Ubicado en el entorno de El Brillante, en la calle Vandalino, el colegio Bética Mudarra se integra, casi como si estuviera suspendido, en el paisaje. Por sus aulas pasan niños y niñas que aprenden en igualdad con la intención de ir a la universidad en el futuro. Esta estampa, por lo general, habitual no lo fue tanto en otras épocas, cuando la enseñanza mixta era escasa como lo era la presencia de la mujer en el mundo académico, reservado, sobre todo, para el género masculino mientras ellas debían resignarse al cuidado del hogar. A principios del siglo XX, una asociación de intelectuales surgió para dar la vuelta a esta y otras normas sociales. En 1911, Pedro Poveda lidera la fundación de una agrupación de intelectuales católicos convencidos de que el conocimiento ilustrado no tenía por qué estar reñido con la fe. Con ese convencimiento, y una manifiesta intención de apoyo al desarrollo de la mujer, comienza a operar la Asociación de Fieles Laicos. Años después, con el crecimiento de dicha organización, Poveda cede el testigo de la dirección a Josefa Segovia, quien presenta ante el Papa la organización para su reconocimiento oficial. La Institución Teresiana funciona entonces de manera oficial, con gran presencia femenina e intención de instruir a las mujeres sin olvidar la misión evangelizadora. La Institución Teresiana celebra este año un siglo de su presencia en Córdoba. El primer acto tendrá lugar el próximo martes en Filosofía y Letras y será una conferencia impartida por la doctora en Historia y Archivera de la institución en España, María Asunción Ortiz de Andrés.

Imagen antigua de las terrazas exteriores. CÓRDOBA

En Córdoba la misión de la Institución Teresiana se materializa con la creación de la Academia de Enseñanzas Generales y Artísticas para la Mujer, ubicada en la plaza de la Concha y que, décadas y sucesivos cambios después, culminó con la construcción en 1959 del Colegio Institución Teresiana, un innovador proyecto que llevó a cabo el arquitecto cordobés Rafael de la Hoz. El edificio, todavía hoy innovador por su adaptación a la ladera de la montaña, fue construido de manera que se integrase en la naturaleza y potenciase en las aulas tanto la luz como la ventilación natural. Los materiales elegidos también destacaron por su sencillez, con los ladrillos vistos y las vigas de obra aprovechadas de manera que fuesen los arriates, cada uno de ellos situado bajo los ventanales de las aulas, muy amplios, para favorecer que el entorno privilegiado natural se colase dentro. Destacan, asimismo, las enormes terrazas de las plantas superiores, hoy terreno de juego para las recién construidas aulas matinales para niños de uno a cinco años de Infantil.

Entrada al colegio en la actualidad. A. J. GONZÁLEZ

Recuerdos

Quien puede contar muchas de las historias ocurridas tras los muros de ladrillo y los amplios ventanales es Amparo Velasco Carvajal, antigua alumna y exdirectora del centro, ahora profesora de Química del colegio a punto de jubilarse. Llegó allí cuando era «muy pequeña», en el año 63, antes de que la reforma educativa de 1970 diera lugar al Colegio Bética para alumnos de EGB y al Centro Mudarra para BUP, que, en conjunto, se constituyeron el Complejo Educativo Sierra. Las siglas de referencia, CES, continúan en la puerta del actual Bética Mudarra. Tras este se situaba hasta hace pocos años el Colegio Mayor Poveda, que sirvió de internado para las niñas que venían de los pueblos.

Entrada principal al colegio en una imagen de archivo. CÓRDOBA

Amparo Velasco era una de esas niñas, solo que su familia decidió trasladarse a vivir a Córdoba. «El primer recuerdo que tengo de mi infancia es estar entrando el primer día por las puertas del colegio, cogida de la mano de mi madre, antes de que nos recibiera la profesora María Vicenta Villar. Aquello me marcó mucho porque fue el comienzo de una de las etapas más felices de mi vida», rememora la profesora. Fue alumna hasta el 74, cuando formó parte de la primera generación de la Selectividad, antes de ir a la Universidad. En el año 2010 regresó como directora titular y directora de centro. Se jubilará pronto, este 2022. «Es como un ciclo entero de vida que se cierra», explica Amparo, emocionada de haber formado parte de la historia del colegio.

Interior de una delas aulas en la actualidad. A. J. GONZÁLEZ

Las alumnas más antiguas siempre hacen mención especial a la innovación en las técnicas educativas que seguían. Para empezar, aparte de las clases, las alumnas contaban con dos horas de trabajo personal cada día, de manera que debían organizarse según unos objetivos quincenales, tras los cuales completaban una ficha de autoevaluación. Este tipo de actividades favorecían la autonomía personal y la capacidad de autocrítica. Otra actividad frecuente era poner en común, en círculo, los conocimientos adquiridos tras las sesiones de estudio. «Construíamos el pensamiento crítico y el conocimiento entre todas, compartíamos datos y los completábamos con lo que hubiera investigado cada una», recuerda Amparo Velasco. «Aquello era novedoso para la época, recuerdo que recibíamos periódicas visitas por parte de otros centros, y hasta de alumnos de Japón», añade la antigua alumna. Todo ello, en un «ambiente familiar, de sentirse como en casa y con gran alegría», destaca.

Interior de una delas aulas en el pasado. CÓRDOBA

Al igual que Amparo, Rosario Moyano, otra antigua alumna, destaca la «mentalidad moderna» con la que recibían las clases, así como la «gran cantidad de herramientas para desarrollarse en la universidad y en la vida adulta». Según Amparo, «en una época en la que no era tan común que un alumno levantase la mano en una clase de universidad para hacer preguntas, yo no tenía problema en hacerlo porque me habían inculcado comunicación, asertividad y curiosidad». En la misma línea, Rosario destaca que «te creaban inquietudes con una formación integral que nos hacía sentir en igualdad, con una mentalidad abierta y de futuro».

Instalaciones de la guardería. A. J. GONZÁLEZ

Se trataba, y se trata, por supuesto, de un colegio católico, por lo que las enseñanzas religiosas estaban presentes. «Es curioso que cuando De la Hoz construyó el colegio decidió situar la capilla en el corazón del edificio y en un lugar muy visible, para que fuera de fácil acceso a todo aquel que pasase por allí», incide Amparo. Rosario Moyano, sin embargo, no recuerda un clima «especialmente agobiante» en lo que se refiere a las prácticas religiosas. «Había eucaristías, claro, pero no teníamos por qué asistir si no queríamos», comenta.

Imagen de las antiguas clases de Primaria. CÓRDOBA

Modernidad

El colegio Bética Mudarra pasó a ser mixto en los años 80 y desde entonces trata de modernizar sus métodos de enseñanza con respecto a los tiempos. Aunque ciertas filosofías y valores, novedosos desde sus inicios, se mantienen por haber sido ya de por sí un adelanto a la época. Un ejemplo es la integración social que persigue el centro hacia personas con discapacidad, así como la mentalidad de fomentar la igualdad desde el respeto a la diferencia, motivo por el cual el centro nunca ha incluido unifome, excepto el deportivo. En las zonas en las que la mujer todavía no puede desarrollarse en igualdad, como México o Perú, la institución sigue apoyando su formación a través de Intered, la oenegé de la Institución Teresiana. Para que un día todas puedan levantar la mano y alzar la voz.