A Guillermo Galeote (San Sebastián, 1940-Madrid 2021), figura clave en el PSOE desde la clandestinidad que murió el jueves a causa del covid19, los socialistas cordobeses le deben mucho. Entre otras cosas, el tránsito de un partido embrionario y clandestino a una organización política moderna y estructurada. Su muerte, en el destierro de la vida política, ha hecho más visible la deuda que contrajeron con aquel joven médico que llegó en los 70 a la ciudad, y que ya atesoraba entonces un sólido curriculum de opositor al régimen de Franco (en Sevilla, ingresó primero en la Juventudes Socialistas y en 1962 en el PSOE).

Aunque más tarde trabajó en el Hospital General y fue miembro de la ejecutiva del Colegio de Médicos, al llegar a Córdoba Guillermo Galeote atendía en un consultorio médico en el Parque Figueroa, junto al también médico socialista Rafael Vallejo. «La vida lo trató mal y el partido fue injusto y cruel con su figura», lamenta José Miguel Salinas, quien lo considera su padre político, al recordar la factura mortal que le ocasionó el caso Filesa,caso Filesa por el que su partido lo apartó de todos los cargos orgánicos e institucionales. «Todo el mundo sabía que no había tenido provecho personal de nada, que solo trató de arreglar las finanzas del partido, pero aquello acabó con su carrera. No culpó a nadie. Era tan honesto que no volvió a estar nunca en un acto público (su vinculación política se restringió prácticamente a su participación en la Fundación Pablo Iglesias cuando la dirigía Alfonso Guerra)», dice. «Después lo hemos llamado doscientas veces, pero no lo convencimos de volver», añade Salinas para recordar a continuación también su altura profesional como médico y que estando en el Congreso le diagnosticó una apendicitis. «Estuvo conmigo en el hospital hasta que vinieron mis padres a las 7 de la mañana», recuerda el exsecretario provincial.

El que fuera el hombre más potente de la Ejecutiva Federal del PSOE durante los primeros años de la democracia (estuvo en la dirección del partido hasta 1991, desempeñando consecutivamente las secretarías de Propaganda, Prensa y Propaganda, Imagen, Comunicación y Administración y Finanzas); el tercer hombre en la terna formada por Felipe González y Alfonso Guerra en el clan de la tortilla (no apareció en la famoso foto por estar ya en tierras cordobesas, pero trabó íntima amistad con aquellos socialistas sevillanos); quien rechazó en dos ocasiones ser ministro de Sanidad fue arrollado por el caso de financiación ilegal y ya no regresó a la política.

Extraordinariamente tímido, culto, reflexivo y cariñoso en la cercanía, así lo recuerdan los socialistas más veteranos como Maribel Flores, quien también cree que fue «la cabeza de turco» y que lo trataron injustamente. «A nivel interno hizo una labor magnífica en Córdoba», junto a Ángeles Aparici, Salvador Flanco, Diego Alonso, Vicente Jiménez o Paco García, entre aquellos pioneros. El que fuera diputado cunero por Córdoba entre 1977 y 1993, era un «portentoso de los sondeos» y a él se atribuye aquello de las 50 primeras papeletas que permitió vaticinar a Alfonso Guerra a las 10 de la noche de aquel 28 de octubre del año 82 --en un recuento que acabó a las 4 de la mañana-- que el PSOE obtendría 202 escaños. Precisamente Guerra escribe de él en El País: «Dispuesto siempre a la expiación personal para eximir la responsabilidad de los demás. Guillermo se ha marchado de manera discreta, como fue su vida toda, sin incomodar a nadie».