Juan Francisco León forma parte de la tercera generación de loteros de su familia materna. Lleva, literalmente, toda la vida dedicado al negocio y desde hace bastantes años, tantos que ni lo recuerda, al frente de la administración número 4 de Córdoba El Gato Negro.

¿Qué historia se esconde detrás de esta veterana administración?

El negocio comenzó con Antonia Gaitán Álvarez, que era mi abuela materna. En la posguerra, por ser viuda de guerra se concedían algunas prerrogativas, entre ellas estaba ayudarle a vivir a través de una administración de lotería. A ella la sucedió mi madre y después fui yo. Antes de estar en este quiosco la administración estaba situada en el calle Alfonso XIII, en un local muy pequeño. Después, fuimos al Ayuntamiento y estuvimos negociando este quiosco y lo concedieron hasta 2026. También pasamos por Gran Capitán durante las obras de Tendillas. Ahora tenemos en mente irnos a un local de la calle Jesús María, que nos proporciona más amplitud y más posibilidades de negocio.

Sin duda, son una de las administraciones de lotería más emblemáticas de Córdoba. ¿Cuántas personas pueden pasar al día por el quiosco?

En el puente de la Inmaculada, por ejemplo, han podido pasar miles de personas. Todo el mundo que pasa por aquí se para a comprar algo, ya sea un décimo, una primitiva, o lo que sea.

¿Seguirá la tradición familiar con sus hijos?

No lo sé, es complicado. Mi hijo es arquitecto, otro fisioterapeuta y mi hija trabaja en Madrid en un colegio como profesora. Sería muy bonito que alguien continuara esta labor, porque además es un negocio muy bonito, cansado y duro a veces, pero bonito. Juegas con mucho dinero que es del Estado y, a veces, cuando te equivocas duele. No sé, porque cambiar una profesión es complicado y, además, este negocio es muy duro porque hay que atender bien a la gente y a veces no se dan cuenta de cómo trabajamos nosotros.

Precisamente, le iba a preguntar eso. ¿Cómo vive la profesión? ¿Cómo es sentirse partícipe de los sueños de los demás?

Pues se vive con normalidad, con ilusión, por supuesto. Lo que pasa es que si das un gran premio te multiplica las ventas durante varios años, siempre hablando durante esta época el año.

Durante el resto de meses, supongo que será un poco más duro el trabajo.

Sí, son los abonados los que mantienen la administración. Eso ya después de Reyes, que ya empieza la tranquilidad. Entonces viene el cliente de toda la vida que viene todas las semanas a recoger su número.

La imagen que proyectan en estas fechas no se corresponde con la del resto del año. ¿Sirve lo recaudado ahora para sobrevivir todo el año?

Claro, es decir, el golpe gordo de las administraciones de lotería es la campaña de Navidad y la de El Niño. La del Niño es más chiquita, pero también es importante porque los décimos son a 20 euros y los premios son grandes. A partir de ahí, son décimos de tres euros los jueves y de seis euros los sábados. También se pone algún sorteo extraordinario de 12 euros. Cuando llega febrero estamos todo el día en el banquillo. Si Navidad y Niño desaparecieran estos negocios estarían cerrados.

¿Se olvida la sociedad el resto del año de la lotería?

No, porque también hay clientes fijos, pero los más aficionados. Hay clientes que lo tienen por herencia y es muy bonito. Hay un señor mayor que tiene unos 80 o 90 años que viene desde Carlos III en autobús todas las semanas a recoger su décimo de lotería, y siempre el mismo número porque es abonado.

¿Siempre tuvo claro que quería dedicarse al negocio familiar?

Yo hice Magisterio en el Sagrado Corazón y mi madre estaba un poco cansada. A mí, la verdad es que siempre me había gustado el negocio. A mí siempre me ha gustado lo que a mis padres, que es el campo y la administración, porque los he trabajado. Me gusta más el campo, es más noble estar en el campo que en tres metros cuadrados. Al final acabé aquí y muy bien. Es un puesto de trabajo digno y se trabaja bien, aunque tiene mucha responsabilidad por el dinero que se maneja y porque también se cometen errores.

¿Qué ocurre cuando pasa algún incidente?

Es horroroso, se pasa fatal y, aunque se solucione, rezamos para que no toque.