En este año se cumple el centenario del conocido históricamente como desastre de Annual. Ocurrió en el verano de 1921, entre el 21 de julio, cuando los rifeños rebeldes liderados por Mohamed Abd-el-Krim ocuparon la posición española de Igueriben, y el 9 de agosto, con la rendición y matanza en Monte Arruit.

Aquella trágica derrota del ejército español fue el comienzo de la última guerra colonial española, que duró seis años y finalizó con la ocupación militar del Protectorado de España en Marruecos.

Las noticias sobre los miles de españoles que murieron o fueron heridos en el Rif durante la segunda mitad de 1921, así como el cautiverio que sufrieron centenares de militares y paisanos españoles hasta enero de 1923, causaron una enorme conmoción en España, sucediéndose varias crisis políticas que culminaron con el golpe de estado y la dictadura de Miguel Primo de Rivera.

Entre los españoles que murieron, cayeron heridos o fueron hechos prisioneros hubo muchos que nacieron en la provincia de Córdoba.

Un avance mal planeado

Anteriormente, en el siglo XX, se desarrollaron otras campañas militares en el Rif: en 1909 (en defensa de la explotación económica de las minas en la cabila de Beni Buifrur y afianzar Melilla como base de la penetración comercial y militar española en Marruecos) y en 1911-1912, conocida como campaña del Kert, nombre del río en el que se enfrentó el ejército español con las harcas rifeñas que se oponían a su avance.

Este avance militar español en el Rif era consecuencia del acuerdo firmado en la denominada Acta de Algeciras (7-4-1916) por los gobiernos de Marruecos, Estados Unidos y once países europeos, por el que se creaba un protectorado en el territorio marroquí, el cual quedaba dividido en dos zonas: la del norte, controlada por España, y la del sur, por Francia. No obstante, esta repartición no tuvo lugar en la práctica hasta después de la firma del Tratado de Fez en 1912.

Al ejército español le costó mucho penetrar en el Rif, no en balde es una región árida, montañosa y con fama de indómita, formada por 24 cabilas o tribus.

Cuando el 12 de febrero de 1920 el general de división Manuel Fernández Silvestre tomó posesión de su cargo como comandante jefe de la plaza de Melilla, decidió reanudar de inmediato el avance del ejército español en el Rif. Hombre impulsivo, seguro de sí mismo, baqueteado en infinidad de batallas en las que sufrió numerosas heridas, sintiéndose apoyado tácitamente por su amigo Alfonso XIII, ordenó la rápida ocupación militar del Rif. Su obsesión: llegar cuanto antes a Alhucemas, el corazón rifeño donde residían las cabilas más rebeldes. A lo largo del año 1920 y la mitad del siguiente el avance se produjo de manera casi incruenta, ocupando varias cabilas y constituyendo fortificaciones en lugares tan estratégicos (y cada vez más alejados de Melilla) como Dar Drius, Dar Quebdani, Sidi Dris, Annual… El 12 de marzo de 1921 una columna del ejército español mandada por el teniente coronel montillano Miguel Núñez de Prado y Susbielas cruzó el río Amekrán y ocupó en la costa Sidi Dris. Más de un centenar de posiciones españolas había en territorio rifeño a mediados de 1921. Pero eran posiciones precarias, mal provisionadas (no tenían depósitos de agua) y escasamente fortificadas y guarnecidas. El frente, además, se había extendido paulatinamente, abarcando un vasto territorio, cada vez más lejano de la retaguardia y al que tardaban en llegar los convoyes de aprovisionamiento.

A pesar de que le aconsejaron no proseguir hacia el Rif central hasta consolidar debidamente las posiciones, Silvestre ordenó que sus tropas continuaran el avance, haciendo caso omiso a los consejos e informes por escrito que le advertían de que internarse en aquel territorio inhóspito y hostil era una temeridad, ya que la mitad de la oficialidad estaba de vacaciones y la mayoría de los soldados eran de reemplazo y carecían de experiencia. Tampoco hizo caso de la carta que recibió desde Tetuán de su superior, el general Dámaso Berenguer, alto comisario de España en Marruecos, en la que le avisaba de que su rápido avance se había visto propiciado por la hambruna que habían padecido los rifeños, que ahora, sin embargo, esperaban recoger una buena cosecha.

Comienza el desastre

En la madrugada del 1 de junio de 1921 una columna española cruzó el río Amekrán y tomó una colina llamada Abarrán, donde se construyó rápidamente una fortificación. Pero antes de acabar aquel día la posición fue arrasada por los rifeños rebeldes. De los 250 defensores, entre 141 y 179 murieron, desaparecieron o fueron heridos o capturados. A pesar del revés, Silvestre ordenó cinco días después a la columna mandada por el teniente coronel Núñez de Prado que ocupase otra colina, Igueriben, situada a cinco kilómetros de Annual. Una vez fortificada y guarnecida, Núñez de Prado regresó a Annual.

Los defensores de esta posición resistieron más tiempo. El 17 de julio fueron asediados y se les acabó el agua. Desde Annual trataron de rescatar infructuosamente varias veces a los defensores de Igueriben, quienes se negaron a rendirse. El propio Núñez de Prado, encabezando su columna, trató de alcanzar la posición con ayuda de la artillería aquel 17 de julio, pero el fuego del numeroso enemigo, bien escondido en las cimas de las lomas y en los barrancos, lo impidió.

Por fin, el 21 de julio, tras una defensa heroica, la posición cayó en poder de los rifeños. De los 244 hombres que la guarnecían, sobrevivieron 37.

Todo se precipitó tras la caída de Igueriben. Los más de 3.000 rifeños rebeldes que habían asaltado esta posición avanzaron hacia el campamento de Annual, dispuestos a aprovechar la confusión y el desánimo que invadía a los militares españoles.

En Annual había concentrado Silvestre el grueso del ejército español, pero durante la madrugada del 21 al 22 de julio el comandante general dudó sobre qué debía hacerse: resistir y enfrentarse al enemigo o emprender la retirada. Cambió de opinión varias veces y al final, cuando ya amaneciendo mandó retirarse, la confusión se había apoderado del campamento y la desbandada fue generalizada, al tiempo que los rifeños atacaban. Muchos españoles murieron en la posición (como el general Silvestre) o durante la huida. Los que sobrevivieron comenzaron un viacrucis que duró varios días, perseguidos por los cabileños, formando una columna que dirigía el segundo de Silvestre, el general Felipe Navarro. A esta columna se unieron precipitadamente los militares que guarnecían otras posiciones, que cayeron en cascada. El objetivo era llegar a Melilla.

Las guarniciones costeras de Sidi Dris y Afrau resistieron los feroces y reiterativos ataques de los rebeldes rifeños, muy superiores en número, pero acabaron claudicando.

El 22 de julio fue cercada la posición de Sidi Dris por numerosos harqueños, que la atacaron con intensidad y llegando hasta las alambradas. Estaba al mando de la guarnición el comandante cordobés Juan Velázquez y Gil de Arana, segundo jefe del 2º batallón del regimiento Melilla número 58, y la componían 350 hombres.

En la mañana del 23 de julio ambas posiciones estaban cercadas y hostilizadas. Apenas tenían agua, víveres y municiones. Apoyándolas se hallaban frente a la costa el cañonero Laya, el buque Princesa de Asturias y un mercante con materiales de fortificación.

El 22 de julio fue enterrado en la posición de Afrau el teniente montillano Francisco Gracia Benítez, de la Comandancia de Artillería de Melilla, que había sido herido por arma de fuego.

Siendo imposible evacuar las guarniciones por tierra, se decidió hacerlo por el mar, para lo cual arribó el 24 por la tarde el cañonero Lauria, que se incorporó a la flotilla. Desde Afrau se hicieron señales para informar de que la resistencia estaba llegando al límite, por lo que había que acelerar la evacuación. Desde Sidi Dris las noticias eran peores: resultaba casi imposible realizar la retirada por mar.

El general Berenguer ordenó que se procediera a la evacuación de Sidi Dris a las 11 horas del día 25, pero una hora antes los harqueños intensificaron el ataque. Los cañones de los barcos hicieron fuego cuando se vio cómo la guarnición empezaba a abandonar la posición. Los primeros en hacerlo eran policías indígenas, que en su mayoría se despeñaron y murieron; solo unos pocos llegaron a la playa.

Dos botes del Laya fueron hacia la playa, donde les esperaban ya los primeros defensores de Sidi Dris. Se acercaron tanto, que uno de los botes encalló. Durante el rescate y el regreso al Laya murieron tres marineros y un alférez de navío.

Los soldados que habían quedado en la playa fueron cayendo ante el fuego enemigo. Otros se habían quedado en la posición, como el comandante Juan Velázquez, que reconoció que la operación de rescate por mar había sido un fracaso. Habían muerto unos 140 soldados.

A las 16 horas, Velázquez fue herido en un brazo cuando la posición rechazó un nuevo ataque del harca. A las 17.30 se produjo otro ataque, aún más intenso. Los barcos seguían bombardeando la zona donde estaba el enemigo, pero en esta ocasión los harqueños lograron entrar en la posición a las 18.00 horas y muy pronto rodearon a los españoles que la defendían. Velázquez y el resto de oficiales murieron.

Algunos soldados consiguieron escapar hasta la playa y arrojarse al mar, donde fueron rescatados por los tripulantes del Lauria.

Cuando los cañones de Sidi Dris dispararon contra los barcos españoles, el Princesa y el Laya pusieron rumbo a Afrau, desde donde se pedía auxilio insistentemente. Pero también esta posición cayó en poder de los rifeños rebeldes al día siguiente.

Al comandante Velázquez le fue concedida la Cruz Laureada de San Fernando, la más preciada condecoración militar española. Su cadáver nunca fue encontrado.

Rendición vergonzosa

El coronel Silverio Araujo, jefe del regimiento Melilla nº 59, llegó al frente de sus tropas a Dar Quebdani el 21 de julio. Al día siguiente, la posición quedó sitiada por fuerzas rifeñas muy superiores en número a las españolas, que sumaban casi mil hombres y tenían provisiones para ocho días.

En la mañana del 25 Araujo rindió la posición de Dar Quebdani sin disparar un solo tiro, con la garantía de que se respetaría la vida de todos los españoles. Pero, tras entregar las armas, cientos de harqueños se aproximaron corriendo a la posición en actitud amenazante. Asustados, muchos soldados saltaron el parapeto y huyeron. Casi todos murieron en plena huida. Otros cayeron dentro de la posición. Novecientos españoles fueron masacrados. Unos pocos, como Araujo, en su mayoría jefes y oficiales, fueron hechos prisioneros. También entre estos estaba el sargento cordobés Francisco Basallo Becerra, quien se encargaría de coordinar los campamentos de prisioneros españoles de civiles y tropa durante el año y medio que duró su cautividad.

En 1925 se celebró consejo de guerra contra Araujo y otros 12 militares más para depurar responsabilidades por las circunstancias en que se rindió la posición de Dar Quebdani. La causa contra los otros 12 fue sobreseída en virtud de una ley de amnistía promulgada el 4 de julio de 1924. Araujo fue condenado a la pena de seis años y un día de prisión militar mayor, con la accesoria de separación del servicio.

Matanza en monte Arruit

Asediados desde hacía días por más de 5.000 harqueños, sin agua ni víveres, sin apenas municiones y esperanza, los españoles que permanecían en el fuerte de Monte Arruit soportaron a diario el bombardeo y los disparos de los pacos o francotiradores rifeños. No había sitio donde enterrar a los muertos ni donde curar a los heridos. También los medicamentos se habían acabado. Casi todos los que trataron de huir o se dejaron embaucar por las promesas de libertad de los harqueños, fueron muertos o, en algunos casos, capturados.

Después de varias propuestas de rendición, el general Navarro aceptó por fin capitular, siguiendo el consejo de su superior, el general Berenguer, que se hallaba en Melilla, desde donde no se veían capaces de mandar una expedición con posibilidades reales de rescatarles. El objetivo prioritario de los refuerzos que desembarcaban en el puerto melillense era defender esta plaza.

Cuando el 9 de agosto se produjo la rendición en Monte Arruit, se repitió lo sucedido en Dar Quebdani. Una vez que los 1.675 españoles se habían desarmado y se preparaban para iniciar la retirada, fueron atacados por más de 3.000 harqueños. Mientras los españoles eran masacrados, incluidos los heridos, el general Navarro y una docena de jefes y oficiales fueron apresados.

Después de monte Arruit

Se desconoce con exactitud el número de españoles caídos durante el llamado desastre de Annual, que comenzó con la caída de Igueriben y terminó con la matanza de Monte Arruit. Según documentos oficiales, las bajas fueron 13.363 o 12.214. Si de estas cantidades se restan los heridos, desaparecidos, desertores y prisioneros, así como los rifeños que cayeron sirviendo a España, se calcula que fueron entre 8.000 y 9.000 los muertos peninsulares.

El 1 de septiembre la cifra de refuerzos llegados a Melilla rondaba los 36.000 militares. Con ellos, el alto comisario Berenguer empezó a planear la ansiada reconquista, según le gustaba decir. La primera columna que emprendió esta empresa estaba dirigida por el general José Sanjurjo Sacanell.

El 21 de agosto se produjo un combate en Zoco el Had, en la cabila de Beni Sicar, vecina de Melilla, en la que murieron un cabo y dos soldados cordobeses: Diego García Artero (natural de Fernán Núñez), Francisco Flores López (de Bujalance, falleció en el hospital) y Fidel González Ramos (de Fuente Obejuna). También en Zoco el Had murió el 4 de septiembre, mientras protegía un convoy en la vanguardia de la columna Sanjurjo, el soldado Dionisio Rodríguez Medina, natural de Belalcázar.

El coste del avance

El 12 de septiembre comenzó el contraataque del ejército español. Su avance no encontró una fuerte resistencia al principio, pero aun así se produjeron bajas casi a diario. Por ejemplo, a las 5 de la madrugada del día 14 murió en combate el soldado cordobés Enrique Benavente Cuadrado (nacido en Fuente Obejuna). El 26 de septiembre cayeron dos soldados cordobeses, que fueron enterrados en el cementerio melillense: Francisco Lucena Padilla (nacido en Nueva Carteya) y Galo Sánchez Cabrera (de Villanueva de Córdoba).

Otros tres soldados cordobeses murieron combatiendo el 29 de septiembre: Rafael Austria Carmona (que nació en la capital), Eustaquio González Serrano (natural de Dos Torres) y Diego Martínez Sánchez (de Alcaracejos).

La columna mandada por el general Sanjurjo siguió avanzando y recuperando más posiciones durante los primeros diez días del mes de octubre. Así, el día 2 ocupó Ulad Lau, Sebt y Bu Gamar.

Aquel 2 de octubre fue enterrado en el cementerio de Melilla el cabo de ingenieros Hermenegildo Cubero Poyato, natural de Doña Mencía. Al día siguiente falleció en el hospital militar melillense a causa de heridas recibidas el soldado Manuel Palomeque Toro, nacido en Cabra.

El 5 de octubre la columna Sanjurjo tomó Atlaten, Xofar y la estación de Sebt. Entre las bajas producidas en estos combates estaba el cabo Rafael Castro González, natural de Pozoblanco, que murió a las 22.00 horas del día siguiente. Fue enterrado en un nicho de propiedad del cementerio de Melilla.

La batalla de Taxuda

El 10 de octubre, la columna mandada por el coronel Alberto Castro Girona mantuvo un durísimo enfrentamiento con los harqueños en la meseta de Taxuda.

Dos soldados cordobeses murieron en días posteriores como consecuencia de las heridas recibidas en aquella batalla: Cristóbal Gámez Cobos, del regimiento de Zapadores Minadores, natural de Zuheros, que falleció el día 11, y Antonio Peña Morales, del regimiento Borbón número 17, natural de Villanueva de Córdoba, que falleció a las 13.30 horas del día 13 por herida en cráneo.

Continúa el avance

Durante los dos últimos meses del año 1921 continuó el avance de las tropas españolas, que fue ralentizándose conforme se adentraban en el interior del Rif, produciéndose bajas casi a diario.

Así, el 7 de noviembre murió en la meseta de Iguerman el soldado de Regulares Máximo Gutiérrez Rubio, nacido en Pueblonuevo del Terrible. A las 18.00 horas del día siguiente falleció en el hospital militar de Melilla el legionario Emilio Díaz Santiago, nacido en Posada del Río, que había sido herido en Taxuda. El soldado Félix Castro Toledano, natural de Fernán Núñez, murió combatiendo en Hardú el día 10. Y también en noviembre, el día 19, fue enterrado en Melilla el sargento Basilio Alcalá Velasco, herido el día anterior en Uxián, que había nacido en Lucena.

(*) Autor del libro El desastre de Annual. Los españoles que lucharon en África (Almuzara).