La mañana que conozco a Rafaela Cabezas aún vive en el número 10 de la calle Isabel II, en la última casa de paso de Córdoba. "Tengo una pensión de 400 euros y pago 175 de alquiler desde hace un año, cuando una amiga con la que antes vivía yo dejó esto y me lo pasó a mí".

Una vecina se ha encargado de limpiar el piso antes. A pesar de ello, la casa presenta un aspecto ruinoso envuelto en un intenso olor a orín. "Antes de vivir aquí, estuve con una sobrina nieta mía. Acababa de vender un pisito que tenía y ella me guardó en una caja fuerte casi dos millones de pesetas. Se guardó una llave y cuando fui a echar mano, se lo habían gastado todo".

Antes de aquel episodio fue víctima de una estafa. "Yo soy muy ahorrativa, lo poco que tengo lo guardo por si pasa algo y cuando estaba mejor de dinero me vendieron un piso por 350.000 pesetas. Un día se presentó en casa un hombre y me dijo que dónde estaba la señora que le pagaba el alquiler. Yo le dije que me había vendido a mí el piso y así me enteré que me había estafado porque aquel piso no era suyo".

Rafaela sufre graves problemas de columna y lumbalgia y ha pasado los últimos cuatro meses postrada en un sillón. "Yo siempre he andado mucho, iba todos los días a San Pedro y a Santiago (es muy religiosa) con mi bastón. Ahora las vecinas me traen lo que pueden para que coma y unas voluntarias vienen a echarme una mano. La ropa la lavo en un bañito, aquí sentada (cuando la entrevisto, aún no se ha trasladado a la residencia Regina, donde fue acogida tras publicar una carta en este periódico el presidente de la Asociación de Pensionistas Senada)".

"Solo veo bultos, no puedo distinguir las caras"

Por problemas de tensión, desprendimiento de retina y cataratas, apenas puede ver. "Solo veo bultos, pero no puedo distinguir las caras. Las gafas no me sirven de nada".

Cuando tenía 40 años, se casó con un hombre 10 años menor que ella que cayó enfermo después de sufrir una trombosis.-"Lo conocí en 1966. Se acercó a mí por la calle y me dijo que si podía acompañarme. Nos casamos a los siete meses y estuvimos 20 años muy bien, él me llevaba a todos sitios. Después le dio aquello y estuvo doce años postrado en una cama. Yo lo cuidaba hasta que ya no pude más y dos meses antes de morir, en 1998, se lo llevaron a una residencia, en Hornachuelos".

Ahora, prácticamente no tiene familia a la que acudir. "Yo no tuve hijos. Tengo dos sobrinas nietas, hijas de mi única hermana, que ya murió, pero no pueden ayudarme. Una, la que se quedó con todo, está con sus hijos y mala de la cintura. La otra me han dicho que está con depresión"