Jesús Criado es de Cádiz, tiene 50 años y es la prueba fehaciente de que salir de la calle es posible por muy difícil que sea la situación de partida. Jesús vino al mundo en una familia desestructurada con graves problemas familiares. «Empecé a entrar en los reformatorios con diez años y a los 18, ingresé en prisión, donde he pasado 22 años de mi vida». Enganchado a las drogas durante treinta años, asegura que durante mucho tiempo intentó dejarlo con todo tipo de recursos, «pero no era capaz de salir».

Según relata, «hay muchas cicatrices que se curan, pero hay otras que llevas dentro toda la vida», antes de revelar que la más dura fue «la lucha conmigo mismo». Tras muchas caídas, desesperado, sin ilusión ni ganas de vivir, emprendió una vida solitaria en la que alternaba estancias en Córdoba o Sevilla y en Cádiz. «Aquí, en la plaza del Alpargate, conocí a los voluntarios de la UVI móvil de Cáritas», recuerda, «yo estaba enganchado a todo, era una bomba auténtica de relojería a punto de estallar, no hablaba con nadie y vivía aislado del mundo, pero a pesar de todo, los voluntarios venían a hablar conmigo, me traían café e intentaban animarme».

Incansables, un día le hablaron del hogar Casa Madre del Redentor. Jesús nunca imaginó que aquel lugar le cambiaría la vida. «Decidí ir y allí emprendí un largo proceso de seis años», explica. Con el respaldo de Cáritas, no solo dejó la calle sino que se esforzó por superar su adicción. «Decidí quitarme de todas las drogas de golpe y dejé de consumir todo el primer día», dice, «imagínense qué fuerza me daba esta gente, lo motivado que estaba para dar un paso así». Totalmente recuperado, en proceso de búsqueda de empleo, asegura convencido que «hay esperanza, yo sé que se puede salir».