"Parece un scalectrix", "me recuerda a un cementerio", "no pega nada con el entorno"... Estas son algunas de las frases que pronunciaban ayer los vecinos de San Basilio que subían o bajaban por la rampa o las escaleras recién estrenadas. El nuevo acceso al barrio entre las calles Doctor Barraquer y Terrones se ha abierto esta misma semana y ya se ha convertido en tema de conversación entre los que pasan por allí asidua o esporádicamente, al igual que lo fue la larga duración de unas obras que se iniciaron en julio, con un plazo de ejecución de tres meses que se han convertido en ocho, por lo que a los vecinos se les han hecho eternas. El Ayuntamiento ha sufragado los trabajos, presupuestados en 140.000 euros, con los fondos estatales anticrisis del 2010.

El espacio que había con 23 peldaños de piedra ha sido sustituido por un laberinto de escaleras y rampas que resuelven el desnivel de 3,25 metros. Lo primero que llama la atención son las barandas de acero inoxidable combinadas con metacrilato de lunares que destacan sobre la blancura del nuevo pavimento, que ya está pasando factura. A tan solo tres días de su apertura, ya muestra las marcas negras de los carritos y las manchas de las pisadas. También destacan los dos cipreses y los arriates que irrumpen en la blancura del lugar, salpicada también por trece originales maceteros con figura circular y distinto tamaño. Las bandas instaladas en el suelo iluminan la noche con distintos colores.

Todos reconocen que el acceso es mucho más cómodo que antes, pero no están convencidos con los materiales ni con el diseño. Ricardo Rodríguez es un vecino que ha seguido muy de cerca la obra, que ha sufrido un retraso de "seis meses". Su impresión es que "no pega con el barrio". Además, asegura que hay muchos vecinos disconformes con los dos cipreses, "ya que esto parecen las escalerillas del cementerio". Uno de sus temores es que sea un foco de atracción para el botellón .

A Manuel Rodríguez le parece que "han metido la pata", aunque reconoce que "es más cómodo". Por su parte, Carmen Serrano piensa que la "escalera no pega nada con el barrio, en otro más moderno sí hubiera estado bien". Soraya Torres también opina que "no pega nada" y advierte de los riesgos del color blanco, al igual que Antonio Zamorano, que está convencido de "que va a durar poco". Además, se queja de "la vuelta que hay que dar" para bajar o subir. Por su parte, Rafael Mesones dice que "lo que hace falta es que lo respeten y no hagan pintadas".

A Rosario Rey le parece bien el cambio. La primera aún recuerda lo difícil que era subir y bajar las antiguas escaleras con el carrito de su nieto y con el de la compra. "Ahora hay que dar más vuelta pero es más cómodo", señala. Por último, Inmaculada Alarcón y Manuel Gómez sí ven este rincón acorde con el barrio. Les parece "bonito y original", pero "un laberinto".