Cuando Pepe, aún adolescente, trabajaba en la esquina frente al edificio coronado por el reloj de Las Tendillas, nunca imaginó que décadas después viviría bajo el son flamenco de aquella asombrosa guitarra que escondía el nuevo reloj en sus entrañas. Junto a su esposa, Loli, lleva 16 años disfrutando de sus acordes desde el piso de abajo. Algo que para ellos, sin duda, «es una joya».

Es un 29 de enero de 1961. En la Plaza de las Tendillas los cordobeses se reúnen en torno a las 12.00 para, entre gritos y aplausos, dar la bienvenida al nuevo símbolo. La emoción y el júbilo de los vecinos aumenta cuando el carillón toca los breves sones, compuestos por Antonio Valero, que emanan de la guitarra flamenca de Juan Serrano. Y la voz de Matías Prats da la bienvenida al nuevo monumento de la ciudad con un «y mejores no hay», el eslogan de Philips, encargada de diseñar y financiar tal mecanismo, como explica el historiador Manuel García Parody. A partir de entonces, el reloj más flamenco del mundo formó parte de la vida cordobesa.

El reloj de Las Tendillas de Córdoba. CHENCHO MARTÍNEZ

Pepe lo recuerda como un acontecimiento muy especial. Y la fascinación que él sentía como relojero, la percibía también en el resto de vecinos y en los turistas que, durante los años posteriores, se dejaron embelesar por los acordes de la música popular. Unos días antes, cuenta García Parody, en las páginas de Diario CÓRDOBA, el periodista Manuel Medina González lo bautizó como Felipe en un artículo titulado ‘Cantinela de invierno’.

Algunos visitantes, cuando paseando se sorprendían por un sonido flamenco, buscaban con la mirada su origen, cuenta Pepe. Custodiado por la representación de dos maceros municipales, el mecanismo alzó su música para robar cierto protagonismo a la Mezquita o al Cristo de los Faroles. Según relata García Parody, los turistas preguntaban «¿Y dónde está el reloj que toca la guitarra?». Ahí está, en lo más alto de Las Tendillas, desde hace ya 60 años, poniendo el acento andaluz a la vida de Córdoba. Ahí sigue, con su cantinela un invierno más.

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