Desde hace meses, la Asociación Cordobesa de Amistad con los Niños y Niñas Saharauis (Acansa) había acordado suspender una vez más este programa. El año pasado, en la misma situación, se optó, como medida alternativa, enviar a los pequeños, a través de sus familias de acogida, el equipaje que normalmente se llevan de vuelta en agosto a sus casas en el campo de refugiados. En este sentido, explica la portavoz de Acansa, Ana Isabel Ramos, que se prepararon “cajas de 40 kilos en las que la asociación metió un kit básico con productos higiénicos, sanitarios, comida y material escolar para que todos partiesen de los mimo más lo que cada familia quiso aportarles”.

Para poder llevar a cabo esta aportación se contó con la colaboración del Ayuntamiento de Córdoba, la Diputación Provincial y la Fundación Cajasur. “Gracias a la solidaridad no solo de las familias sino también de estos entes públicos y privados cada niño ha podido tener en su haima su paquete correspondiente”, añade Ramos.  Las cajas llegaron hace apenas unas semanas pero lA expedición partió rumbo al campo de refugiados del Sáhara en agosto del año pasado. “Las fronteras estaban cerradas y ha sido una odisea hasta que han llegado”. Eso sí, “una vez que han llegado se ha hecho un reparto fenomenal, sin incidencias en la entrega”. Esto les ha llevado a pensar en repetir la acción este mes de agosto, si bien no es una decisión que esté ya cerrada. Reconoce la portavoz que ésta es también una manera de que las familias “sigan vinculadas a la causa y que no se pierda ese nexo de unión entre ambas partes” y que, además, “han llegado en muy buen momento porque estos dos últimos meses han sido muy duros allí, por la incidencia del covid y por la tensión con Marruecos”.

Normalmente son unos doscientos niños de edades comprendidas entre los 8  y 12 años los que llegan hasta la provincia cordobesa. Se da la circunstancia de que la crisis económica ha hecho que sean menos las familias con posibilidades de acoger porque, aunque el desplazamiento de los menores corre a cargo de la asociación, “supone una boca más que alimentar y hay muchas familias que lo están pasando mal económicamente y no pueden, aunque quieran, acogerlos”.   A pesar de ello, asegura la portavoz de la asociación que “la lista de espera de niños que tenemos es muy larga”.

La estancia aquí se suele prolongar durante dos meses, de junio a agosto. En ese tiempo realizan múltiples actividades, algunas de convivencia entre las familias, todas ellas promovidas desde Acansa. Aunque la mayoría de los que vienen han repetido ya la experiencia varias veces, los que lo hacen de nuevas lo viven con estupor. “Sus caras son una mezcla de asombro, miedo, alegría… a veces saben algo por cosas que les cuentan hermanos o vecinos que ya han venido, pero la sorpresa de vivirlo en persona es lo que les queda”, explica Ana Isabel a la espera de poder recibirlos de nuevo el próximo verano.