Hasta hace menos de una década, el sueño dorado del español medio de 50 y tantos años era llegar sano a la edad de jubilación para disfrutar de la merecida pensión y ejercer de abuelo. Ahora, las cosas han cambiado.

Mariano empezó a trabajar con 14 años en la pastelería Serrano, donde ha ejercido como confitero durante 40 años, hasta que la firma cerró en el 2010. "De cien empleados, nos quedamos quince, que dejamos de cobrar 8 meses antes de que la empresa se declarara insolvente y nos viéramos en el paro". El hundimiento de Serrano, que atribuye más a una mala gestión que a la falta de demanda, "porque se vendía todo", arruinó sus planes de futuro. "Cuando empezaron los problemas económicos, amplié la hipoteca", recuerda, "pagábamos unos 900 euros al mes con la idea de acabar de pagar con 65 años, pero llegó un momento en que no llegábamos a fin de mes". Su piso, situado en el barrio de Fátima, fue subastado en marzo del 2011. "Se lo quedó el banco por 135.000 euros cuando a mí me pedían 270.000, decían que todo lo que habíamos pagado durante años eran solo intereses". Cuando llegó el día del desalojo, nadie había oído hablar de Stop Desahucios, así que el 8 de noviembre del 2011 entregaron las llaves al banco y abandonaron su hogar. "Nos llevamos la ropa, las cosas personales y algunos muebles, el resto se quedó dentro porque no teníamos dónde meterlo", explica con voz queda, "un conocido nos alquiló un piso justo al lado del nuestro por el que pagamos 500 euros al mes". Para salir adelante, Mariano y María Luisa tienen que hacer verdaderos malabares. "Mi mujer es la que ahora trae el sueldo a casa, trabaja en la frutería de abajo y de lo que gana, nada más cobrar, apartamos el dinero del piso. Con lo demás, unos ciento y pico, y con mi paga de 426 euros tenemos que comer siete personas, pagar la luz, el gas... imagínate". Las estrecheces les han hecho pedir ayuda a Cáritas, comprar fiado y acumular recibos pendientes, algo que nunca habrían querido hacer.

Mariano cumplirá muy pronto los 60 años y sabe que no volverá a trabajar. "Si no hay para los jóvenes, quién me va a contratar a mí". Después de 40 años, ni siquiera sabe lo que le quedará de pensión el día que cumpla la edad de jubilación. Aunque ahora solo piensa en el presente.

Ninguno de sus tres hijos, de 31, 25 y 19 años, tiene trabajo, así que bajo el mismo techo conviven padres, hijos y un nieto.

Según Mariano, el mayor es muy manitas y ha trabajado en muchas cosas, desde albañil a mecánico, "pero ahora no hay nada, solo lo llaman a veces para pinchar en una discoteca". El de enmedio ha estado empleado en una empresa, colocando persianas, hasta que lo dejaron en el paro en Nochebuena del año pasado. "Desde entonces, nada". Y el pequeño, que se ha formado en temas de comercio, "no para de echar currículums, pero no le llaman de ningún sitio, ni siquiera hay trabajo en el Ejército porque salen convocatorias y, por lo que le dicen, han pasado de recibir solicitudes de inmigrantes a tener candidatos con carreras".