No es un debate nuevo pero sí una reflexión obligada en cada inicio de curso. Móviles en el aula, ¿sí o no? La discrepancia bascula entre la tecnología y la adicción, las puertas al campo y la protección del menor, la adaptación al medio y la defensa de las esencias educativas. España llegó a plantearse vetar el teléfono en las escuelas como ya hizo Francia hace un año, pero la cosa no pasó de unas cuantas tertulias matinales. Recientes encuestas revelan ahora un claro apoyo social a la prohibición, de un 86%. Muchos expertos, sin embargo, opinan todo lo contrario, que es una herramienta válida si se sabe domesticar, si se le ponen límites. Porque hay mucho que analizar, ya que no solo se trata de permitirlo o no, sino de qué uso se le va a dar, en qué asignaturas, en qué espacios al margen del pupitre, durante cuánto tiempo...

Según algunos sondeos realizados en distintas partes de España, el 85,8% de los entrevistados se muestra favorable a que los móviles no entren en las aulas durante la etapa de enseñanza obligatoria, es decir, hasta que los adolescentes terminan la ESO. Esa es precisamente la decisión que tomó el Gobierno francés de Emmanuel Macron para el inicio del curso pasado y que sigue en vigor, una medida con poco feeling en el ámbito internacional, pues solo Singapur y Puerto Rico (que terminó suavizando la norma), están en un nivel parecido. Nueva York se atrevió, pero retrocedió en el 2015 con el cambio de alcalde. España llegó a planteárselo el año pasado. La ministra de Educación, Isabel Celaá, instó en septiembre de 2018 a «reflexionar sobre si el tiempo escolar debe estar libre de esa adicción», en referencia a la dependencia del teléfono que desarrollan algunos jóvenes.