Esto no es la absoluta normalidad, pero se le parece bastante. La Noche del Patrimonio, un evento que se celebra en las 15 ciudades patrimonio mundial, fue el primer gran acto cultural desde que Córdoba está en nivel uno de alerta por coronavirus y esa manga ancha a cierta normalidad se dejó notar. La zona histórica y sus principales monumentos y museos fueron escenario de visitas guiadas y actividades culturales. Todas las actividades que estaban limitadas en aforo habían agotado las reservas días antes de la celebración.

Y es que si, normalmente, en septiembre arranca el otoño turístico y la ciudad se asemeja en ciertas ocasiones a esos mayos bulliciosos, cuando la programación nocturna ofrece tal plantel de actividades lo normal es que las calles se llenen. A ello solo hay que añadirle una pizca de ganas de que la vida se parezca todo lo posible a la era prepandemia. Quizá fueron esas ganas las que dejaron ver, no en pocas ocasiones, mascarillas bajadas (a pesar de que no se podía mantener la distancia de seguridad). Y es que esta fue de una de las pocas restricciones incumplidas, quizá porque ya quedan pocas. Terrazas de hostelería a reventar (esto a lo mejor no tiene que ver con la Noche del Patrimonio) complementaron al crepúsculo cultural, que arrancó, cómo no, en la Mezquita-Catedral.

Desde las 19.00 horas, el monumento que es santo y seña de la cultura cordobesa tuvo abiertas sus puertas de manera gratuita. Las colas fueron habituales, y más allá de los que sí estaban enterados de que había jornada de puertas abiertas, estaban los turistas de toda la vida. Unos y otros se entremezclaron en colas (perfectamente gestionadas) que a su vez se confundieron con grupos de gente muy elegante. La razón, dos bodas en el primer templo de la diócesis. La ciudad acogedora que es Córdoba quedó patente con turistas gritando «¡vivan los novios!» en perfecta armonía con la ceremonia. Y es que en torno a la Mezquita transcurre todo lo demás, y la Noche del Patrimonio, igual. 

Vistantes en el Julio Romero de Torres. MANUEL MURILLO / FRANCISCO GONZÁLEZ

Solo hubo dos espacios algo más alejados de la zona patrimonial que acogieran actividades dentro de la cita. Por un lado, Medina Azahara. La ciudad palatina está ya acostumbrada a contar su historia a través de visitas teatralizadas, que anoche se sucedieron en dos pases, más allá de una apertura extraordinaria hasta la media noche. Además, hoy domingo también se repetirán estas visitas a las 10.30 y a las 11.45. El otro punto lejano que participó de esta noche fue el Parador, con una interesante visita a las canteras califales que culminó con una degustación de fino de Montilla-Moriles.

Más allá de estos dos puntos, todo transcurrió en suelo empedrado, de la Mezquita, del Alcázar, de la Sinagoga, a la plaza del Potro. Por un lado, tuvo lugar una jornada de puertas abiertas (y entrada gratuita) a espacios culturales para disfrutar con tranquilidad nocturna. La Posada del Potro fue uno de los monumentos que abrió hasta la media noche, como lo hicieron también la Casa de las Campanas o el museo de Bellas Artes.

Otros tantos espacios abrieron igualmente su puertas, pero con cierta dotación de contenido cultural que agotó entradas y que hizo que la agenda de este fin de semana en Córdoba diera múltiples posibilidades para empaparse de música y cultura. En el Alcázar de los Reyes Cristianos, Antonio Reyes presentó el espectáculo Entre Córdoba y Chiclana, mientras que el encargado de cerrar la noche en tan espectacular monumento fue el guitarrista Severiano Jiménez Flores, conocido como Niño Seve. Fue el Alcázar, sin duda, uno de los espacios más visitados anoche. Y es que muchos minutos antes de abrir sus puertas por la noche, la cola se doblaba y se dejaba ver por todas las calles que llegan al monumento. «¿Eso es una procesión?» llegó a oírse cerca de una cola que tendía a juntarse con la de Caballerizas, donde se celebra Cabalcor.

Colas en el Alcázar. MANUEL MURILLO / FRANCISCO GONZÁLEZ

La música se dejó escuchar también en el Museo Arqueológico de la mano del prolífico Fernando Vacas y de la granadina Soleá Morente; y en la sala Orive, con un espectáculo a cargo de Isabel Villanueva (viola) y el coreógrafo Antonio Ruz. Este último acto, además, se pudo ver en streaming a través de la web de las ciudades patrimonio (cada ciudad retransmitió su propio espectáculo de música y danza).

No de la música, pero sí de la cultura se pudo disfrutar en el Museo Julio Romero de Torres, con la actividad Diálogos en escena con Romero de Torres, donde los participantes asistieron a un recorrido por las principales obras del pintor. Mientras, en el Taurino, varios poetas cordobeses de renombre ofrecieron un homenaje a Grupo Cántico. También aquí, en el Taurino, hubo quien guardó cola para no perderse el espectáculo.

Visitas guiadas

Y más allá de conocer la historia de los principales monumentos de la ciudad, así como de disfrutar de los mismos con un añadido cultural, la Noche del Patrimonio trajo también consigo numerosas visitas guiadas. En su mayoría fueron cordobeses los que disfrutaron de esta vertiente de la cita. Es raro, en un día normal, ver a un guía turístico explicando los entresijos de estas y aquellas piedras a personas que han vivido toda su vida en la ciudad. Estos itinerarios narrados son más comunes entre turistas, por lo que la Noche del Patrimonio dio la oportunidad de conocer más a fondo las calles por las que se discurre diariamente sin pararse a pensar en su historia. Aunque más allá de las rutas programadas dentro de la Noche del Patrimonio, las que normalmente tienen lugar en la zona también estuvieron presentes y los grupos yendo y viniendo fueron una máxima a lo largo de toda la noche.

Las temáticas fueron numerosísimas, tanto que en algunas de las visitas se habló de árboles y jardines singulares, mientras que en otras se comentaba la relación entre la literatura y Córdoba y por otro sitio se deambulaba escuchando historias sobre las fuentes de la Axerquía.

Fernando Vacas y Soleá Morente. MANUEL MURILLO / FRANCISCO GONZÁLEZ

Todas las visitas partieron de lugares de interés, como las puertas de la ciudad. La Puerta de Almodóvar, la de Sevilla, la del Puente y Gallegos fueron los vanos de entrada hacia la historia más concreta, y lo fueron con varios pases. Esto provocó encuentros entre unos grupos y otros, charlas entre desconocidos compartiendo lo aprendido y, claro está, un escenario, de nuevo, de calles a rebosar.

Las visitas también pudieron disfrutarse desde la plaza del Cristo de los Faroles, la de los Padres de Gracia, las Tendillas, San Miguel, Cruz del Rastro y la ermita del Amparo.

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No faltó una ruta centrada en la Córdoba vista desde una mirada feminista o en todas las declaraciones patrimoniales por parte de la Unesco que atesora la ciudad y que la convierten, a día de hoy, en una tierra que podría tener citas como la Noche del Patrimonio durante días y días seguidos.

Anoche quedó patente que el ansia de normalidad impregna a todo el mundo. La buena situación que atraviesa ahora la pandemia permitió volver a ver una ciudad presumiendo de patrimonio y a unos espectadores entregados a la belleza.

No fue una Noche del Patrimonio más, sino toda una declaración de intenciones. Córdoba está volviendo a ser lo que siempre fue, una ciudad digna de darse un baño de masas con la que una pandemia no va a poder.