Seguir trabajando una vez superada la edad de la jubilación no siempre es posible. En muchos casos, un despido puede truncar la carrera de un trabajador en el momento más inesperado e impedir no solo llegar a la edad de retiro con un empleo sino que el afectado sea incapaz de reincorporarse al mercado laboral y reunir los años mínimos de cotización para cobrar la pensión completa. Otros profesionales, en cambio, no solo llegan a la meta con todos los requisitos cumplidos sino que deciden seguir en activo. Lo hacen porque les motiva, porque trabajar les mantiene activos, jóvenes y, claro está, porque pueden. 

Rafael Santiesteban

En la Universidad, la edad tope para jubilarse está en los 70 años y son muchos los docentes que deciden prolongar su actividad laboral más allá de ese límite. A sus 67 años, el profesor de Fisiología de la UCO Rafael Santiesteban sigue dando clases en la facultad de Veterinaria de Córdoba y en la Cátedra Intergeneracional. "Me lo paso muy bien con mi trabajo, me encanta estar con los alumnos, para mí no es un esfuerzo ni me pesan los años cuando suena el despertador a las seis y hay que levantarse para estar en clase a las ocho", asegura. Se licenció en 1978 y al año siguiente empezó su andadura profesional como profesor ayudante, así que acumula ya 42 años de cotización. Aún recuerda cómo se formó acudiendo a escuchar a otros profesores dar clase, algo que ya se ha perdido. "En nuestra época, durante el doctorado ibas a escuchar para aprender lo que había que hacer y lo que no".

Ahora los docentes apenas tienen tiempo para eso porque, según Santiesteban, las exigencias de currículum son mayores. "Empecé en el antiguo edificio de Veterinaria y luego dimos el salto a Rabanales", recuerda, "todo tiene sus ventajas e inconvenientes, ahora tenemos muchísimos más medios, pero también es verdad que en el campus estamos más aislados". Los cambios tecnológicos se han ido introduciendo en la actividad laboral de una forma "natural, sin ningún tipo de trauma", a diferencia de la burocracia, que ha ido creciendo a medida que han pasado los años complicando en exceso la actividad docente. "Cuando me quejo de la burocratización me dicen que me jubile", bromea, "pero de momento pienso seguir". Con la pensión máxima garantizada, la cuestión económica no es, en su caso, lo que le ha llevado a retrasar su retiro. "Aunque es cierto que mientras estás en activo ingresas más», apostilla. En este momento, sus hijos son mayores y aunque su mujer ya se jubiló, no le falta tiempo para dedicar a la familia. "Lo bueno de la edad es que ya no hay esa presión de engordar el currículum con investigaciones y publicaciones y puedes dedicarte por completo a la docencia", explica, "además, tenemos menos horas de docencia, una media de cuatro a seis horas semanales, y eso facilita mucho las cosas, aunque detrás haya muchas más cosas como la preparación de las clases, las consultas de los alumnos, revisiones...".

Por sus manos han pasado miles de alumnos, algunos de los cuales ahora son profesores que trabajan con él. "Mantener el contacto con mis alumnos es para mí la ilusión de cada día y aunque sigues poniéndote nervioso cada vez que tienes que dar una clase, porque esa adrenalina no se pierde nunca, la edad te permite vivir la docencia de una forma más serena", comenta, "yo lo que más disfruto son las clases prácticas, que afortunadamente he podido mantener de forma presencial pese a la pandemia, manteniendo todas las normas de seguridad".

33 Rafael Santiesteban 8 Profesor de Fisiología de la UCO.

Mª Enriqueta Tapiador

María Enriqueta Tapiador es abogada, lleva 38 años ejerciendo la abogacía y también ha superado ya el umbral de la jubilación, a pesar de lo cual asegura que hasta ahora no se ha planteado retirarse, y eso que, en el caso de los mutualistas, pueden hacerlo a los 60 años. "Gozo de buena salud, tengo un despacho funcionando (De Torres Tapiador Abogados) y sigo teniendo fuerzas y ganas de trabajar, me gusta ayudar a la gente y sentirme útil», asegura, «hay semanas que son terribles pero por regla general disfruto mucho de cada día y sigo trabajando una media de nueve y diez horas diarias". En su opinión, "la edad es un estado mental y a mí, lo que hago me mantiene joven".

Desde su perspectiva, en su profesión, la veteranía profesional no siempre es un extra si no se está actualizado. «Quien dé la espalda al futuro, se equivoca y el futuro pasa por estar al día en nuevas tecnologías tengas la edad que tengas», dice convencida, "las cosas han cambiado mucho, ahora a veces es más importante que un papel ingrese en el juzgado vía telemática antes de una hora que el contenido de la demanda", afirma, "la experiencia puede dar más calidad a un escrito o ayudarte a encarar un juicio, pero no sirve de nada si no te reciclas constantemente", afirma.

Especializada en Derecho Civil, ahora está enfocada en el Derecho de Familia y en las nulidades matrimoniales canónicas. "Hay una gran demanda desde que el Papa Francisco introdujo cambios que han acelerado mucho el proceso», comenta, «y yo estoy muy volcada en esto ahora".

Hace un tiempo, su acicate para seguir adelante era propiciar el relevo generacional en su hijo mayor. "Estuvo trabajando tres años con nosotros con resultados excelentes, pero después decidió colgar la toga y ahora está a punto de ordenarse sacerdote", señala, "eso me hizo replantearme si seguir, pero se me pasó enseguida y ahora estoy feliz por él y yo me he enfocado en seguir luchando para dejar el despacho a mis compañeros en lugar de a mi hijo".

Su marido sí está ya jubilado, pero según Tapiador, por eso tiene pensado ir reduciendo poco a poco el tiempo que le dedica a su actividad laboral para estar más tiempo con él: "Ya lo hago de algún modo seleccionando los juicios a los que voy, pero quiero empezar a quedarme alguna tarde en casa, desconectar de vez en cuando o aprovechar el teletrabajo, que es algo que se ha implantado con la pandemia y que te abre esa opción".

Manuel Zurita

A Manuel Zurita se puede decir que lo ha jubilado la pandemia. Médico de familia, tiene 81 años y ha seguido trabajando hasta que el confinamiento le llevó a cerrar la consulta. Hasta ese momento, no se había decidido a dar el paso para dedicarse de lleno a la escultura y la pintura, su otra pasión. Algunas de sus obras han sido donadas al Museo Taurino, la facultad de Medicina o el hospital Reina Sofía. La de Manuel es una historia singular. Empezó a trabajar con 13 años en una imprenta, luego hizo sus pinitos como platero y más tarde como visitador médico hasta que con 40 años, casado y con tres hijos, le surgió la oportunidad de acceder a la Universidad y se puso a estudiar Medicina. Completar la carrera le llevó algo más de seis años, ya que compaginaba los libros con su trabajo como visitador.

"El único ingreso en casa era el mío", recuerda, "así que mis compañeros me pasaban los apuntes porque había muchas clases a las que no podía ir". Cuando aprobó, empezó a hacer sustituciones y abrió un consultorio en el Sector Sur que ha permanecido abierto hasta marzo del 2020. "Me habría gustado ser cirujano y creo que se me habría dado bien porque tengo habilidad con las manos", explica, en alusión a su arte escultórico. Según Manuel, prolongar su edad de jubilación nunca le ha pesado. "Es más, aún echo en falta ir a la consulta, se me encogió el alma porque suponía cerrar una etapa, hasta ese momento nunca me consideré jubilado porque he seguido ejerciendo en la privada, han sido muchos años y he sido muy feliz como médico", afirma sin dudar.

Manuel Zurita MANUEL MURILLO

Lourdes Cabrera

La enfermería es otra de las profesiones que se ejercen "de por vida". Lourdes Cabrera trabajó más de 30 años de supervisora de Pediatría en el hospital Reina Sofía y otros 14 como enfermera gestora de casos. En el 2018, con 63 años, se prejubiló, pero desde entonces ha seguido trabajando como voluntaria. "Cuando empezó la pandemia y se anularon las consultas presenciales, me llamaron ante la avalancha de llamadas de usuarios con todo tipo de dudas por el covid y no lo dudé", recuerda, "luego se habilitaron los Colegios Mayores de la Asunción para alojar a los profesionales sanitarios que estaban trabajando en las unidades covid y yo me encargué de coordinar su estancia y actualmente colaboro con la Asociación de Enfermeras de Nutrición con distintas publicaciones y en el centro María Rivier de la Fundación Miguel Castillejo impartiendo formación on line para mujeres inmigrantes, con cursos sobre cuidados de geriatría".

Su colaboración es totalmente altruista, pero la mantiene activa. "Yo no he dejado de estudiar en ningún momento y pienso que los conocimientos que he adquirido a lo largo de los años no se deben perder porque haya cumplido 65 años, ya que pueden servir a otras personas y eso me anima a seguir". Se prejubiló porque la situación familiar era la idónea para hacer otras cosas que había aparcado durante años, pero eso no la ha frenado para trabajar de otra forma. "Mi marido se jubiló antes que yo por enfermedad y he tenido la suerte de tener ayuda en casa para poder compaginar mi actividad", explica, "el trabajo que realizo me aporta muchas cosas, egoístamente me hace sentirme útil, ágil, joven, con el poder de enseñar y además pienso que puedo hacer un bien a otros".

Lourdes Cabrera. A.J GONZÁLEZ

Mª Carmen Enríquez

Mª Carmen Enríquez es carnicera desde hace más de 40 años en el barrio de San Agustín. Cuatro días a la semana, se la puede encontrar despachando en Carnes González Enríquez, en la calle Obispo López Criado. Lunes y martes los dedica a preparar las comidas que se venden en su negocio. Próxima a la edad de jubilación, tiene claro que seguirá adelante, al menos hasta los 67. "Mientras esté como ahora no me retiro, porque para mí es un gusto venir a trabajar", afirma segura, "empecé con 23 años en esta carnicería, que antes fue de mi suegro, porque él sufrió un infarto un 24 de diciembre y de un día para otro tuve que aprender el oficio para sustituirle". En ese momento, tenía a sus dos hijos pequeños, pero buscaron a una persona para cuidarlos y ella se incorporó en su lugar. Se casó con Rafael González, "el mejor carnicero de toda Córdoba", afirma orgullosa, "y siempre supe que acabaría en esta carnicería, pero empecé antes de lo previsto".

La vocación le vino dada, pero asegura que siempre ha disfrutado al otro lado del mostrador. Hace seis meses, en plena pandemia, falleció su esposo, que ya se había jubilado, y ella siguió adelante. "No quiero quedarme en casa, a mí el trato con los clientes me anima, son casi parte de la familia, pocas explicaciones me tienen que dar, si me piden un avío yo sé lo que quiere cada uno, además, charlamos y nos intercambiamos recetas, aquí me siento bien", comenta sonriente, "lo peor son las horas que pasas de pie, pero estoy joven y lo llevo bien". Su marido trabajó 52 años sin darse de baja ni un día. Ella solo faltó a su puesto una vez. "Me operaron del menisco y estuve en casa, pero al poco, pedí el alta voluntaria, no aguantaba en casa, yo no quiero dejar de trabajar".

Mª Carmen Enríquez. A.J. GONZÁLEZ

Francisco Povedano

No todo el mundo alarga su tiempo en activo por gusto. Francisco Povedano tiene ahora 83 años y aunque está retirado, cumple el perfil de muchos mayores de su generación que se han visto forzados a seguir trabajando más allá de los 65 porque después de toda una vida trabajando, cuando les llegó el momento de irse aún no habían acumulado suficientes años de cotización. "Empecé en el campo con 11 años, pero la mayor parte de mi vida laboral fue en la construcción", explica, "muchas pequeñas y medianas empresas no te daban de alta en la Seguridad Social o te quitaban sin que tú te enteraras, así que prorrogué hasta los 67 mi trabajo en la ejecutiva provincial de CCOO". Él tuvo esa suerte, a otros no les queda más remedio que el recorte. "Hay empleos como el de la construcción en los que es difícil seguir activo a partir de cierta edad".