Mujer positiva donde las haya, Isabel García ha visto morir a su hijo a causa del cáncer, después de una dolorosa agonía, y ahora enfrenta la enfermedad en carne propia mientras vive obsesionada con ayudar a todo aquél que la necesite.

Isabel nació en La Rambla hace 54 años, en el seno de una familia muy unida y cariñosa. "Estudié hasta sexto de Bachiller. Tenía la ilusión de hacer Enfermería, pero luego me casé y me convertí en ama de casa".

Con su marido, Isaías, un hombre tímido e introvertido, tuvo tres hijos, sus tres soles. "El momento más feliz de mi vida creo que fue cuando di a luz y vi por primera vez a mi hijo Isaías".

Él sería también el que la haría vivir el momento más triste... "Mi calvario empezó en la Pascua del 2003, el día de Reyes. A mi hijo Isaías le dio un dolor muy grande en la cadera. Le diagnosticaron ciática, pero el dolor no remitía. De hecho, no remitió nunca, ni siquiera con morfina". (Isabel interrumpe sus palabras una y cien veces a causa de lágrimas que van y vienen mientras recuerda aquellos duros momentos).

Estuvo cinco meses con un tratamiento contra la ciática hasta que una radiografía descubrió una mancha. "Fue el día que estalló la Guerra de Irak. Isaías no podía dormir del dolor. El médico comparó la radiografía con una anterior y vio que la mancha era un tumor que se estaba comiendo el hueso de la rodilla".

Ingresó en Reina Sofía en mayo y días más tarde era trasladado al Virgen del Rocío de Sevilla. "Allí pasamos todo el verano, hasta octubre. Su padre y yo no salimos de la habitación esos cinco meses. Nos duchábamos en el hospital, nos daban comida y tendíamos la ropa en el balcón del hospital".

En ese tiempo, más de veinte personas fueron acompañantes pasajeros de habitación de Isaías. "Yo creí que no lo soportaría. A diario moría alguien en aquella planta de Oncología. Todos éramos como una gran familia".

Sus otros dos hijos, de 15 y 20 años, iban y venían los fines de semana. "Cuando me daba el bajón, lloraba, fuera de la habitación. A mi hijo no le gustaba que lloráramos. Pero no pasa nada por llorar. No hay que esconderse. Al cáncer hay que llamarlo por su nombre y enfrentarlo".

En septiembre lo operaron y regresaron a La Rambla en octubre. "De vuelta en Córdoba, hizo rehabilitación y pudo volver a andar. El dolor remitió hasta que en junio reapareció en la otra pierna".

Antes, en abril, Isabel descubre que tiene un tumor en el pecho. "Me hicieron una mastectomía en abril, cuando él estaba bueno, a lo que siguieron seis meses de tratamiento en los que perdí el pelo".

En junio, la metástasis de Isaías se había extendido. "Muy capillita, mi hijo era un enamorado de la Semana Santa y fundador de la Hermandad del Huerto. Se volcó en el arte, en los decorados para la procesión", (Isabel me enseña los bocetos de su hijo). Su hijo muere el 2 de octubre. Ella nunca se puso luto. "Murió feliz en cuerpo y alma. Dos días antes de morir, inexplicablemente, el dolor desapareció".

Un año y medio después de extirparle el pecho, el cáncer se reproduce en el hígado de Isabel. "El invierno del 2006 lo pasé fatal, pero me recuperé".

Ahora está en tratamiento por su tercera recaída. Unos días antes de la entrevista, ha recibido buenas noticias sobre su estado. "Ahora tomo quimioterapia en pastillas. Ese día me pongo muy mala, pero al siguiente ya estoy funcionando. Mi médico me ha dicho que el tratamiento está haciendo efecto".

En la casa de al lado, su padre, viudo, sufre Alzhéimer. "Me faltan horas en el día para hacer cosas. Tengo mucha ilusión por ayudar y transmitir fuerza a los demás en esta lucha. Mi familia, mis amigos y la Asociación contra el Cáncer están conmigo".

Desde que el cáncer entró en su vida, Isabel duerme poco y mal. En tan pocas líneas resulta imposible resumir la bondan que esta mujer, hecha de una pasta especial, transmite en sus ojos y el cariño que desprende con su abrazo. Rodeada de amigas, cuenta que ahora es presidenta de la junta local de la Asociación Española contra el Cáncer de La Rambla. Su sueño no es otro que "trabajar y ayudar". Después de vivir esta experiencia, dice que sus valores han cambiado y que solo tiene palabras de aliento. "La salud es lo más importante, hay que aprovechar el tiempo e intentar hacer feliz a los tuyos".