La cornicabra

Un ejemplar de cornicabra.

Un ejemplar de cornicabra. / José Aumente

José Aumente Rubio

José Aumente Rubio

Octubre es un mes de cambios profundos en el bosque mediterráneo, y entre otros acontecimientos, por estos días fructifican numerosos arbustos, como el rosal silvestre, el torvisco, el espino albar, el lentisco y la cornicabra. Incluso ya pintorrean los primeros madroños. Sus pequeños frutos llenan el paisaje de puntos rojos en un mar de verdes, amarillos, ocres y pardos. 

Estas fructificaciones otoñales suponen un importante suplemento alimenticio para la fauna silvestre y son tan sólo una muestra del amplio compendio de utilidades que muchas de estas plantas nos ofrecen. De entre ellas destaca la cornicabra (‘Pistacia terebinthus’), un arbusto o arbolillo caducifolio estrechamente emparentado con el pistachero y el lentisco. Su extraño nombre proviene de presentar con frecuencia unas agallas curvadas a modo de cuernos de cabra, que son muy ricas en resinas. Antiguamente estas agallas se quemaban en determinados actos litúrgicos a modo de incienso, y también en los braseros de las casas para aromatizarlas. Toda la planta contiene una resina, la trementina de kíos, con propiedades aromáticas, diuréticas y estimulantes, muy apreciadas en los países mediterráneos. Existen datos acerca de su empleo ya desde la edad de bronce en el sur de Turquía.

Los frutos de la cornicabra tienen también un interés pecuario. Se da la circunstancia de que, mientras que el ganado ramonea poco las estructuras vegetativas de la planta, debido a que sus hojas contienen una sustancia poco apetecible denominada galotanino, por el contrario ingieren con avidez sus frutos, que poseen un alto poder calórico, pues contiene hasta un 55,6% de lípidos sobre peso seco. Antiguamente, en algunas zonas se recogía una parte de la cosecha para alimentar a los cerdos, que experimentaban un rápido engorde y además otorgaba a la carne un magnífico sabor, muy aromático.

La cornicabra es un arbusto muy frecuente en las sierras de la provincia de Córdoba. Cuando avance la estación otoñal el color rojizo de sus hojas salpicará muchas laderas, adornando con pinceladas de color nuestros paisajes. Este arbolillo es especialmente frecuente en las Sierras Subbéticas, donde en algunos lugares alcanza concentraciones sorprendentes con ejemplares de buen porte.

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