Un año más la inminente llamada de la Virgen del Socorro (lamentablemente fuera de su querida ermita del Arco Bajo) nos despierta del letargo estival para dar comienzo a un nuevo curso cofrade, que como cada año el próximo 9 de septiembre se pondrá a los pies de la Virgen de la Fuensanta, patrona de las cofradías cordobesas.

Es a partir de ahora, cuando se vuelven a abrir las ventanas de las casas de hermandad, el momento de pensar en nuevos propósitos, es el momento de volverse a ilusionar con nuevos proyectos que engrandezcan nuestra Semana Santa. Pero no solo nos referimos a proyectos patrimoniales que seguro la mayoría de las cofradías tienen previstos, nos referimos a otro tipo de proyectos como son los culturales, esos que quedan muy bien en un papel o en un conjunto de buenas intenciones, a veces fruto de promesas electorales. Es el momento de dejar atrás los complejos de inferioridad y la ley del mínimo esfuerzo, tomar el toro por los cuernos y planificar actos atractivos que dejen constancia de que las cofradías están vivas, que pueden aportar y que sus actividades van más allá de un manido concierto de marchas procesionales, presentación de carteles o los numerosos e innecesarios pregones.

En todo esto tiene mucho que ver la junta de gobierno de la Agrupación de Cofradías, como organizadora e impulsora del programa de actos, y cómo no, los hermanos mayores, ya que no me explico cómo éstos no se dan cuenta de la necesidad de más proyectos culturales que den a conocer el potencial que ofrece el mundo cofrade: conferencias, exposiciones de arte cofrade (hace décadas que no existen en la ciudad), publicaciones, etcétera, necesarias en una Córdoba cofrade cada vez más anodina.