La pandemia del coronavirus ha afectado de lleno al transporte público de viajeros, un servicio básico para los ciudadanos y que genera trabajo y riqueza en la provincia. Son más de 1.000 los empleos directos que suele producir en esta época del año, pues ahora estarían funcionando los autocares escolares y los turísticos al 100%, además de las líneas que hay durante los doce meses. Sin embargo, en la actualidad ha caído un 95% el servicio del autobús si se compara con las cifras del 2020 en mayo, según el secretario de la Agrupación Empresarial de Transportes Discrecionales y Regulares de Viajeros de Córdoba (ATC), Antonio Arroyo. «Los autobuses escolares y turísticos se encuentran totalmente parados y solo funcionan las líneas regulares a un 10% de su ritmo habitual. Damos ya por perdida nuestra temporada alta y además desconocemos lo que puede pasar a partir de ahora», reconoce.

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Un vistazo ahora a la estación de autobuses de Córdoba no produce por ello más que desolación y tristeza. Solo alguna empresa aislada como Carrera mantiene abierto su servicio de ventanilla. Las demás cobran a sus clientes en el mismo autobús a través de los conductores para ahorrar gastos. Ver los autocares salir de la estación casi vacíos se ha convertido en una rutina, al igual que permanecer junto a la barra vacía de la cafetería, ahora cerrada.

Para tratar esta problemática tuvo lugar ayer una reunión entre el presidente de ATC, Miguel Ramírez, y el tercer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Córdoba, Salvador Fuentes, en la sede de la Confederación de Empresarios de Córdoba (CECO). ATC reúne actualmente a 42 empresas que poseen más de 450 vehículos, por lo que conoce de primera mano el día a día de la realidad de este sector.

ATC pidió a Salvador Fuentes una reducción transitoria de sus impuestos, entre otros el de tracción mecánica, que ya había sido aplazado por el Ayuntamiento al 5 de junio. A nivel nacional solicita que puedan mantenerse los ertes más allá del 30 de junio, que haya una carencia en el pago del leasing de sus vehículos y que se compensen una parte de los gastos de las líneas regulares que siguen funcionando.

«Las líneas regulares que funcionan han perdido a clientes habituales como los estudiantes de los pueblos, ahora en sus casas sin moverse, o a los pacientes que acudían a la capital a ver a su médico», se queja con amargura Antonio Arroyo.

Algo parecido sucede enfrente, pues la estación de trenes está casi solitaria, sin apenas viajeros esperando a subir al vagón y con una sola tienda abierta, que además lleva apenas dos días de nuevo al servicio. Los trenes de alta velocidad solo están funcionando a un 30% de su ritmo habitual y hay tramos horarios en los que no sale ninguno.