La jubilación le llegó a Angeles Córdoba, sin desearla, en 1992, y desde el primer momento se propuso exprimirla en todas sus posibilidades, "que no eran precisamente hacer ganchillo", dice, sino volcarse en la ayuda social. Una de las charlas que daba a colectivos de mujeres la tituló, con el fino humor que la caracteriza, Qué voy a hacer yo cuando sea mayor . En su caso, una de las muchas cosas que hizo fue ser teniente de alcalde del Ayuntamiento durante el primer mandato de Rosa Aguilar. Ocupó un área importante, la de Presidencia, pero dimitió apenas un año después.

--¿Tan incómoda se sentía?

--Estuve un año, sí, desde junio del 1999 a julio del 2000. Salí voluntariamente, fui yo quien pidió retirarse. En la prensa se reflejaron cosas que no eran verdad, pero entonces no quise entrar a ningún trapo. He hablado mucho en conferencias y cosas así, pero soy muy poco dada a hablar para el público en estos terrenos. Entonces opté por no decir nada, aunque incluso preparé algunos borradores, y hoy tampoco quiero decir nada.

--Pero, mujer, habiendo pasado tanto tiempo, y sin estar ya siquiera Rosa Aguilar, que fue la que la fichó...

--Sí, han pasado más de diez años, pero solo diré que no era el lugar donde yo tenía que estar ni era mi tiempo. No me sentí satisfecha con lo que estaba haciendo ni de la experiencia respecto a mí misma, pero no quiero que se puedan interpretar mal mis palabras porque sigo siendo de la misma cuerda de aquellas personas que estuvieron conmigo.

--Cuénteme al menos cómo llegó a ser teniente de alcalde sin haber tenido antes nada que ver con la política.

--Fue una ingenuidad por mi parte precisamente por eso, porque no tenía ninguna experiencia política; siempre he sido bastante ingenua y diáfana. Me habían requerido para ir en las listas de Izquierda Unida ya antes, en época de Julio Anguita y luego de Herminio Trigo, pero yo estaba muy metida en mi profesión y mi familia. Sin embargo, ya jubilada me llama no Rosa Aguilar, a la que no conocía de nada, sino María José Moruno, que me conocía de la profesión, y luego también otras personas relacionadas con el magisterio. Ya no tenía ataduras, mis hijos (tengo dos, chico y chica) ya no vivían en casa, y entendí que no tenía ninguna razón para decir no. Además, me planteé que mi presencia en la lista podría demostrar que a los mayores no tienen por qué borrarnos de la vida. Dije que aceptaba ir en la lista pero no en puesto de salida. Como con Rosa Aguilar y con otros y cuando ya está la cosa en marcha me dicen que no, que tengo que ir más arriba en la lista. Y acabé aceptando. Presidencia... los entresijos de la política de partidos son muy complejos.