El caso de Rocío Polvillo, la madre de Camas de 17 años que fue autorizada esta semana por una jueza para donarle, en caso de que fuera necesario, parte del hígado a su hija Noara, de seis meses, ha servido para recordar la necesidad existente de órganos para ayudar a tantos pacientes que se encuentran en lista de espera de un trasplante. En Córdoba más del 90% de familias dice sí a la donación de los órganos de sus seres queridos cuando fallecen, pero médicos, enfermos y asociaciones de trasplantados estiman que aunque este dato es positivo hay que seguir avanzando para que el 100% quiera ser donante.

La reducción de los accidentes de tráfico, cuyas víctimas mortales eran los potenciales donantes de órganos, unido a la cada vez menor mortalidad infantil, ha provocado que en los últimos años el número de personas que donan haya disminuido. Por eso, en hospitales como el Reina Sofía, único centro autorizado en Andalucía para el trasplante hepático de donante vivo, se está intentando potenciar esta fórmula, con los dos órganos que permiten esta operación, el riñón y el hígado. En el caso del riñón, si existe compatibilidad, es posible que un familiar ceda uno de estos órganos al enfermo, pues con un único riñón cada uno de los dos podrá sobrevivir.

Compatibilidad

También el hígado permite que un adulto ceda el lóbulo izquierdo de este órgano al familiar que necesite un trasplante porque el hígado es el único que se regenera posteriormente. Rocío Polvillo, conocedora de esta opción, se está sometiendo esta semana en el Reina Sofía a las pruebas de compatibilidad para saber si podría donarle a su hija parte del hígado. Sin embargo, esta joven, como de momento su pequeña está estable, espera que surja un posible donante fallecido, cuyo hígado contribuya a salvar a su hija.

Como Noara hay otros 16 niños en España en espera también de un trasplante hepático, sin contar los que necesitan otro órgano para sobrevivir. En el Reina Sofía se habían llevado a cabo hasta junio seis trasplantes hepáticos de donante vivo, cinco de ellos infantiles. Junto a la opción del trasplante de vivo, Noara tiene también la posibilidad de que surja una donación compatible de bebé fallecido, poco probable, o que se le injerte un segmento del hígado de un adulto que hubiera muerto.

Carmen Garzón, tía de una pequeña sevillana de cinco años que en junio recibió parte del hígado de su madre, María José, para poder sobrevivir, destaca que por todas las personas que están esperando un órgano y las complicaciones que se puedan presentar para los ya trasplantados es más que necesario que se incrementen las donaciones. La supervivencia en el caso del trasplante hepático oscila entre el 70% y el 90% en el primer año, pero por falta de órganos entre un 8% y un 10% de los pacientes muere mientras está en lista de espera, como le ocurrió a un niño que se encontraba por las mismas fechas que esa menor en el hospital cordobés.

"Todas las personas deberían reflejar en vida su voluntad de regalar sus órganos una vez hayan fallecido, ya que los mismos pueden salvar a muchas personas", señala Carmen.

Otra niña sevillana

Su sobrina, también llamada Carmen, padece hepatitis autoinmune. Recibió parte del hígado de su madre el pasado 12 de junio después de fallarle un primer trasplante realizado en el 2006. Cuando la operación parecía ir bien, empezó a no responder el segundo injerto, así que el 30 de junio, después de estar en código cero, recibió parte del hígado de un adulto que había fallecido. Su madre confía que a la tercera ha sido la vencida porque pensó al principio que el haberle dado parte del hígado a su hija no había servido de nada, pero contribuyó a que la pusiesen en código cero y a que ahora esté bien.

Carmen recibió el alta en agosto y siente que ha vuelto a la vida. "Siempre está sonriendo y muy contenta de poder ir al cole, aunque son quince pastillas las que se tiene que tomar para estar controlada", dice su madre. En diciembre pasará la próxima revisión y el hepatólogo infantil del Reina Sofía Jesús Jiménez "la ha visto muy bien".

Desde 1979, año del primer injerto renal, son más de 4.000 los trasplantes que ha efectuado el hospital cordobés. Miles de vidas salvadas gracias a seres anónimos, pero que compartían una virtud común, la generosidad.