Juan Antonio Luna García es un funcionario del Ayuntamiento de Cabra, de donde es natural, que reside en Lucena y que viajó con destino a Ucrania para correr la misma suerte que su mujer y sus dos hijos, de 4 y 6 años, todos ellos ya a salvo en territorio de la Unión Europea. Los pequeños, están con su padre en Lucena, y Rokslana, la esposa, espera en Cracovia (Polonia) coger hoy un vuelo hacia España, ya que la ruta de regreso de su marido y los menores a través Bristol (Reino Unido) le está vedada a los ucranianos que no tienen permiso de residencia en Gran Bretaña.

«Más que con ánimo de rescatarles, no soy un comando de los GEO, era para tener la oportunidad de estar con ellos y afrontar en familia todo lo que viniese, por supuesto, sacarlos de allí, más que sacarlos, salir juntos», confesó ayer sobre las intenciones de su viaje a Ucrania Juan Antonio Luna en una conversación con la Agencia EFE

Luna ha reconstruido lo vivido desde que la Federación Rusa invadió Ucrania el 24 de febrero. Rokslana, Martín y Diego estaban visitando a la madre de la primera y abuela de los pequeños desde el 21 de enero y «pensaban volver la semana pasada», una previsión rota por la invasión, relata Luna.

Se encontraban en Ukrayinka, a 65 kilómetros al sur de Kiev, cuando las tropas de Putin violaron territorio soberano ucraniano, momento tras el que, primero por correo electrónico, y después por teléfono, Juan Antonio contactó con la Embajada de España, donde le informaron de que a las 9 de la mañana del viernes 25 salía un transporte con españoles hacia la frontera polaca. La distancia de su familia de la capital, «con las carreteras colapsadas por la salida en desbandada, una noche de por medio, con dos niños de 4 y 6 años y mi mujer sola» iba a hacer que no llegasen «de ninguna manera».

La opción de que se formase un segundo convoy, que se le ofreció como posibilidad, se descartó. Incluso le indicaron que cerraban la misión diplomática en Kiev y que se trasladaba a Lviv.

Juan Antonio se encuentra a más de cuatro mil kilómetros de su familia, cuarenta horas de carretera. «Estoy todo el viernes lamentándome de la mala pata, de la mala suerte y, al fin y al cabo, decidiendo lo que iba a hacer, pero, en principio, no iba a hacer nada, lamentándome de qué iba a ocurrir, qué día iba a llegar la invasión, si iba a afectar a los civiles, las posibilidades de escape de allí de mi mujer y mis hijos, etcétera, etcétera», recuerda once días después.

Por Rokslana conoce que no dispone ni de coche, ni ningún otro tipo de transporte, que «no hay nada», pero también que ella y sus dos hijos se han desplazado «a una ciudad al Sur de Kiev, a un pueblo muy tranquilo que es donde paso las vacaciones, a una propiedad de mi suegra», Dermezna, «donde, de hecho, todavía no hay presencia de tropas, está en el cuadrante Suroeste, que todavía los rusos no lo tienen controlado».

Tras pasar la noche en vela, decide «que no puedo quedarme aquí« y opta por coger «el primer vuelo directo que hay Málaga-Cracovia». La elección no es gratuita. En la capital cultural polaca reside un matrimonio amigo, donde la mujer es compañera de la Universidad de Kiev de la esposa de Juan Antonio, doctora en Lengua y Literatura Española e Inglesa. De hecho, imparte desde Lucena mediante Skype clases de español a estudiantes de varios países.

Su intención es penetrar en Ucrania por las tres opciones que le ofrecen en Cracovia: autobús a Lviv, transporte privado que penetra doscientos kilómetros en suelo ucraniano o en tren Varsovia-Kiev.

Cuando ya tiene el billete entre las capitales de Polonia y Ucrania, Carlos Alsina le hace una entrevista en Onda Cero y la productora del programa, María Jesús Moreno, le da un contacto por si le pudiera ser de utilidad. Se trata de «una gente que trabaja desde Oviedo y Praga que va a una velocidad de relámpago, que tiene la ONG en constitución». Juan Antonio explica que disponen de una red de familias que acogen a refugiados en las distintas escalas y conocen los transportes en suelo ucraniano, pero que no pueden llegar a donde está su familia, en la «zona cero».

Rokslana tiene que llegar con sus hijos de forma autónoma a Vinnytsia, donde los acogerá una pareja hispano-ucraniana. Quien les facilita el trayecto desde Dermezna es un matrimonio amigo, que se había desplazado como ellos allí cuando empezó la invasión, y que había obtenido el combustible en un pueblo cercano.

En Vinnytsia cogen un Green Bus y la opción era que los esperase en algún punto de la frontera ucrano-polaca, pero «resultó que el autobús iba con destino a Cracovia, era como si se hubiese abierto el cielo, a la estación a siete minutos de donde estaba alojado». 

Los menores volverán la semana que viene al cole

Juan Antonio Luna ya se encuentra en Lucena junto a sus hijos Martín y Diego, de 4 y 6 años. A la vuelta, su mujer, Rokslana, que no ha podido continuar el viaje y aún se encuentra en Bristol a la espera de un nuevo visado, por lo que espera que llegue hoy a España. Así, ya desde la tranquilidad, Juan Antonio ha agradecido las muestras de cariño hacia su familia en momentos de especial dificultad. Su mujer y sus dos hijos viajaron a Ucrania para visitar a su familia, en una zona rural a unos 60 kilómetros de Kiev. Par el encuentro ha sido fundamental el apoyo de la ONG española Ayuda a Ucrania. 

El expolicía añadía sobre los menores que será la próxima semana cuando vuelvan al colegio para retomar la normalidad, aunque apuntaba que ellos, por su edad, apenas ha apreciado el verdadero peligro de la situación que se vive en Ucrania. Su hijo Martín preguntó a su madre estando allí: ¿Qué pasa que la gente está atrapada?

En su calidad de presidente de la Asociación Benéfica Miguel Vacas, en la cual años, ha posibilitado que centenares de niños ucranianos disfrutasen de largas estancia en España, alejados de tragedias como la de Chernóbil. Ahora, toca reiniciar contacto para intentar dar acogida a miles de personas que necesitan refugio.