Son menos, a juzgar por la respuesta a la convocatoria, pero están ahí y dan ejemplo al resto. El sábado por la noche, decenas de jóvenes hicieron botellón en Córdoba, muchos de ellos en la zona de El Patriarca, donde esta mañana había convocada una quedada para limpiar los restos que cada fin de semana quedan entre setos y árboles por la dejadez de los más desconsiderados. Una cuenta de Instagram había citado a quien quisiera a acudir a las 11 de la mañana a la explanada de El Patriarca y allí acudieron varios grupos de chavales dispuestos a colaborar, aunque al tratarse de una cuenta anónima, nadie se identifica como administrador de la misma. Para preservar la identidad de los organizadores, nadie puede saber si los que están allí son o no parte de la iniciativa. Son las cosas de las redes.

Los chavales, que al principio estaban dispersos, se reúnen y empiezan a hablar para iniciar la recogida. Quequé es estudiante de Biología, granadino, y ha quedado con dos amigas; Eva, futura ambientóloga, y Bea, compañera de Biología. A su lado, una estudiante de Turismo, María, y uno de Ingeniería, Félix, que han llegado puntuales, y dos boy scouts, María y Lucía, aspirantes a enfermera y médico, se suman a la iniciativa y empiezan a andar por el campo. Ellas vinieron ya hace un tiempo y alucinaron con lo que encontraron. "Es increíble, había de todo, la gente no se corta un pelo". Antes de ellos, otro grupo de jóvenes ya se ha decidido y se ha puesto manos a la obra.

La atención se centra entonces en recoger la cantidad de cosas que van apareciendo al paso: restos de botellas, vasos, bolsas de patatas, latas, platos, cubiertos de plástico... procedentes de encuentros juveniles y de peroles familiares. "Es un problema de educación, si una familia viene de perol y deja la basura tirada, los hijos hacen lo mismo cuando van de botellón", dice una de las jóvenes, "además, lo tiran entre los arbustos para que no se vean y luego cuesta mucho recoger esa basura".

Les gustaría borrar la imagen de despreocupación de los jóvenes. "Yo he venido aquí alguna vez con mis amigos a hacer botellón, pero las mismas bolsas que traíamos con las botellas nos las hemos llevado con los restos, no cuesta tanto", comenta María, "me gusta mucho la Naturaleza, he vivido en el campo y eso me lo han inculcado siempre".

A pocos metros de la explanada, aparece el primer resto de botellón, la estampa es inequívoca y alguien diría que muy reciente porque todo está muy bien colocadito, no se han molestado ni en recoger un poco. Botellas de Coca Cola, cervezas, ron, vasos de plástico, bolsas de hielos y varias más de patatas y otros snacks. Quienes lo hacen pensarán que los que vienen a limpiar son unos pringaos y que mientras ellos limpien, para qué cortarse a la hora de ensuciar. Es un argumento peregrino que no está sobre la mesa para quienes se embarcan en esta tarea. «Estamos aquí porque nos gusta la Naturaleza», comentan, «porque hay que cuidar el medio ambiente y porque cuando vienes al campo, no te gusta encontrarlo así, aunque sería mejor que cada uno se hiciera cargo de lo suyo».