Lugar y fecha de nacimiento: Cúllar Baza (Granada), 1932.

Trayectoria: Estudió en el Conservatorio Superior de Música, del que fue profesor. Dirigió la Banda Municioal y creó la Orquesta Ciudad de Córdoba. Prolífico compositor, algunas de sus obras forman parte de la historia musical española.

La música ha sido el motor de su vida y poco o nada parece que exista para Luis Bedmar más allá de las notas y las partituras, excepto su familia, su otro gran amor, que también comparte su pasión. La memoria musical de Córdoba no podría contarse sin él y conoce todos los recovecos por los que han transitado orquestas, coros, solistas, compositores y directores en esta ciudad, a la que llegó a principios de los años cincuenta con la intención de vivir de su gran pasión. Los que lo conocen bien le piropean diciendo que es "demasiado buena persona", algo que solo les pasa a los que son más felices dando que recibiendo.

--Llega a Córdoba en el año 1952. ¿Qué recuerdos le vienen a la mente?

--Lo primero que me impresionó fue la belleza de Córdoba. Yo venía a estudiar música y tenía una cita con don Dámaso Torres, director de la banda municipal, que estaba tocando en el Paseo de la Victoria. Esa fue mi primera visión de Córdoba, un cuadro apasionante que me impresionó increíblemente.

--¿Y de la gente, de los cordobeses?

--La gente se portó siempre bien conmigo. Mi primera residencia en Córdoba fue en el cuartel del Marrubial, en el Ejército. Yo venía con tantas ilusiones... La de estar en la banda del Ejército y la de cursar la carrera de Música en el Conservatorio. Era una gozada estar en Córdoba.

--¿Cómo se divertían los estudiantes en la Córdoba de aquella época?

--Yo no sé cómo se divertían otros estudiantes, aunque tengo algunas referencias por amigos que tenía en Córdoba de mi pueblo que estaban en la Universidad y se divertían mucho con la tuna y todas aquellas cosas, pero, en realidad, yo tenía claro que no había venido a divertirme precisamente sino a estudiar y acabar en el menor tipo posible la carrera de Música. Yo no salía de paseo como los demás soldados, el cuartel era un convento, y allí pasé seis años casi de vida conventual. En el último año de mili hice oposiciones al Conservatorio. Entonces me licencié.

--Con tanto estudio, ¿cómo consiguió conocer a su mujer, enamorarse y casarse?

--Yo necesitaba un piano y Antonio Gómez Aguilar me dejó un sitio donde poder estudiar en la parroquia de San José. Allí conocí a mi mujer.

--Y tuvo tres hijos.

--Sí, y los tres se dedican a la música, son profesionales. El mayor es catedrático del Conservatorio Superior de Córdoba; el pequeño es profesor del Conservatorio Profesional y el segundo es el director del Conservatorio de Montilla.

--De tal palo, tal astilla.

--Pues sí. Yo les dirigí hacia aquello en lo que podía ayudarles.

--¿Qué echa de menos de aquella Córdoba?

--Musicalmente hablando, yo conocí muy buenas cosas. Por ejemplo, la banda municipal daba conciertos los domingos en el Círculo de la Amistad, se interpretaban grandes obras y suponía un gran acontecimiento. Para nosotros, los músicos, era algo parecido a lo que es hoy el fútbol para los que les gusta. Por otra parte, en el Conservatorio también había muy buenos conciertos, algunos de alumnos y otros de figuras de primer nivel. Había mucho interés musical y algo que me sorprendía mucho eran los coros de las iglesias. Yo solía ir a la iglesia de los Trinitarios. Ese era el ambiente en el que yo vivía. Esos coros ya empezaban a mostrar interés por las canciones de Ramón Medina, las canciones populares. El canto popular en Córdoba se creció y se engrandeció de una manera rotunda con la aportación de Ramón Medina.

--¿Cómo era el Conservatorio de entonces?

--Cuando yo entré como profesor habría unos 20 profesores y reinaba una gran fraternidad entre nosotros. Era un bloque de profesores en torno a un mismo ideal. Luego fueron viniendo cambios. En el 64 llegó un nuevo reglamento y fue aumentando el número de profesores y de alumnos. Ha dado una utilidad enorme a la ciudad, una acción que se nota mucho en las bandas de música de la provincia, integradas por alumnos muy bien formados. Esa es una labor de los conservatorios. Antes, para juntar una orquesta de 20 personas nos veíamos negros.

--Los músicos, como todos los artistas, siempre han llevado una vida muy bohemia. ¿Cómo vivían los de Córdoba en su época?

--Cuando yo me hice cargo de la banda municipal, la mitad de los músicos recibían una pequeña gratificación que no digo por vergüenza. En la Córdoba de los sesenta algunos músicos tenían que ser bohemios a la fuerza. Pero con el tiempo los que pasaron por el Conservatorio y consiguieron el título finalmente se labraron un porvenir. En aquella lucha, alguna autoridad municipal me dijo: "Usted no se creerá que los músicos van a vivir de la música". Pero acabaron haciéndolo.

--Enseguida fundó la primera orquesta de cámara del Conservatorio y la primera también de Córdoba con Rafael Quero. ¿Qué recuerdos le trae?

--Aquella primera orquesta se formó con profesores del Conservatorio y alumnos aventajados. En principio, funcionamos muy bien, pero aquel funcionamiento se alteró porque propusimos la creación de la orquesta municipal y quisimos contar con la del Conservatorio, pero nos encontramos con una fuerte oposición. Hubo una especie de ruptura y yo no pude seguir dirigiendo esa orquesta, pero continuó con otro nombre y otras personas que prefirieron no hacer referencia a la anterior.

--¿Por qué esa ruptura? ¿Qué fue lo que pasó?

--Yo quería contar con la orquesta de cámara del Conservatorio para crear la primera orquesta municipal, pero esa idea no tuvo buena aceptación y pagué el precio de tener que dejarla. Sería injusto que yo dijera que no tuvo continuidad, cometería la misma injusticia de los que niegan que tuviera antecedentes. En esa época yo sufrí mucho, pero como soy creyente, lo tengo perdonado. Me está prohibido guardar rencor. Es curioso, nadie me ha preguntado nunca por aquella orquesta, en la que me dejé el pellejo. Lo que ocurrió en realidad es que le cayó muy mal a los de la orquesta del Conservatorio que Anguita y yo trajéramos de un viaje al Ministerio la autorización para transformar la banda municipal en orquesta. Pensábamos utilizar esa orquesta de cámara para esa transformación. Mi intención fue unir la banda municipal y la orquesta del Conservatorio, pero hubo una resistencia que no permitió la fusión y la orquesta del conservatorio siguió su camino con buena marcha, mientras la banda se transformó en orquesta.

--Llegó a dirigir a Rafael Orozco. ¿Qué destaca de este personaje?

--Era un pianista genial, cuando llegó a la orquesta traía todo el bagaje de un pianista internacional por todo lo que había estudiado. Exteriorizó visiones sobre la orquesta municipal en las que llevaba mucha razón. De su habilidad como concertista, todo lo que puedo decir son elogios y de su madurez como artista, también. Me siendo muy honrado de haber dirigido a Rafael Orozco. Como persona no lo traté mucho, pero era un buen chico.

--Otra de sus etapas importantes fue cuando estuvo al frente de la banda municipal, antes de la creación de la orquesta municipal, y cuya dirección simultaneó con la de la orquesta de Conservatorio. ¿Qué influencia ejercicio en usted el maestro Dámaso Torres, su antecesor en la banda municipal?

--El intervino en su momento para que yo me viniera a Córdoba. Las clases de Torres eran magistrales, sin prisa y llenas de cariño. Yo traté de aprovecharlas al máximo.

--Dentro de toda la controversia que se se provocó en la transformación de esta banda municipal en la Orquesta Ciudad de Córdoba, ¿cómo fue el proceso de creación?

--Fue un proceso más que complicado y difícil, trabajoso. Muchas de las piezas que se tocaban en la banda habían sido escritas para orquesta y se veían muy cambiadas. Ese era uno de los motivos por los que yo tenía tanto interés en crear una buena orquesta. Cuando yo me hice cargo de la banda municipal, ésta no entraba, por ejemplo, en los institutos, tocaba desde la puerta, o en la catedral, donde recibía a las imágenes fuera, y eso que hay muchas obras para tocar en las iglesias, pero no era costumbre. La necesidad cultural de la orquesta la percibía todo el mundo, pero yo más aún, porque durante un tiempo dirigí a la orquesta del Conservatorio por la mañana y la banda por la tarde, y veía la diferencia. Pero fue un trabajo muy ilusionante y me queda el gozo de haberlo hecho.

--Usted fue un pionero en crear un público que apreciase y valorase la música clásica. ¿Cree que hemos estado muy retrasados en eso?

--Creo que no, la prueba es la cantidad de abonados que la orquesta tiene en la actualidad. Yo siempre he intentado acercar la música clásica y el público fue aceptando poco a poco algo de música barroca entre zarzuela y zarzuela. Los conciertos de la banda empezaban y acababan con un pasodoble y la segunda parte era toda de zarzuela. A este tipo de piezas era a lo que estaba acostumbrado el público en general. Una orquesta no podía hacer esto, aunque yo tenía muy en cuenta la música que, aún siendo clásica, estaba más cerca del pueblo.

--Siempre ha sido una persona inquieta. Ha creado asociaciones y formaciones musicales por toda la ciudad, como la rondalla de San Lorenzo o la Coral de la Cátedra Ramón Medina. ¿Había muchas inquietudes musicales en Córdoba?

--La Cátedra Ramón Medina nació con la intención de convertirse en una escuela de investigación, de ahí lo de cátedra. Eran unos magníficos estudiantes, pero estaban tan atareados que no pudieron hacerlo. Pese a todo, lo de cátedra se quedó.

--¿Cómo ve ahora esas inquietudes musicales en los jóvenes cordobeses?

--Hoy hay más inquietudes que nunca. La Coral de la Cátedra Ramón Medina fue la segunda que existió en Córdoba tras el Centro Filarmónico Eduardo Lucena.

--Ahora se trata de llevar la música clásica a todos los rincones de la ciudad, en muchos casos al aire libre. ¿Le recuerda a sus tiempos?

--Nosotros también hacíamos muchos conciertos por plazuelas de barrio y recuerdo que en una ocasión un niño pregunto: "¿Dónde esta la cabra y la escalera?. Nunca tuve fe en que el público escuchara de pie y luché por conseguir sitios adecuados. Y dio resultado. Tuvimos que quitar la banda del Paseo de la Victoria, algo muy romántico, pero, al poner semáforos, los coches provocaban un ruido tremendo. Gracias a Miguel Salcedo, entonces delegado de Cultura en el Ayuntamiento, nos trasladamos al Alcázar, algo que para los músicos constituyó nuestra mejor época.

--Debe usted sentirse muy satisfecho por su contribución a la música en Córdoba.

--Sí. El balance es muy positivo. Me ayudó mucho el tiempo que estuve en el Ejército. Todo lo malo está olvidado, me acuerdo solo de las cosas buenas.

--Otra de sus grandes facetas, quizá la más importante, es la de compositor, porque es lo que quedará para la posteridad. ¿Es el don de componer el más preciado de todos los que posee?

--Sí, sobre todo, es donde he volcado toda mi vida. Siempre ha sido una labor sumamente gratificante.

--¿Qué cosas le inspiran a la hora de de componer?

--En lo primero que pienso es hacia quién o dónde va dirigida la composición. Lo importante para mí, una vez que sé con el fin que lo compongo, es pedir a Dios que me ayude.

--¿Qué obras suyas considera más representativas?

--La obras para cuerdas, como la Sinfonía Plectral o Serenata Real .

--¿Qué compositores cordobeses le interesan más?

--Me interesa mucho Jaime Balius, Jacinto de Mesa, el maestro Contreras y el maestro Gaitán. Son los más antiguos y no deben quedar atrás. También Martínez Rücker y Eduardo Lucena. Córdoba ha tenido grandes creadores, pero se quedaron aquí. Si Martínez Rücker se hubiera ido a Madrid o a Barcelona, ahora sería reconocido a nivel internacional.

--¿Y si usted se hubiera ido?

--Pues quizá también. Pero entonces no gozaría de los beneficios de sentirme cordobés.

--¿Cree que ahora pasa lo mismo en Córdoba, si te quedas no triunfas?

--Sí, y de una manera casi pueblerina. En otras ciudades se ayuda a los artistas, en Córdoba no. Generalmente, cuando un artista despunta le salen rivales, envidias. Desgraciadamente, en Córdoba esto pasa mucho. Esta ciudad tiene muchas virtudes, pero también defectos. A pesar de ellos, merece la pena vivir en Córdoba.

--¿A qué solistas cordobeses destacaría?

--Los ha habido muy buenos. Podía empezar por Rafael Orozco, pero, ¡ojo!, Rafael Quero no se quedaba atrás, lo que pasa es que se quedó en Córdoba. También Álvaro Campos y Álvaro Fernández. En fin, muchos.

--A nivel personal, se implica en todo lo que le piden. Los que lo conocen dicen que es usted altruista y generoso. ¿Ha aprendido ya a decir que no?

--No. En mi caso, más que generosidad, es egoísmo porque yo soy el más feliz del mundo cuando puedo dar algo a alguien.

--Estamos casi al borde del sueño de alcanzar la capitalidad. ¿Qué opina de este título? ¿Qué cree que puede aportar a Córdoba?

--En relación con la música, tengo que opinar negativamente. Me pregunto por qué habiendo tanta música cordobesa de valor por grabar, el Ayuntamiento, teniendo la orquesta que tiene, no ha potenciado esas grabaciones. Respecto al título, Córdoba lo merece y precisamente por eso creo que es una asignatura pendiente no dar una auténtica imagen de la Córdoba musical. Y no queda mucho tiempo para darla.

-- Ha recibido múltiples premios y homenajes. ¿De cuál guarda un especial recuerdo?

--Cada premio tiene un valor. Sería inadecuado decir uno.

--¿Se siente querido en Córdoba?

--Mucho, aunque no puedo ocultar que también fui atacado por una serie de personas, algo que, por mi parte, está olvidado.

--¿Qué opina de la música actual? ¿Le ha interesado alguna vez el pop o el rock?

--No lo sé. Nunca he tenido tiempo de escuchar otras músicas. Lo que hago me lleva todo mi tiempo.

--¿Es la música la gran alegría de su vida?

-La música es mi vida, en las penas y en las alegrías, y le doy gracias a Dios porque mi vida tomó ese rumbo, incluyendo fracasos y triunfos.