Nada se ha multiplicado estos días como el miedo y el spam. La basura nos rodea y, entre memes, resulta difícil encontrar una pausa para prepararnos para el día después. El esqueleto de la ciudad son las imágenes de abajo. Los músculos, tendones y otros órganos vitales están resguardados en casa, a la espera de un aire más limpio. Intento olvidar que la semana que mañana empieza podría acabar con este ánimo de balcones y me esfuerzo en pensar que todo va a ir bien. Si cierro los ojos y miro a la izquierda escucho el bullicio y el tráfico. A la derecha, solo el sonido de la cámara de un fotógrafo, como un disparo que silba hacia el infinito en el duelo de un wéstern. La ciudad espera otra oportunidad y varias generaciones tendrán, otra vez, más obstáculos de los previstos. Los milagros no existen, así que fiemos el futuro al esfuerzo, la ciencia y nuestra capacidad para ser mejores.

Antes: La Judería, epicentro del turismo como fuente de vida. Foto: A.J. GONZÁLEZ

Después: La belleza de la ciudad lucha contra la realidad del drama. Foto: A.J. GONZÁLEZ

Antes: La Corredera, el encuentro como identidad. Foto: MANUEL MURILLO

Después: La plaza para nadie, seguro que de forma transitoria. Foto: SÁNCHEZ MORENO

Antes: El vivo Paseo de la Victoria. Foto: A.J. GONZÁLEZ

Después: Las principales arterias necesitan riego sanguíneo. Foto: SÁNCHEZ MORENO