Cuando Yohanna Alonso decidió poner rumbo al Ejército, a sus 18 años, y posteriormente a la Guardia Civil, quizás desconocía que emprendía un camino en el que la disciplina y el impulso por ayudar a los demás la llevarían a cosechar éxitos inimaginables. Algunos los lleva en el cuello, colgados en forma de medallas. Los demás perviven en los cientos de mujeres y compañeros a los que ha ayudado transmitiendo sus conocimientos sobre defensa personal. En dicha disciplina -en la Bricpol, en concreto- ostenta cinco medallas de oro consecutivas y una de plata a nivel nacional. Como deportista de élite, también ha sido tres veces seguidas campeona del mundo en Muay Thai. A ello suma una larga trayectoria profesional como guardia civil, aunando así tres dimensiones que la convierten -aunque para ella solo sea resultado de un esfuerzo- en una referencia dentro y fuera del cuerpo.

A pesar de todo, cuando en la Guardia Civil ve a una mujer mando se le «iluminan los ojos como estrellas». «Me llena de orgullo, están dando una imagen brutal a la sociedad y a nuestra juventud, sobre todo a nuestra juventud femenina», dice. El mensaje está claro. «Que se puede ser mujer y jefa, incluso llevar el mando de una comandancia, ayudar». Y ella misma predica con el ejemplo en un día a día que comienza a las 5.00 de la mañana. En las horas que ofrece la jornada, la vida laboral, deportiva y personal se funde con un tiempo libre que dedica a ayudar a los demás para desembocar en la «satisfacción personal» que siente. Una satisfacción que quizás sea inconmensurable pero siempre superable para ella. En cuanto a su vocación por enseñar a mujeres y niñas las técnicas de defensa personal, esta «nace un poco de la frustración por no poder ayudar a las víctimas». En el relato de las maltratadas, Yohanna encuentra todos los motivos para no cesar en su empeño. Por su cabeza, cuando las escucha, pasa el episodio y se dice a sí misma: «Si esta mujer hubiera sabido...». Entonces, convierte en realidad la imaginación. Empezó a hacerlo en su tierra, León, con unas 10 o 12 mujeres. Desde ese momento ha transcurrido más de una década. En una de las últimas ocasiones, en Almería, se congregaron, como cuenta, en torno a 200 personas. Una actividad que trajo a Córdoba cuando llegó a la comandancia de la provincia, en septiembre del año pasado, y que llevó a cabo en las jordanas de Utopía. Por todo ello, no puede dejar de animar a las chicas a unirse al cuerpo. «Nos hace falta, cuando estás dentro y ves todo lo que puedes hacer...», explica.  

Esa convicción por seguir el camino propuesto la llevó a doblegar el «no» inicial de su ahora «fan número uno», su padre, cuando anunció su intención de practicar artes marciales. Entonces, pasó de la gimnasia rítmica a los golpes, que aún él evita ver. «Sufre mucho», cuenta. Después de 20 años en el deporte, tras cada competición, la primera pregunta que recibe es sobre su salud. «¿Cómo estás? ¿Te has lesionado?», explica ella. Porque padre no se puede dejar de ser. Igual que Yohanna Alonso no puede dejar de ser una mujer deportista de élite y guardia civil. Una vida que no sería posible sin las ganas de «querer ayudar a los demás», la «disciplina militar» recibida y el refugio que encuentra en el deporte. «Si a mí me quitas el deporte, me quitas uno de los pilares de mi equilibrio, para mí es totalmente una forma de vivir», asegura. Eso sí, la agente insiste en que «si no fuera disciplinada» no hubiera conseguido todo lo que tiene. Y en ese camino recorrido recuerda la importancia del apoyo familiar para seguir avanzando. Ni la pandemia ha podido doblegar la fe de la leonesa, que hizo de su patio un gimnasio y que con el empuje de su pareja mantuvo una rutina que le ha permitido ganar una nueva medalla de oro este año en el Campeonato de España de Bricpol y de plata en el Campeonato de España de Muay Thai. Y ya se prepara para la concentración previa al mundial de Tailandia en diciembre.