Flexibilidad de horarios, salida a las seis de la tarde, diez días por paternidad, cuatro semanas más de baja maternal en lugar de lactancia... El plan de conciliación presentado por el ministro Jordi Sevilla, que se aplicará a los funcionarios de la Administración central, quiere ser un ejemplo para el sector privado, e incluye medidas que el ministro de Trabajo, Jesús Caldera, no ha podido generalizar por su alto coste y deberán esperar a la futura ley de igualdad.

Empiezan a disfrutar estas ventajas, por tanto, los empleados públicos de la Administración central, y puede que sigan la estela las comunidades autónomas y los ayuntamientos. Hasta qué punto esto puede crear una tendencia que llegue a la empresa privada, el tiempo lo dirá.

Que se sepa, otras medidas, como la jornada de 35 horas semanales, no han alcanzado al sector privado, y, digan lo que digan los convenios colectivos, en las empresas privadas cada vez se trabaja más horas y cada vez es más difícil conciliar la vida laboral y la familiar. La negociación colectiva arroja, por ejemplo, jornadas medias de 1.509 horas anuales para las empresas públicas y de 1.749 para las empresas privadas. La estadística lo dice: la edad a la que se tiene el primer hijo cada vez es más tardía (el 40% de las cordobesas lo tiene entre los 30 y los 34 años) y España figura a la cola de la natalidad mundial. A Córdoba ni siquiera le afecta el baby boom de la inmigración: en 1990 nacieron 9.809 bebés en la provincia, y 8.174 en el año 2003. Y este curso la enseñanza primaria ha perdido 1.830 alumnos.

Y es que... ¿quién los cría? La legión de abuelas agotadas y de ayudantes del hogar no basta, ni es justo que los chiquillos pasen jornadas laborales de diez horas en las guarderías, que muchas parejas ni siquiera pueden pagar con sus exiguos sueldos. El Gobierno dice que 100.000 mujeres dejan su empleo cada año para atender a sus hijos. Mientras, los sindicatos, desbordados por un escenario en el que el 90% de las empresas son pymes, crecen en las grandes empresas y administración y apenas tienen influencia en el ámbito de la pequeña empresa. La brecha entre la calidad de vida (quizá no en sueldo o en valoración profesional, pero sí en jornadas y derechos) de los que trabajan para las administraciones y los que están al albur del mercado se hace cada día más grande. Así, no extraña que todos quieran ser funcionarios, ni que la gente tenga tan pocos hijos.