Adiós a la búsqueda del aspirino para que te abriera camino a la rebaja de servicio. Dos imaginarias en una semana obligaban a huir de la garita como si del trullo se tratase. Pero siempre evitando que te metieran un parte o que un calimero te preguntara con mala cara cómo es que ibas de bonito por la calle y no estabas en el cuartel, de romano. Se soñaba con la blanca más que con la novia y cuando pasabas a ser padre o abuelo, la mili emprendía su cuesta abajo hacia el regreso a la vida civil. A la vida, en definitiva. Mañana se cumplen 20 años del final del servicio militar en España y Córdoba era una de esas ciudades en las que se notaría el cambio. Entre 3.000 y 5.000 reclutas, según la década, juraban bandera en los centros de instrucción de reclutas 4 y 5 (CIR), en Obejo y Cerro Muriano. El «señores: rompan filas» se escuchaba no menos de dos veces a lo largo de cada uno de aquellos días en los que la mayoría no se reconocía cuando visitaba el tigre para afeitarse frente al espejo. Como en la feria, cada uno cuenta aquella aventura obligada según la vivió, aunque aquellas vivencias solo las pueden narrar ya los que son, al menos, cuarentones.

Con el plan META del Ejército de Tierra, en 1985, algo empezó a cambiar. Los CIR se fusionaron, los edificios militares en la ciudad fueron abandonados progresivamente para trasladar a los regimientos y batallones a Cerro Muriano, lo que conllevaba también no solo la profesionalización, sino la entrada en la modernidad. Unos años antes, un vasco o un catalán tenían todas las papeletas para pasar al menos un año de su vida en Ceuta, Melilla o Canarias. A un andaluz se le sellaba en la frente algún destino como Jaca o el Ampurdán, en pueblos que ni tan siquiera se conocían: «¿Eso dónde está?», era una pregunta común tras el sorteo de los reemplazos. En su recta final la cosa cambió. No para todos. Pero al igual que los niños de San Ildefonso llegaron a protagonizar algún sorteo de mozos, en los años finales la lotería para los jóvenes del sur se realizaba en el Centro Regional de Informática, en la Capitanía General, situada en la Plaza de España, de Sevilla. Allí le tocó pringar a quien esto escribe, cuando el 90% de sus amigos quedaron excedentes de cupo o disfrutaban del pase pernocta en Córdoba. Había que adaptarse a las injusticias y, en ocasiones, hasta aceptarlas casi de buen grado.

Llegada de un grupo de reclutas a Cerro Muriano a finales de los años 80. Foto: A.J. GONZÁLEZ

A los millennials puede sonarles más que extraño lo de la mili, pero en aquel 2001 un millón de jóvenes mayores de 18 años se libraron ya de hacerla, cuando duraba lo que una temporada de fútbol, aproximadamente, nueve meses. Esa oposición de muchos jóvenes de entonces, nacidos en los albores de los 80 o finales de los 70, con la democracia recién nacida, fue clave para que la mili terminara por desaparecer. Ya una década antes de aquello, el Gobierno de turno se inventó un primer plan de profesionalización, con los vites (abreviatura de voluntarios intensivos técnicos especialistas). Así, coincidían chavales de 17 años que intentaban buscarse un futuro laboral con hombres con 10 años más que habían ido pidiendo aplazamientos por estudios hasta que lo inevitable se hizo realidad. Una situación ciertamente extraña.

El Real Decreto 247/2001 zanjó todo aquello. Adelantó el último reemplazo a diciembre de aquel 2001 y dio carpetazo al servicio militar con una frase del ministro Federico Trillo que sonaba ciertamente cuartelera: «Señores, se acabó la mili».

Edificios que también se ‘licenciaron’

La base logística releva a Lepanto, la Zona o Artillería

Paralelamente a los planes de Defensa de los 80 y los 90, así como a la decisión de eliminar el servicio militar en los albores del siglo XXI, el skyline de Córdoba también fue cambiando. Pero la Córdoba de esa década de los 90, que iba a poner punto final a los soldados de reemplazo, mostraba un perfil muy diferente a la actual. La primera piedra del cuartel de Lepanto, en la Ronda del Marrubial, se colocó en 1877 y en la memoria de la mayoría de los cordobeses aún están las garitas que lo rodeaban. De hecho, a pesar de situarse allí la Biblioteca Municipal y el Centro de Salud de Levante, el aparcamiento del Centro Comercial Abierto La Viñuela muestra en su suelo el paso y estancia de los BMR y demás acorazados de la época. La Zona de Reclutamiento, junto a la plaza de la Trinidad y ahora abandonada, tiene un futuro más que posible como edificio universitario. El Hospital Militar se encuentra en una situación preocupante. Este conjunto sanitario, situado en el cruce entre las avenidas Almogávares y Agrupación de Córdoba, fue construido en 1928 sobre los restos de un antiguo convento y funcionó como hospital militar hasta mediados de los 2000. Las obras de los últimos tiempos se han paralizado.

BMR alineados en el patio principal del cuartel de Lepanto. Foto: A.J. GONZÁLEZ

El cuartel de Artillería, situado en la avenida Medina Azahara desde 1905, también desapareció y actualmente se ubican en los mismos terrenos las instalaciones de Sadeco y de la Gerencia de Urbanismo. Incluso el Parque de Automovilismo, situado entre Chinales y el inicio del actual Vial, fue trasladado a El Higuerón para conformar allí el Parque y Centro de Mantenimiento de Vehículos de Ruedas número 2.

Ahora, la tradicional relación existente entre el Ejército de Tierra y Córdoba, que proviene de hace siglos, mantendrá su continuidad con la instalación de la base logística General Varela.

TESTIMONIOS DE LA MILI

AÑO 79/4º REEMPLAZO«Lo bueno, amigos para toda la vida»

Francisco González hizo la mili «como voluntario, en el CIR 4, en Cerro Muriano» y con cierta melancolía, pese a malos momentos puntuales, explica que «fue toda una experiencia. Luego estuve destinado en Caballerizas y aprendí a montar y todo». Para él, «lo mejor de la mili son los amigos, para toda la vida». «Claro que hay momentos malos», admite González, «pero con el paso del tiempo pesan más los buenos», asegura.

AÑO 75/3º REEMPLAZO

Desprendimiento de retina en el CIR

Incorporado cuatro meses antes de la muerte de Franco, Antonio Rider tuvo una mala experiencia, ya que «tuve un desprendimiento de retina en un accidente allí y luego perdí el ojo por ser atendido tarde». Además, el servicio militar supuso para Rider dejar su futuro en Alemania -era emigrante-, aunque tras la misma logró trabajo. Curiosamente, su hijo pertenecía al primer reemplazo que evitó la mili después del decreto del 2001.

AÑO 84/2º REEMPLAZOTiempo de empatía y solidaridad

Juanjo Prieto fue voluntario, con 17 años, «y me reenganché», siendo militar hasta el año 89. Prieto -en la foto, en el centro- realizaba labores de «formación de reclutas», muchos llegados de pueblos pequeños, por lo que aplicó grandes dosis de «empatía y solidaridad» con ellos. Tras casi cuarenta años se mantienen contactos: «Ayer hablé con un cabo primero de aquella época».

AÑO 79/3º REEMPLAZO«Lo malo se olvida con el tiempo»

Rafael Salinas juró bandera en el CIR 4, en Obejo, tras un campamento y servicio militar en los que «lo malo, con el paso del tiempo, se olvida». Salinas remarca «la amistad que queda con el paso de los años. A mí me gustaría retomarla con un compañero que tuve y al que perdí la pista al poco de terminar» una mili que hizo «voluntario. Lo dudé, pero pasados los años no me arrepiento».