Es jueves universitario. Tras un año largo sin copas ni música el Góngora Gran Café abre sus puertas. Casi no hay contagios en la provincia, así que la ciudad ha conseguido el nivel de alerta uno. A las 23.00 horas, la discoteca que fue experta en generar calor humano se verá convertida en un espacio despejado, casi solitario, y triste al principio.

Son las 22.45 horas. El centro de la ciudad está vacío a excepción de varios grupos de jóvenes. Algunas chicas se confunden, en otro idioma, con la forma de los gofres de La Pollería.

Son las 22.50 horas. A las puertas del Góngora se ha formado una fila discreta. Los porteros lo dejan bien claro, "en principio no se puede entrar sin haber reservado antes. Luego, si queda alguna mesa libre, la podrá ocupar el siguiente grupo que llegue".

Jóvenes en la puerta del Góngora Gran Café, este jueves, en que volvió a abrir tras un año y medio cerrado por la pandemia. CHENCHO MARTÍNEZ

Son las 23.00 horas. Seis chicas de veinte años son las primeras en pasar. Fuera, dos amigos no han tenido la misma suerte. "Eh, tío, ¿Sabes de otro sitio abierto ahora por aquí?", le preguntan a otros dos. Van a perderse la copa de ¿champán? De bienvenida con hielo y fresas que regalan "a los clientes", enfatiza el barman. Es una noche importante. La organización se ha esforzado en abrir lo antes posible, en cuanto la ley lo ha permitido para no defraudar a su clientela, aunque ello haya supuesto un gasto que, confiesa el encargado, "no se va a cubrir". Raúl Gómez explica los inconvenientes logísticos de transformar una discoteca en un pub con las medidas sanitarias a punto; El gasto en nuevo mobiliario y la disminución de los horarios de apertura, con el efecto negativo inmediato en ventas y plantilla, son los más contundentes. Pero ello no ha frenado a estos hosteleros de la noche. "Tenemos muchas ganas de que todo arranque. Nos hemos puesto las pilas para comenzar sin tener ningún problema", declara el encargado.

Son las 23.14 horas. El lugar no parece el que era. Hay unas mesas cubiertas de tela negra repartidas por la sala y dan una sensación de visitar una exposición rara de arte moderno. Los grandes conos negros invertidos tienen unos taburetes alrededor que se van llenando. A la izquierda se sienta un chico que dice ser disc-Jockey con un amigo. A la derecha todavía no hay nadie. Un par de mujeres jóvenes ocupan una mesa del fondo. Algunos suben las escaleras porque prefieren estar arriba para verlo todo. La música no está muy alta y dos amigas han iniciado un perreo tímido, frente a todas las miradas nerviosas de no saber todavía qué lugar ocupar allí. En la mesa frente a la escalera hay dos rostros que parecen amigables.

Son las 23.30 horas. "¿Perreo tímido?", se sorprende Alberto Sanz, "¿Cómo que tímido?, ya verás cuando lleguen las una de la madrugada, ya". Él y Felipe Maño están aprovechando que al día siguiente no trabajan y que el resto de sus amigos sí lo hace para darse a una noche de la que esperan mucho. "Pero tómate un cubata, mujer, si aún es pronto", recomienda Alberto. A su izquierda, desde la distancia asegurada, Mariela, Marta, Fabriciana y otras tres amigas celebran volver aunque sea un poco a su juventud. "Es que nos la están quitando", comenta una, "y cuando sales no puedes bailar ni conocer a gente porque te llaman la atención", responde otra. Las seis estudian diferentes carreras en la Universidad de Córdoba y se han dividido en dos grupos para compartir piso. Cuando había toque de queda solían quedarse en casa bebiendo. "Cuando cierren Góngora seguramente hagamos lo mismo", concluyen.

Personal del Góngora Gran Café este jueves, en que volvió a reabrir tras el cierre por la pandemia. CHENCHO MARTÍNEZ

Son las 23.45 horas. La música ha aumentado junto con el aforo. La parte de arriba ha sido colonizada por un grupo de italianos. Un camarero recuerda a ocho estudiantes que en cada mesa solo pueden estar seis. Otro de los camareros, en la barra, intenta entender a los italianos. Dos organizadores cuidan que no haya concentraciones en zonas estrechas, aunque todavía hay espacio de sobra para distinguir los cuadros art nouveau y los relieves de madera de las paredes.

Son las 23.50 horas. Se forma un revuelo entre un grupo de militares de Madrid. Corre la voz de que Estefanía, ex concursante de Supervivientes y La isla de las Tentaciones, la que impulsó el famoso alegato viral de "¡¡¡Eestefaníaaaaaa!!!" ha asistido a la reinauguración del Góngora Gran Café junto a José Antonio Avilés, de Supervivientes y colaborador de Tele 5. También se ha dejado ver por allí la monologuista Martita de Graná.

Son las 00.20 horas. Alberto Sanz tenía razón. Desaparece todo rastro de timidez de los perreos. Los asistentes saben ya dónde están y por qué. No hay miradas nerviosas, sino efusivas. Casi se ha completado el 75 por ciento del aforo permitido y cuesta distinguir los motivos decorativos del entorno. Los organizadores no dan a basto. Las líneas invisibles que separan unas mesas de otras se van disipando. Un camarero se abre paso en la parte de arriba con dos cajas llenas de refrescos mientras, en frente, Estefanía posa para una foto. El grupo de ocho se reúne en una mesa para aplaudir a las botellas de ginebra decoradas con bengalas que les acaban de servir.

Son las... Nadie quiere responder preguntas. Pasada la media noche, en Góngora Gran Café el periodismo está de más.