allá del ejercicio diario. Según Roberto Valverde, «el trabajo coordinado y el contar con un equipo multidisciplinar, que ha permitido un diagnóstico urgente, ha sido clave para que Francisco pueda estar totalmente recuperado hoy». Y sin secuelas.