Menos mal que llega la Semana Santa, porque este ritmo no hay cuerpo que lo aguante ni noticia que resista dos días. En el tramo final de la cuaresma han desfilado en procesión los resultados de las elecciones andaluzas y el difícil escenario que traen consigo, la huelga general y un pleno municipal caótico para el que el gobierno local se llevó al Ayuntamiento de Córdoba la imagen de la Reina de los Mártires, el colmo de la alegoría. El Viernes de Dolores, y no está mal repetirlo aunque estemos ante una asociación de ideas fácil, fue precursor de lo que hay y de lo que nos espera: un doloroso vía crucis de ajustes, recortes, despidos y malestar general, todo sea por enjugar el déficit e intentar que los mercados y Europa nos dejen vivir. Nunca se había vivido un pleno municipal de tal crispación, y con la sensación de que esto no ha hecho más empezar. Probablemente el presidente del Pleno, Luis Martin, esté reflexionando sobre cómo reconducir unas sesiones que se avecinan similares a la que el viernes se le fue de las manos. Descartada la idea que el equipo de gobierno barajó en un receso de continuar el Pleno en otro sitio, deberán pensar cómo recuperar la normalidad para las próximas sesiones de Capitulares.

Hay que abstraerse de las elecciones andaluzas y de la agotadora jornada del 29M para entrar en materia municipal, aunque está claro que todo está relacionado, y que la mayoría absoluta del PP en el Ayuntamiento de Córdoba no va tener la misma soltura con la Junta de Andalucía gobernada por la alianza PSOE-IU que si hubieran salido adelante los planes de gobierno de Javier Arenas. Otra cosa sería que prosperase el improbable pacto PP-PSOE que propone el popular. ¿Incidió el resultado electoral de mayoría insuficiente del PP en el ambiente de la huelga general y en el del Pleno del pasado viernes? Lo razonable es pensar que sí, y que el descontento de una sociedad que lleva tres años sufriendo la crisis y que no ve el final de esta angustia va a acondicionar la gestión municipal.

Como la va a acondicionar la asfixia presupuestaria de un Ayuntamiento que anuncia fuertes recortes y ajustes. El alcalde, José Antonio Nieto, lo dejó meridiano: se van a privatizar servicios públicos y, si en algunos organismos autónomos no se acepta la bajada de sueldo, optará por liquidarlos. Y todo ello el mismo día en el que el Ayuntamiento de Jerez de la Frontera anunció un ERE para despedir a 390 empleados municipales.

Fueron trabajadores afectados por este plan de ajuste, padres y madres de la escuela infantil municipal y policías locales los protagonizaron el boicot a la última sesión plenaria, pero en la próxima serán otros. Todo indica, que igual que el Gobierno central con la reforma laboral o con los durísimos recortes acordados por el Consejo de Ministros en el marco de los Presupuestos Generales del Estado, el equipo local del PP no dará un paso atrás, por mucho que le presione la oposición.

El horizonte se presenta cada día más complejo, y el equipo de Nieto tendrá que actuar con más cohesión y con un objetivo definido. Decisiones poco claras o erráticas, mensajes contradictorios (como los que se están lanzado en torno al centro de congresos) y cierta improvisación no se comprenden en una formación política que ha estado cuatro años esperando su momento de gobernar y convencida de que conseguiría mayoría absoluta, como así ocurrió en mayo del 2011. Han pasado nueves meses duros, en los que el paro ha seguido creciendo y la economía avanza en su triunfal desplome, pero los ciudadanos van a exigir soluciones y nadie va a ser comprensivo con los dirigentes políticos. El gobierno municipal, más que unas pilas necesitará un transformador de potencia de ABB, y urge que lo conecte. Mientras, tendremos que conformarnos con el olor a incienso que invade varias plantas de Capitulares.