Las ermitas, en el Desierto de Nuestra Señora de Belén, han sido lugar de recogimiento desde tiempo inmemorial. Hasta aquí llegaron los primeros ermitaños en el siglo VI, que al principio vivían dispersos por la sierra. En 1703 se levantó la primera ermita. Después, además de la iglesia, vendrían el resto, hasta 14.

El último ermitaño desapareció en 1957 y desde entonces las ermitas han estado al cuidado de los carmelitas descalzos.

La Asociación Amigos de las Ermitas, que tiene 1200 socios, nació, como señala su presidente, Juan Fernández, con una doble vocación «potenciar el culto y a la Virgen de Belén y al Sagrado Corazón de Jesús» y «preservar y difundir el patrimonio». De hecho el colectivo ha realizado una importante labor de recuperación de las antiguas construcciones y organiza visitas guiadas en las que explican, por ejemplo, la gran labor que realizaron los ermitaños a lo largo de los siglos con los más necesitados, ya que a pesar de su pobreza ofrecían alimentos a quienes lo demandaban,

Ahora Juan Fernández se encuentra entusiasmado tras el nombramiento del año Jubilar del Sagrado Corazón de Jesús, fecha que coincide con el 35 aniversario del colectivo.