Los fieles estaban llamados ayer a comenzar la Cuaresma, esos cuarenta días que desembocarán en la Semana Santa. Es tiempo de conversión, tiempo de silencio, tiempo de vivir la fe desde el interior.

Este año la Cuaresma empezó con el rito de la imposición de la ceniza adaptado en esta ocasión al contexto sanitario actual. De este modo, se celebró en todos los templos de la diócesis y en la Catedral, donde el obispo, Demetrio Fernández, presidió la santa misa en la que recordó la perspectiva de este tiempo santo,

El prelado pidió que “nos pongamos en camino a partir de una doble certeza, la de reconocer que somos pecadores y la de saber que Dios es misericordioso con nosotros”. Asimismo, instó a los fieles acercarse al sacramento de la penitencia y a “no endurecer el corazón si escucháis la voz del Señor porque la respuesta de conversión tiene que ser auténtica”.

Seguidamente, tal y como ha marcado el Vaticano a través de la Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos, pronunció la oración de bendición de las cenizas y se dirigió a los presentes, diciendo una sola vez y para todos los fieles, la fórmula del Misal Romano: “Convertíos y creed en el Evangelio”. A continuación, el obispo y el deán de la catedral tomaron la ceniza y la dejaron caer sobre la cabeza de cada fiel, “sin decir nada”.

Ya por la tarde en los templos los priostes fueron encendiendo las candelerías de los esplendorosos altares de cultos para en breve dar comienzo los quinarios cuaresmales. También estuvo muy presente en la tarde de ayer el rezo del vía crucis. Unas hermandades optaron por el rezo virtual a través de sus redes sociales y otras presenciales en el interior del templo aunque con un aforo limitado. Así lo hizo la hermandad de la Esperanza un acto muy bien cuidado, donde dos lectores fueron meditando las estaciones ante Jesús de las Penas que lució en el altar mayor de San Andrés vestido con túnica roja y escoltado con cera y unas jarras de flor compuestas por iris, clavel cardenal, astromelias y orquídeas.