Esta Navidad, ya lo saben, no se parece a ninguna de las que hemos conocido en las últimas décadas. Atrás ha quedado (de momento) el tradicional encuentro con familiares y amigos, esas reuniones faraónicas en torno a una mesa en Nochebuena y la Gran Fiesta, más o menos de etiqueta, para recibir el Año Nuevo. Anoche tocó cumplir protocolo de Nochevieja, pero fue un protocolo sanitario, hasta este año, ajeno a nuestras vidas.

La familia formada por Mónica Chamber y Luis Miguel Reyes y su dos hijos Silvia y Luis Miguel, de 16 y 14 años, respectivamente, celebraron una Nochevieja distinta a la de siempre. Acostumbrados a recibir a unos y otros, a los que viven en Córdoba y a quienes residen fuera, ayer solo dieron la bienvenida a los padres de Mónica, Juan Chamber y Juana Parra, por eso de que no querían juntarse más de seis personas de dos núcleos familiares en un espacio cerrado. Por eso y porque Olga, la hermana de Mónica que vive en Alicante, no ha podido salir de la Comunidad Valenciana por las restricciones del covid-19. Los adultos cenaron en una mesa y los más jóvenes en otra distinta. Las cosas no están como para jugársela.

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Mónica dice que lo que más extrañó en esta Nochevieja fue a sus hermanas y sobrinos, porque ya se sabe que en Navidad la alegría de los pequeños y los abrazos de los familiares que no tenemos cerca son el mejor regalo. Pero en esta ocasión no puedo ser.

Más allá de eso hay que cosas que no cambia ni una pandemia: el marisco, el picoteo, los embutidos y las buenas carnes en la mesa. Eso y las ganas de salir de Silvia, que a sus 16 años ansiaba, como todos los adolescentes, ir de fiesta con sus amigos en la única noche en la que no hay límite de hora para volver a casa. A su edad, solo tiene un antecedente a sus espaldas, el cotillón que dio el pistoletazo de salida a este 2020 tan raro para todos, en la que lució un precioso vestido comprado para la ocasión. Este año no pudo ser y aunque la decepción estuvo presente a lo largo de todo día, al final la vida le dio una tregua y se fue a pasar la noche, tras la cena, a casa de su amiga. Menos da una piedra.

La tecnología, una vez más, fue el mejor aliado de esta familia, y de la de media España. Nada como una videoconferencia para comprobar lo guapos y guapas que están unos y otros con sus respectivas familias, ya sea a un kilómetro o a seiscientos. Mónica destaca que hicieron varias, antes y después de las uvas.

Y tras las uvas los abuelos regresaron a su casa y Mónica y Luis Miguel padre e hijo se quedaron viendo tele, aunque el más joven la cambió finalmente por el juego en línea en la consola con sus amigos. Una forma de estar juntos, aunque en la distancia.

Hoy amaneció más tarde de lo habitual. Es lo que tiene trasnochar. Una ducha y a la calle, porque toca barbacoa en el campo con la familia de Luis Miguel. Serán diez, así que qué mejor que estar al aire libre para evitar contagios. Es la búsqueda del perfecto equilibrio para disfrutar de los que quieres sin ponerlos en riesgo. Este año toca así, el que viene o el que ya ha llegado, ya veremos.