Si gastan, malo; pero si no gastan, también. Está claro. Todo sea por criticar un poquito y reírnos todos ahora que corren tiempos difíciles. La Junta de Andalucía entregó ayer las medallas de plata, que supongo serían de plata y no de platino (es broooma) en un acto conmemorativo que, la verdad, resultó un poquito pobretón. Para mí que la decoración floral, muy bonita por cierto, acaparó el presupuesto, que no dejó ni un euro para invitar a los galardonados a una cañita manquesea . Y eso que no faltaron a la cita ni el vicepresidente de la Junta, ni la plana mayor de delegados provinciales, ni los senadores por Córdoba, la alcaldesa, el subdelegado del Gobierno, el presidente de la Diputación y una amplia representación de concejales del Ayuntamiento, además de numerosos familiares y amigos de los premiados. La duración del evento, sin las prisas que surgen cuando hay un cátering esperando en la puerta, se prolongó echando mano a los discursos, que quisieron dejar claro los méritos sobrados de los nueve premiados. Lástima que el esfuerzo de todos ellos se les reconociera justo en el año de "la crisis de deslegitimación del sistema", de la que habló Griñán, y que el lema del encuentro fuera "responsabilidad, contención y cambio". No sabemos si el cambio anunciado consistirá en que, a partir de ahora, los galardones no se celebran con dinero público sino con euros privados, o si la austeridad durará lo que dure la crisis. Lo cierto y verdad es que, como dijo también Griñán, "la economía es un estado de ánimo" y ayer no estaba el ánimo para convidar. A la salida del Palacio de Congresos me encontré con más de uno tomando la copa de rigor en los bares de la zona. Y es que, en Andalucía, nos guste o no, toda fiesta que se precie merece un brindis. Aunque solo sea por no perder las buenas costumbres.