Fiel a su estilo, sigue igual pese a las dificultades en las que se encuentra y a que tendrá que responder ante la justicia por el caso Malaya, Rafael Gómez reapareció ante los medios para hablar de los problemas que está pasando su grupo de empresas, pero también para reiterar que seguirá luchando para reflotar la sociedad que creó de la nada. Con tres años ya era cabrero. Después crió pavos, entró en el sector de la joyería, se hartó de ganar dinero en la construcción, ilusionó a miles de cordobeses cuando anunció, bajo su presidencia, que el Córdoba subiría a Primera División en dos años. No lo logró, quizás fuera una de sus grandes derrotas. Después llegó la creación de la marca Paul Versan y se rodeó de conocidos protagonistas de la prensa del corazón, como Rivera Ordóñez o Paz Vega. Sin embargo, ese halo de éxitos se rompió cuando su nombre apareció en la trama del caso Malaya. El 27 de junio del 2006 fue detenido. Su deuda ascendía a 3.200 millones. Hoy ha pagado más de 3.000. Tampoco pasó desapercibida su actuación urbanística en la carretera de Palma, cuando reformó las viejas instalaciones de Colecor o construyó unas naves en las que pretendía poner en marcha un negocio de venta al por mayor. Hace un año le incautaron 410 cuadros en sus oficinas y que, supuestamente, le entregaron otros dos imputados en el caso Malaya. Cuando el gerente de la Asociación de Joyeros, Rafael Rodríguez, lo llamó para que el alcalde le entregara una placa por su apoyo a Joyacor se hizo el silencio y las miradas de algunos se cruzaron. Gómez, recibiendo el aprecio de algunos empresarios del gremio, no se arrugó. "Soy una persona normal, no un sinvergüenza. No he ido por la vida como un déspota, sino siendo humilde. Soy un trabajador", remarcó.