El primer día verdadero de brasero fue ayer, cuando se conjugaron la mínima de ocho grados y la lluvia persistente, un airecillo frío y cierta humedad. Los elementos hacían una invitación al disfrute hogareño que probablemente muchos siguieron, pero que no vació ni las calles ni los bares ni las tiendas, pues no en vano este fin de semana es el de los preparativos. Preparativos con mayúsculas, pues se avecina el a partes iguales anhelado y temido (por los que no lo disfrutan y, ay, los niños de vacaciones) macropuente de la Constitución y la Inmaculada, que no son sino el pistoletazo de salida de la carrera de diciembre: compras, adornos, comidas de trabajo, encuentros amistosos, la familia, dónde cenamos en Nochebuena, pues tus padres no quieren venir a casa, el vestido para la fiesta de Nochevieja, pues tu hermana dice que la comida de Navidad en un restaurante, pues la encargamos a El Corte Inglés, el compañero que se ha tomado el puente, la agenda de trabajo que revienta, que te acuerdes de que el día 24 están las tiendas cerradas, que los regalos los vamos mirando para cuando ingresen la paga extra, que los adornos del árbol se han quedado antiguos, que la niña quiere ir a visitar los belenes...

Ya está aquí, inevitable y en el fondo bienvenida, esa Navidad que en última instancia tendrá algo que ver con el Portal de Belén y con el cristianismo, pero que, de primeras dadas, es un descomunal atrezzo, en el que ciudad y ciudadanos formamos un gigantesco escenario decorado de luces, rojos y dorados, de frases hechas (ya mismo estamos enviando los SMS de felices fiestas, pero sepan ustedes que va a dejar de llevarse, resulta muy pesado y muchos no tenemos acciones de las telefónicas), de bodegones que incitan a la gula y de una cursilada indescriptible. Un monumental maquillaje social del que solo se salvan los niños, en los que los adultos se escudan para justificar la innombrable locura de las llamadas fiestas navideñas.

Pero es lo que hay, y, ojo, lo que casi todos vivimos, de manera que ayer la ciudadanía se lanzó a la calle a comprar, a pasear, a ver los adornos florales que ha puesto el Ayuntamiento (algunos muy bonitos), a disfrutar el escenario. Llovía, sí, pero por la mañana hizo un nublado aceptable, y por la tarde... ¿Para qué están los paraguas?

Y es que hay mucho por hacer, y los grandes centros comerciales lo tienen claro, con su apertura de hoy domingo, que el que no necesita un anorak para irse de puente tendrá que comprar los papanoeles de sobremesa y las velas doradas.

Carpa, pista

Así que ya está abierta la carpa navideña del Paseo de la Victoria, con los ambulantes ofreciendo todo tipo de regalos para las fiestas entre la consebida bulla. Y la pista de hielo de los comerciantes estables del centro de la ciudad, máxima aspiración de la adolescencia, a la que puede accederse con dinero contante, pero también siendo un buen cliente de las tiendas.

Y mañana por la noche, el decreto de la Navidad Obligatoria entrará definitivamente en vigor con el encendido del alumbrado. Ya ven, no merece la pena resistirse.