El nombre elegido este año para la feria que se monta en torno a la torre de la Calahorra es bastante oportuno, Mercado del Renacimiento. Y lo es no tanto por la ambientación que presentan los tenderetes y expositores, que se podría analizar, sino por lo que ha venido a significar para la sociedad cordobesa del año 2022. Después de seis olas de virus covid, deltas y omicrones varios los cordobeses necesitaban renacer, salir, recuperar la calle. Y para eso exactamente ha servido esta atractiva propuesta que se extiende desde el viernes entre la pasarela de Miraflores el Puente Romano y las proximidades del hotel Hesperia, abarrotada durante todo el día de visitantes.

Y también se corresponde el nombre con la mentalidad renacentista, la apuesta decidida que hace el mercado por el disfrute del cuerpo, dejando atrás constricciones propias de momentos pandémicos, pues los cordobeses se entregaron sin cortapisas al disfrute de yantares y bebidas de todas las propuestas posibles. El cerdo, que rota sin cesar sobre las ascuas que lo van dorando, es el principal manjar a degustar, pero tampoco faltan los quesos, de todos los olores y procedencias, la repostería y hasta las patatas fritas, que con eso de haber descubierto ya América, se ve que se convirtieron en uno de los alimentos estrella de este lado del océano. Pero también se ve que se consumía en aquella época platos de las orillas del Mediterráneo, tal es caso de una de las aportaciones italianas a la cocina internacional, la pizza. Los buenos vinos, la cerveza y alguna que otra especialidad de té, seguro que de alguno de los andalusíes que se hicieron los remolones y se quedaron en Córdoba tras la marcha el islam de la ciudad, sirvieron para que cada uno de los asientos, cojines, taburetes o bancos que se distribuyeron por el recinto mercantil se encontrara ocupado.

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Córdoba se vuelca con el mercado renacentista Manuel Murillo

Entre la multitud deseosa de captar la mayor cantidad de vitamina D proporcionada gratis (por ahora) por el sol, se pudo ver de vez en cuando a algún personaje propio de época, buscando quizás entre los excelsos muros y las torres coronadas (este vendría un poco después) inspiración para sus obras, como don Francisco de Quevedo, que buscando el camino que le llevara hasta ese hombre que vivía a una nariz pegado, se mezcló entre la gente que buscaba recuerdos que llevarse de una época que llenó de esperanza un mundo surgido de la oscuridad medieval, hasta llegar al taller de pintura de Leonardo (suponemos que sería una franquicia) o la alfarería donde un experimentado artesano muestra el arte de trabajar el barro a un joven aspirante al empleo. Nos cuentan que en la tarde del viernes fue don Miguel de Cervantes en persona quien se paseó por Córdoba, seguramente de vuelta de Castro del Río.

Entre la multitud deseosa de captar la vitamina D del sol se pudo ver a algún personaje propio de época buscando, quizás, entre los excelsos muros y las torres coronadas inspiración para sus obras

El caso es que este sábado Córdoba ciudad y otra media de la provincia se dio cita en los arrabales de la antigua Judería para contemplar, entre otras cosas, duelos a espada, el vuelo de los halcones o los grupos de animación musical que arengaban a los viandantes a corear sus melodías. De pronto, la multitud calla y escucha al pregonero anunciar la abdicación de Carlos V y el relevo por su hijo Felipe II, lo que nos hizo pensar por un momento si realmente eran los voceros reales o videntes prediciendo lo que ocurriría siglos después con dos monarcas de nombres idénticos (o casi).

Después del sobresalto todo vuelve a la normalidad, los niños a los barquitos o el tiovivo de madera, los padres a las cervezas y el embutido o la fritura o el arroz o los frutos secos o las chuches de diversas procedencias, al tiempo que un vendedor de productos naturales vestido con su indumentaria de época se acerca a una clienta esgrimiendo algo que en futuro será conocido como datáfono. Todo ello nos llevó a la reflexión sobre si, efectivamente, en el Renacimiento el intelecto se desarrolló de tal manera que fueron capaces, emulando a Da Vinci, de adelantarse a su tiempo.

Puesto de deliciosa carne en el Mercado Renacentista de Córdoba. MANUEL MURILLO

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El mercado temático de Córdoba se ha convertido en una más de las atracciones de la milenaria ciudad de los Omeyas, pues el amplio programa de actividades que se distribuyen desde las 11 de la mañana hasta las doce de la noche permitirán combatir el aburrimiento hasta caer rendidos después de conocer los Tercios de Flandes, las cruzadas, a los Méndez de Sotomayor y sus soldados, además presenciar nuevas exhibiciones de cetrería, pasacalles musicales y acróbatas, entre los que posiblemente se pueda oír al hidalgo Don Quijote de la Mancha referir alguna de sus sentencias a su orondo escudero, Sancho Panza, mientras se hacen hueco entre la multitud camino de la Posada del Potro. De fondo oirán el soniquete de los romances que en cualquier rincón del mercado ofrezca el ciego viajero, en los que, a modo de ficción rimada, retratará a la sociedad de su época. 

Al traspasar, de regreso, los pórticos de la efímera fortificación de cartón piedra que da paso al mercado, el olor de los churros, las castañas y los asados acompañan al visitante hasta que se pierde en el siempre sugerente entramado de calles de la Judería, que nos ofrece, de manera estable, otro regreso a tiempos de la Córdoba universal.