Pedro Caldentey es el director del Departamento de Economía de la Universidad Loyola y está convencido de que de la crisis saldremos cuando acabe la pandemia.

Hace un año se declaró el estado de alarma. ¿Qué cree que se ha hecho bien y qué se debería haber evitado?

Teníamos registros previos de pandemias globales, pero esta crisis ha sido un accidente inesperado y el aturdimiento inicial fue razonable. Es en la respuesta colectiva donde se pueden encontrar las mejores reacciones. Por ejemplo, en el confinamiento radical, en la solidaridad con los trabajadores prioritarios o con los comercios locales, en la búsqueda exprés de la vacuna, o en la fortaleza de la respuesta conjunta europea. Ojalá se vea también en que nos aseguremos de que todos los países del mundo tienen acceso a vacunarse. Lo peor ha sido, sin duda, la incapacidad de los líderes políticos para hacer que las administraciones actuaran conjuntamente. No han estado a la altura. Eso nos ha empujado a veces a comportamientos decepcionantes individual y colectivamente.

¿Qué considera prioritario en esta nueva etapa en la que nos encontramos?

La crisis nos ha hecho responder con instrumentos y políticas nuevas que tienen que generar cambios en las dinámicas económicas y sociales. El contraste con lo que hicimos ante la Gran Recesión es muy grande y positivo. No podemos desaprovechar la oportunidad que los incentivos de los fondos europeos y de las nuevas respuestas que hemos dado a la crisis, nos ofrecen para dejar atrás nuestros problemas de empleo, productividad o exclusión.

¿Se muestra optimista con una pronta recuperación de la economía de Córdoba y por qué?

La crisis fue un accidente y no hay razón para que se prolongue una vez que pase. Habrá empresas que no superarán el momento, pero hay sectores que saldrán mejor de la crisis. La demanda contenida va a provocar un repunte muy significativo de la economía.

¿Cuál ha sido para usted la mayor enseñanza de esta situación?

Nos deja dos enseñanzas principales. El confinamiento y los miles de víctimas nos dejaron pasmados y nos recordaron nuestra vulnerabilidad. Se nos había olvidado que determinados episodios pueden arrollar nuestras vidas, como ocurre frecuentemente en los países en desarrollo. La segunda de las enseñanzas es que se tiene y se puede responder a las crisis con respuestas heterodoxas y valientes.