Martes y 13: no podía ser de otro modo. Una vez más, la iglesia de San Lorenzo se abre a sus fieles para realizar el besamanos de la Virgen de los Remedios y atender los deseos y donativos de sus devotos. El tiempo primaveral ha acompañado la visita y, desde bien temprano, decenas de hombres y mujeres mayores, jóvenes, y algún que otro niño, han formado una fila de varios metros ordenadamente y fuera de la parroquia, cuidando la distancia de seguridad en todo momento. Una serie de medidas que, para muchos, ya era costumbre antes de volverse norma: «nosotras ya hacíamos cola antes de la pandemia. No es nada nuevo si quieres ver a la Virgen» comentaban dos amigas a la entrada.

En la misma puerta, y como marca la tradición, se han dispuesto flores de temporada para su ofrenda; algunos ya traían sus claveles rojos y blancos de casa, y esperaban pacientemente a que les tocase el turno para mostrar su agradecimiento a la imagen. «Es una suerte que haya caído en abril» señala una mujer apoyada en su bastón, «las flores en estas fechas iluminan la imagen de la Virgen». Cerca de ella, los parterres de la plaza salpicados de un rojo deslumbrante parecían secundar sus palabras. 

Fieles en San Lorenzo, esperando para entrar al besamanos. A.J. GONZÁLEZ

La tradición, de acuerdo con José Manuel Morales, experto conocedor de leyendas cordobesas, no parece poseer un origen concreto, pudiendo localizarse su «aparición espontánea» a partir de los años 40 del siglo pasado. Desde entonces, «ya fuera por fe o por costumbre, los cordobeses comenzaron a encomendarse a la Virgen de los Remedios cada martes 13» para prevenir el mal augurio, realizar deseos y regalarle ofrendas. Algo más claro parece ser el origen de la funesta fecha, que cuenta tanto con influencias latinas como católicas. De acuerdo con la tradición romana, Marte era considerado el dios de la guerra y su día, martes, propicio para la destrucción y la violencia.

A este se le sumó el 13, el cual es considerada en la tradición cristiana como un número de mala suerte por representar la traición en la Última Cena cuando Judas, el decimotercero de los comensales, vendió a Jesucristo por treinta monedas de plata. En suma, el martes y 13 también representó el día en que se produjo la confusión de lenguas en la Torre de Babel. Independientemente de su procedencia, es innegable que la devoción profesada por los cordobeses a la Virgen se ha vuelto un hábito más de nuestra idiosincrasia.

En la salida de la iglesia, los fieles guardaban un silencio ascético, tan solo roto por el trajín de los vehículos y el ruido proveniente del número cada vez mayor de fieles congregados en San Lorenzo. «Ahora, a por churros», señalaba con voz tranquila una mujer mientras se agarraba del brazo de su marido. Ellos ya han cumplido, ahora le toca al resto. La salud sigue siendo el deseo estrella, más aun teniendo en cuenta las circunstancias excepcionales que vivimos.

«Salud, que todos la necesitamos más que nunca», comentaba una madre acompañada de su hija pequeña. Las idas y venidas no se han detenido un solo instante, y a cada feligrés que besaba la mano de la imagen, dos más se sumaban a la cola que se extendía más allá de la parada de autobús. Se espera que el movimiento no cese en todo el día, pues la Virgen de los Remedios siempre tiene tiempo para atender las peticiones y ofrendas de los devotos que se acercan a ella cada martes 13.