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contracorriente / arturo pérez-reverte

«Aprendí que los hijos de puta son más interesantes»

El creador de Alatriste habla en París de ‘Sabotaje’, cierre de la trilogía protagonizada por el espía franquista Falcó

«Aprendí que los hijos de puta son más interesantes»

A Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) le divierte el «desafío de conseguir que el lector normal, no un psicópata, se trague al personaje de Falcó y lo haga compañero de viaje en tres libros». Porque, como bien recuerda, «es un tipo machista, torturador, cruel, sin escrúpulos, amoral, para quien las mujeres son un objeto a depredar y que trabaja para los franquistas». Por ello, añade, le presenta «simpático, elegante, seductor, encantador y divertido». Y en una nueva novela que «tiene mucho de provocación», porque su héroe no es precisamente republicano aunque no comulgue con el fascismo, no se ha resistido el creador de Alatriste «a la tentación» de enviar a su ya icónico espía al efervescente París de 1937 a «reventarle la vida a [André] Malraux, a darle una paliza al fanfarrón Hemingway en un bar de Pigalle, a sabotear el Guernica de Picasso y, sobre todo, a besar a Marlene Dietrich».

Tras vender más de medio millón de libros de Falcó y Eva, el autor de El pintor de batallas completa su trilogía de espías con Sabotaje (Alfaguara), que llega a las librerías con una tirada de 150.000 ejemplares, aunque eso no significa que no lo retome más adelante, al igual que a Alatriste, apunta durante la entrevista en su hotel, a escasos minutos del río Sena y del número 7 de Rue de Grands-Augustins, uno de los escenarios de la novela, donde aquel 1937 Picasso pintaba en su estudio el Guernica para la Exposición Internacional de París, que luciría como símbolo contra el franquismo en el pabellón de la República.

«Me divertía hacer una trilogía de espías. Se ajusta a lo canónico del género pero a la vez introduzco cosas que he aprendido en mi vida profesional. Y la diversión incluye manipular los personajes y la historia, la historia de una época que conozco bien». Por ello, el lector puede descubrir también a trasuntos de la rica heredera Peggy Guggenheim, del almirante Canaris (en el agente de la Abwher, la inteligencia nazi, que conspira con Franco), a Alexander Orlov, que dirigía los servicios secretos comunistas en la España en guerra, o a Malraux, en la piel de Leo Bayard, ganador del Goncourt y simpatizante comunista que lideró un escuadrón aéreo republicano en la guerra civil.

Y también, reconoce Pérez-Reverte, en el personaje de Eddie Mayo, a su «amor platónico», Lee Miller, que fue modelo, amante de Man Ray y fotógrafa que cubrió la guerra civil y fue una de las primeras reporteras en entrar en los campos de concentración nazis liberados. «Si lamento no haber sido reportero en los años 30 en vez de en los 70 es por no haber coincidido con ella en la segunda guerra mundial. Y hoy muchas feministas no saben quién era o no conocen a otras tantas pioneras como Martha Gellhorn, Gerda Taro o Simone de Beauvoir», cuenta el también académico de la RAE, sin querer entrar en las críticas recibidas de grupos feministas o por que Falcó empieza tratando a las mujeres como objetos sexuales. «Son los años 30, los hombres fumaban y follaban de una manera determinada, no puedes poner a un feminista avant la lettre. Tampoco pondré jamás a una mujer en las Cruzadas asaltando las murallas, que es lo que se exige ahora, porque no es verdad». Y, recuerda, «nadie que haya leído un libro o un artículo mío puede decir que soy machista, como me han soltado en Twitter cuando me he burlado del feminismo folclórico, no del otro, ¿eh? Pero me da igual».

«En Sabotaje -continúa- las mujeres tienen un papel muy importante. Y Falcó, desde que en el segundo libro se enamoró de Eva, la espía soviética, ha cambiado su percepción de las mujeres y siente respeto por ellas. Aunque es un mujeriego no es idiota y en Eva reconoce a una mujer diferente, que tiene fe y cree en la lucha y el sacrificio, al contrario que él». Añade Pérez-Reverte que «hubo muchas mujeres como Eva en los años 30, que lucharon en España y Europa y pagaron precios muy altos por ello. Fueron torturadas, violadas, fusiladas... por ser anarquistas, socialistas, comunistas o falangistas, porque entonces ser un -ista implicaba estar en una lucha muy cruda».

Al autor le fascinan los tipos como el Almirante, superior de Falcó en el espionaje franquista, con quien mantiene una «relación paternofilial, mezcla de insolencia y respeto» y reflejo de su propia relación con algunos profesores y jefes. «En mi vida de reportero aprendí que los hijos de puta son más interesantes que la gente normal. Con ellos nunca me aburría».

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