Sobrevolar Isla Decepción sin salir del Rectorado. Esa era la misión de la Universidad de Córdoba, que ayer sirvió de escenario para realizar una conexión en directo, a través de Skype, con los científicos y militares que trabajan en la base Gabriel de Castilla, situada en plena Antártida. Todo ello, en presencia del subdelegado de Defensa, el coronel Nicolás de Bari; el vicerrector de Postgrado y Formación Continua, José Carlos Gómez Villamandos; los decanos de Veterinaria y Ciencias, el director de la Etsiam, profesores de la UCO, periodistas y un grupo de estudiantes de Secundaria.

Isla Decepción, donde ahora habitan 4 militares andaluces, entre ellos el capitán cordobés Francisco Ramírez, experto en Transmisiones, es el nombre de una isla en forma de herradura envuelta en leyenda. El origen de su nombre ha sido muy discutido. Algunos cuentan que fue el capitán Bellingshausen quien la bautizó así tras comprobar que no era el primero en pisar aquel paraje mientras otras versiones hablan de la desilusión de los marinos que llegaron buscando tesoros enterrados por el capitán Drake que nunca aparecieron...

La sesión, guiada por el comandante jefe Alvaro Kromer, y que se prolongó durante casi dos horas, permitió a los asistentes conocer la esencia de los proyectos de investigación que desarrollan en la isla científicos españoles. A 13.000 kilómetros de España, aislados a unos 1.000 kilómetros de la población más cercana durante los meses del verano austral, a una media de 6 grados bajo cero, equipos procedentes de varias universidades analizan la actividad sísmica de la zona, vigilan el volcán que corona Decepción, la morfología del permafrost (suelo congelado) y estudian a los pingüinos y los parásitos que los habitan. Tras conocer los entresijos de la base y asistir a la exposición del porqué y el cómo de las investigaciones españolas, se abrió un turno de preguntas en el que hubo lugar para cuestiones específicas lanzadas por los profesores allí presentes y para curiosidades de los alumnos de la ESO. Los científicos aprovecharon además para reivindicar la importancia de invertir en investigación, sugiriendo a los políticos que tengan "visión a largo plazo" y los militares para animar a los jóvenes a sumarse al Ejército y participar en "aventuras" de este calibre. Eso sí, quien se anime, debe saber que no todo el mundo es apto para vivir en la Antártida. Científicos y militares deben superar estrictas pruebas físicas y psíquicas.