Ha visto 18 campos de exterminio y los escenarios de las batallas más sangrientas de Europa y, tras Santiago, se dirige a Jerusalén

El entonces pequeño Thomas Joachim Uhlig fue en Alemania del Este uno de los testigos de la caída del muro de Berlín en 1990. Aquel hecho marcó a un adolescente de 14 años que acabaría, tiempo después, el día de Pentecostés del 2009, embarcándose en una gigantesca empresa personal para pedir al mundo la caída de todos los muros levantados y que separan a las personas. El método: peregrinar a pie 20.000 kilómetros por los lugares más tristes y dramáticos de la historia de Europa, por los principales hitos religiosos del Continente y, también (menos mal), cruzando algunos de los parajes más bellos del mundo.

El caso es que la cruzada de Elijah María--Thomas Joachim Uhlig (como se llama desde que se bautizó en el mismo camino el 24 de junio del 2010 en un convento de Capuchinos) ha recalado en Córdoba, ciudad de la que hoy prevé salir camino de otros lugares de peregrinación y marcados por la tragedia, todo ello hasta su destino final: Jerusalén. Allí prevé llegar en la Navidad del 2013 para reclamar la caída de otro muro, el que levantó Israel y que mantiene separados los territorios bajo la autoridad palestina.

La aventura de Thomas comenzó en Europa Oriental visitando lo que queda de los 18 campos de exterminio nazi del Este de Europa, y le llevó a Polonia y Chequia para, después, atravesar Alemania camino de los infinitos cementerios de la 1 y 2 Guerra Mundial de Verdú y Dunkerque. De allí cruzó a Inglaterra, Escocia e Irlanda, haciendo una especial parada ante el muro de Belfast, todo ello para regresar a las playas plagadas de tumbas de Normandía y dirigirse por Francia hacia el Sur, a España y al escenario de la batalla del Ebro.

También los grandes hitos religiosos europeos están en el itinerario de Thomas, que ya ha conocido Lourdes, Santiago de Compostela y Fátima. Es de imaginar la cara que se le tuvo que quedar al voluntario de la Catedral de Santiago cuando el joven se plantó a recoger la compostela con una credencial de más de tres metros y marcada por ambas caras con cientos de sellos de buena parte de Europa. Y que conste: la credencial sigue aumentando de longitud.

Hasta que, pasando por Roma, Thomas llegue a Jerusalén, el joven tiene previsto vivir exclusivamente de los donativos que recauda, algo que no parece preocuparle. Según afirma en una mezcla de alemán, inglés y francés (aunque se le entiende perfectamente), lo importante son las razones, recogidas en www.jerusalem-ruft-frieden.org, que le llevaron hace dos años a emprender el camino. "¿Qué es lo que vivimos? ¿Cuál es nuestro deseo interno? ¿Hemos hecho realmente todo lo que pudimos?", se pregunta el joven. Algo es seguro: Thomas tendrá tiempo sobrado para pensar en estas cuestiones mientras que, paso a paso, llegue a Jerusalén para dar testimonio de paz. Será dentro de dos años.