Después de muchos meses de restricciones sanitarias, los jóvenes cordobeses, que llevan un mes libres de limitaciones, tenían ganas de celebrar una noche por todo lo alto en Halloween. Y así lo hicieron, aprovechando que venían descansados después de la noche más larga del año, la del cambio de hora de otoño.

Varios locales de Córdoba organizaron para la ocasión fiestas y concursos de disfraces, con premios en forma de chupitos o consumiciones a largo plazo, que convirtieron las calles de la ciudad, desde la caída de la noche en adelante, en un festival de máscaras entre las que se vieron muchas referencias a la serie El juego del calamar, que estos días hace furor.

En el centro, el Long Rock convocó una fiesta de disfraces con premio de 50 euros para el más currado y aterrador; el Góngora Café preparó una «noche terroríficamente divertida» para la que muchos reservaron su propio palco. El pub La Comuna hizo lo propio llamando a vestirse para la ocasión a cambio de premios y chupitos, al igual que El Automático, en la calle Alfaros, que invitó a un chupito sangriento a los que acudieron disfrazados y dispuestos a darlo todo en la pista de baile.

En Ciudad Jardín, punto de encuentro de la chavalería, el pub Banagher y otros bares de la zona se llenaron de telarañas y calabazas iluminadas para que las visitas se metieran en el papel, repitiéndose la estampa en la avenida de Barcelona y en otros puntos de encuentro por toda la ciudad. Al cierre de esta edición, todo estaba en calma aunque la noche prometía ser de mucho miedo.