--Pero no todo es malo, ¿o sí?

--Claro que no, también se han hecho buenas labores en Córdoba en los últimos años, como la recuperación de las iglesias de la ciudad o las reformas del Puente Romano, que lo han dejado precioso. En la ciudad, además de los componentes antiguos que se conservan, hay elementos nuevos que también son bellos. La arquitectura contemporánea tampoco está mal, siempre que no toquen el casco antiguo. Pero no quiero parecer ofendido por estas cosas, no hay cosa más tonta que un hombre ofendido.

--Volviendo al arte, ¿lo suyo es talento natural?

--Para nada. Yo de pequeño no me tomaba nada de lo que hacía en serio. Cuando comencé en este mundo del arte lo hacía todo bastante mal, pero tengo la virtud de ser un trabajador fantástico. Y ya se sabe que, cuando te propones algo, al final lo consigues.

--Por su forma de hablar y expresarse, se nota que es una persona espontánea y entusiasta.

--Mi entusiasmo siempre estuvo mal visto. En Córdoba, en medio de toda aquella discreción que se vivía en la ciudad cuando era pequeño, no era habitual encontrar personas entusiastas y divertidas, y lo raro se enjuicia pronto. Era una Córdoba elegante y con la boca chica, recuerdo que por la calle me decian "mira éste, se entusiasma y todo". Lo que pasa cuando eres joven es que aspiras a comerte el mundo. Pero a mí no me importaba el éxito como hoy se concibe. Para mí, el éxito es el entusiasmo por trabajar en algo que te llena.

--Hábleme del tiempo, usted que lo está viviendo como nadie.

--Durante todos estos años, he podido comprobar que en esta vida las cosas hay que disfrutarlas poco. Algo de gloria por poco tiempo se vive, se disfruta, mucho tiempo al final acaba resultando aburrido, el tiempo y la rutina petrifican. Creo que es algo que deben aprender también los jóvenes, vivir cada cosa en su momento. La verdad viene con la experiencia, y eso ayuda a las personas.

--En cuanto al arte contemporáneo, ¿sigue evolucionando o quedó anclado en el pasado?

--El arte se ha estabilizado y parece que no sabe volver a su esplendor. Además, la multitud afea un poco el paisaje. Córdoba, sin coches, era como una ciudad-paseo, era la cámara de la cabeza caliente, iba mostrándote lo que solo se puede mostrar desde el cielo, como un sueño nostálgico y sensual, lleno de contrastes fantásticos; eso realmente era arte.